Un artículo de Estela Flores Ramos
Especialista en Acompañamiento Profesional a Personas Mayores y Dependientes
Autora d ela web estelaflores.es
El envejecimiento saludable se logra a partir de la estimulación de las funciones mentales como uno de los pilares fundamentales junto a la salud física y emocional. Como es sabido, la salud no significa solamente ausencia de enfermedad, sino un estado de bienestar vinculado a una buena calidad de vida que permita vivir con un grado razonable de satisfacción y plenitud.
El inevitable paso del tiempo trae consigo un progresivo deterioro en algunas funciones del pensamiento, ante lo cual, se torna indispensable realizar acciones de prevención y rehabilitación que puedan ofrecer un adecuado funcionamiento cognitivo.
En los adultos mayores suele manifestarse un declive en la capacidad para mantener la atención voluntaria, lo que genera un progresivo desgaste en la ejecución de tareas que venía realizando de manera natural y cotidiana. La atención es una capacidad psicológica necesaria para la ejecución de la mayoría de las actividades y realizaciones humanas, y el declive progresivo de esta función genera una alteración en la conducta que determina consecuencias indeseables para la salud cognitiva y emocional.
En consecuencia, una persona que abandona las actividades y rutinas que le proporcionan una gratificación personal, puede verse afectada por bajos estados de ánimo que provoquen un ensimismamiento llegando a convertirse en un estado depresivo.
La psicoestimulación es necesaria tanto en el adulto mayor sano como en las personas que atraviesan por las diferentes fases de una enfermedad neurodegenerativa, ya que es importante tanto en el aspecto preventivo como en el rehabilitador.
Asimismo, es de fundamental importancia, a la hora de seleccionar el material con el que se va a llevar a cabo la estimulación cognitiva, tomar en consideración las circunstancias en que se encuentra la persona en un amplio sentido: el grado de deterioro, si lo hay, y sobre todo, qué tipo de actividades le son más familiares y cuáles son sus preferencias.
Hay que tener en cuenta que no todas las acciones realizables se adaptan a todo tipo de personas, sino que, por el contrario, es la persona quien debe orientar al especialista en el tipo de actividades que le apetecería realizar, ya que el aspecto motivacional reviste gran relevancia y promueve adecuadamente un envejecimiento activo y saludable.
Existe un criterio profesional que permite determinar qué tipo de ejercitaciones conviene en cada caso en particular, y la elección de las mismas, si bien debe estar orientada por un conocimiento teórico y técnico, nunca pueden aplicarse de manera standard, ya que los buenos resultados dependen del deseo y la gratificación que la persona siente en su realización.
En este sentido, existen variados recursos que de manera sencilla pueden aportar enormes beneficios para la estimulación de las funciones cognitivas. Uno de ellos es la lectura, ya sea ésta realizada por la persona o por un mediador que lea en voz alta y pueda orientar el análisis de lo leído y los comentarios y reflexiones que surjan, posteriores a la lectura. Esta es una actividad que actúa como una verdadera forma de protección frente al deterioro cognitivo, ya que ejercita la atención, la concentración, la memoria, la percepción, la representación mental y la construcción de imágenes visuales.
Asimismo, leer o escuchar cuando alguien lee, promueve la concentración en el aquí y ahora, permitiendo postergar las preocupaciones que suelen ocupar la mente, muchas veces de manera obsesiva, de las personas que pasan muchas horas del día a solas, o si bien están acompañadas, no tienen oportunidad de establecer una comunicación que les permita distraer su atención de manera constructiva.
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