Arquitecto Técnico y Profesor del Máster en Gerontología Social y Postgrado en Dirección y Gestión de Residencias de IL3
En un principio, cuando pensamos en la etapa post-jubilación de una persona tendemos a imaginar una situación de reposo, actividad reducida, aislada, incluso ubicándola en un espacio cerrado, y donde estas condiciones solo llegan a satisfacer las necesidades más básicas (comida, descanso e higiene)…
¿Porqué existe esta tendencia errónea? ¿Porqué no vamos un poco más allá? Toda persona debería poder satisfacer todas sus necesidades, no solo las fisiológicas y de seguridad, sino también las de afiliación, reconocimiento y auto-realización. O como mínimo, que su entorno no sea un obstáculo y le brinde la merecida posibilidad.
Actualmente, a diferencia de años atrás, la mitad de las personas mayores quieren seguir participando en la sociedad, casi un tercio forman parte de organizaciones e incluso una pequeña parte en concreto de organizaciones sin ánimo de lucro.
En el momento que estas personas puedan cumplir sus necesidades, serán personas que estén bien consigo mismas y con su entorno, el cual recíprocamente seguirá beneficiándose de todas las cosas que pueden seguir aportando. Estas personas puede que ya no tengan la lucidez, agilidad, fuerza que tenían anteriormente, pero una cosa indiscutible que si tienen en un grado muy elevado es EXPERIENCIA DE VIDA, y este es un valor importantísimo y necesario también para el desarrollo.
A nivel cultura, a groso modo, vemos algunas diferencias entre culturas orientales y occidentales, generalizando unas con una tradición más de convivencia y admiración con y hacia la gente mayor, y otras con un seguimiento de atención desde una distancia y a veces aislamiento en las últimas etapas de la vida. Después de realizar dos viajes a Japón y vivir los últimos 6 meses en un pueblo de Nepal cooperando con una organización sin ánimo de lucro, he podido observar como en estos países hay ciertas costumbres donde la gente mayor es involucrada e integrada en las actividades sociales.
En países como China o Japón el 75% de las personas mayores viven con sus hijos, incluso hay leyes que regulan las relaciones, un mínimo de visitas y contacto con los ancianos. En Nepal, tradicionalmente las parejas jóvenes cuando se casan pasan a vivir con los padres del novio, y dedican unos días en concreto al año a visitar a la familia de la mujer que en algunos casos viven a muchas horas de distancia. Actualmente también cada vez más los hijos rompen estas tradiciones y se independizan junto con sus parejas dado el crecimiento urbanístico progresivo y por eso nacen nuevos proyectos de cuidados y atención a las personas mayores.
En cambio en zonas más europeas y americanas, encontramos países donde no se “regula” ni se “presiona” en este aspecto pero por otro lado encontramos numerosos casos de desconexión, abandono o aislamiento en centros residenciales con la correspondiente frustración, depresión y perdida de ganas de vivir, yendo en contra de los indicadores que nos dicen que un altísimo porcentaje de personas mayores desean ser cada vez más autónomos y vivir el mayor tiempo posible en sus hogares, y a la vez mantener una relación con sus familiares próximos.
A nivel urbanístico y edificación hay claras diferencias entre zonas rurales y urbanas, pero con objetivos comunes y métodos similares en busca de la accesibilidad necesaria. A modo comparativo vemos grandes ciudades con alta densidad de población, con mucha contaminación, y pocos espacios libres que desarrollan sus edificios en altura, cosa que dificulta mucho la movilidad. En cambio vemos otros tipos de ciudades que se desarrollan en horizontal facilitando la circulación y evitando los desniveles.
Vemos que las ciudades que se adecuan a un envejecimiento son aquellas que siguen el concepto de ciudad compacta/mediterránea con barrios o “pequeñas ciudades” que disponen tanto de vivienda, como de servicios y de equipamientos públicos, evitando así grandes distancias de desplazamiento. En cuanto al espacio público es importante no perder la escala humana, proporcionando aceras dimensionadas a la movilidad con recorridos, elementos de urbanización accesibles y transporte público adaptado, recuperar el contacto con la naturaleza, recuperar espacios que promuevan las relaciones sociales e incorporando espacios especializados o parques geriátricos. Todos estos aspectos aumentan el bienestar de las personas jóvenes, adultas y mayores.
En el momento que tenemos claro que en el futuro vamos a convivir con una sociedad con un nivel más elevado de personas mayores que el actual debemos pensar en construir un entorno que ayude a satisfacer las necesidades también de este grupo de personas, porque en el momento que se proyecta de esta manera a la vez beneficia al resto de grupos sociales. El trabajo bien hecho y el sentido común es amigable en si mismo con el envejecimiento activo, y esto es una responsabilidad colectiva de toda la sociedad no sólo de unos pocos.