Un artículo de Domingo Gutiérrez Bustillo
Licenciado en Sociología por la Universidad Pontificia de Salamanca

El demógrafo y profesor LIVI-BACCI en uno de sus manuales exponía que “la demografía tiene dos almas: una ligada a lo biológico, la otra a lo social. No hay duda, en efecto, que gran parte de los eventos y fenómenos demográficos son manifestaciones de procesos biológicos. El hecho de ser mamíferos con un determinado bagaje biogenético determina tanto a nuestra capacidad reproductiva como nuestra longevidad que son diferentes de las de otros animales. Por otra parte, estas mismas características biológicas están, mediante y en conjunción con otros factores, en la base de otros fenómenos demográficos”.

Basándonos en esta dualidad, es lógico que el envejecimiento, al contrario que el crecimiento, puede no ser un fenómeno genéticamente programado. Sin embargo, la existencia de antecedentes de longevidad en un determinado individuo de una determinada comunidad puede influir en su esperanza de vida.

Los organismos vivos empiezan a manifestar las consecuencias del envejecimiento cuando decrece la vitalidad y proporcionalmente va aumentando la vulnerabilidad. El organismo viejo se diferencia del joven en el enlentecimiento de unas funciones y la disminución de otras y por la mayor prevalencia de enfermedades.

Toda política asistencial debería contemplar en sus objetivos el desarrollo integral de las personas, especialmente de los colectivos más vulnerables


Si partimos del hecho de que el envejecimiento es un proceso decreciente, de pérdida paulatina de vitalidad, parece lógico pensar que el proceso se inicia a partir del momento en que el organismo ha alcanzado el máximo de efectividad en el medio en el que vive.

Por estas razones de origen, podemos considerar que el envejecimiento saludable y/o de calidad, se puede comenzar a gestionar en el inicio de la vida adulta, acogiéndonos a hábitos saludables y estilos de vida que promulguen confort, vitalidad, estados de ánimos óptimos, …
Precisamente para conseguir un envejecimiento saludable podremos contar con acciones y argumentos de carácter personal, cada individuo los lleva a efecto y los promulga, y por otra parte con acciones y argumentos de carácter institucional que nos favorecerán o nos determinarán en un futuro nuestra sensación de atención y acogimiento.

Para esclarecer esta argumentación, quisiera centrar mi exposición en aquellas personas, que, encontrándose en situación de dependencia, en aquellos tramos finales de vida, por ello en fase de envejecimiento ya ciertamente iniciado, no pueden disfrutar de un “envejecimiento saludable” por falta de recursos asistenciales de apoyo y ayuda.

Muchos somos los profesionales que encontramos estas incidencias diarias en nuestros Centros y/o Servicios. Pacientes, usuarios, que no pueden acogerse al apoyo institucional de los servicios públicos porque su estado de necesidad no corresponde con el mismo estado de cumplimentación de su expediente administrativo. Pacientes, a los cuales, les ha sobrevenido una situación de dependencia de manera avanzada, y el inicio de la tramitación del Reconocimiento Grado de Dependencia (entre otras) todavía no se ha iniciado, o está en fase primaria.

El proceso de reconocimiento del estado de Dependencia en nuestro país no es rápido. Suceden una serie de fases que determinan una temporalidad futura. Por ello, cuando a muchas familias se nos presentan las situaciones de necesidad asistencial inminente, los servicios asistenciales no suelen ser inmediatos y suceden vacíos asistenciales que deben cubrirse con recursos familiares, de entorno y/o económicos.

Destacar que no se trata de una crítica profesional, todo lo contrario. Suerte de los profesionales que desarrollan su labor asistencial en los entornos sociales y sanitarios, y que, con sus empeños y quehaceres, se están desplegando grandes universos de recursos asistenciales de notable eficiencia.

En el análisis poblacional actual se está dando una dimensión nueva al problema tanto cuantitativa como cualitativamente, al coincidir un intenso proceso de envejecimiento y aumento de la esperanza de vida con cambios en la estructura social de la familia y de la población cuidadora.
Por ello, el creciente desarrollo de políticas sociales que potencien el bienestar común de la población más desfavorecida o más vulnerable ha comenzado a posicionarse dentro del entramado político de nuestra estructura organizativa.
La visión que me agradaría exponer es que quizás deberíamos de pensar en generar mayor rapidez y eficiencia en la inclusión de los servicios a aquellas franjas poblacionales de mayor vulnerabilidad, donde la asistencia se convierte en algo global, ya que se genera una doble acción: en primer lugar, con atenciones directas a las propias personas afectadas, y en un segundo lugar, y no de manera menos importante, a todo su entorno familiar y/o comunitario.

Toda política asistencial debería contemplar en sus objetivos el desarrollo integral de las personas, la calidad de vida, la dignidad humana, considerando la preservación del entorno de la persona, el establecimiento de relaciones económicas más equitativas y la creación de condiciones materiales y políticas más favorables para los sectores de mayor necesidad y/o vulnerabilidad.

Y estas Políticas de apoyo a nuestras generaciones futuras dependientes se deben programar en nuestro presente, para que así se genere una buena preparación en el futuro. Esas Políticas también formará parte de nuestro “Envejecimiento Saludable”.

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Sobre el autor: Domingo Gutiérrez Bustillo

Domingo Gutiérrez Bustillo es Licenciado en Sociología por la Universidad Pontificia de Salamanca, Campus Madrid. 2003-2008, Diplomado de Trabajo Social por la Universidad de Sevilla y Master de Especialización en Gestión y Metodología de la Calidad Asistencial. Actualmente cursa estudios de GRADO en Administración y Dirección de Empresas (ADE) y trabaja en el CIS Cotxeres (Centre Sociosanitàri, Hospital de Dia y Atención Primaria) del Consorci de Salut i Social de Catalunya.
Es miembro de Equipos de Asesoramiento y Evaluación de los Programas de Orientación para la Validación de la Experiencia Laboral: QUALIFICA’T y ACREDITA’T. 2011-2012. ICQP e Institut Bonanova y ha desarrollado acciones como docente en la Universidad Pública de Navarra (Master de Especialización en Geriatría) y Sociedad Navarra de Geriatría y Gerontología.