Este documento, que fue presentado en el 60 Congreso Nacional de la SEGG, constituye un llamamiento sobre la importancia de cuidar el aparato digestivo, sobre todo a partir de los 40 años, y pone de relieve que la disfagia esofágica y, sobre todo, la enfermedad por reflujo gastroesofágico y sus consecuencias son problemas frecuentes en la persona mayor.
Tal y como destaca afirma el doctor Carlos Verdejo, coordinador de la guía y vicepresidente de la SEGG, “aunque hay muchos factores que pueden contribuir a ello, en especial los fármacos y algunas enfermedades, determinados cambios que ocurren con el envejecimiento hacen a las personas mayores más vulnerables a estos problemas”.
De hecho, a partir de los 40, se pueden observar cambios en la peristalsis y un deterioro progresivo de la contractilidad y de la función esfinteriana, así como cambios modestos en la presión esofágica y el retraso del vaciado gástrico.
La enfermedad por reflujo gastroesofágico tiene un impacto directo en la calidad de vida, sobre todo en las personas mayores, pues tienen más posibilidades de sufrir otras enfermedades o están siguiendo algún tratamiento farmacológico, muchas veces de forma indefinida.
“Así, la llamada incompetencia del esfínter esofágico inferior es más frecuente en mayores de 65 años, posiblemente influida por la ingesta de medicación propia de esa edad, como antihipertensivos, vasodilatadores, broncodilatadores o antidepresivos”, afirma el doctor Verdejo.
Esto supone también que existe también una disminución de la capacidad del esófago para eliminar el material refluido del estómago, debido a los trastornos de la motilidad esofágica y al descenso en la producción de saliva y de bicarbonato habituales en ancianos. Además, las medicaciones usadas para ciertas patologías pueden tener efecto sobre la motilidad esofágica. “Enfermedades como las cerebrovasculares, el Parkinson o la diabetes pueden influir, al igual que el aumento de la obesidad”, advierte este experto.
El tratamiento farmacológico de elección son los Inhibidores de la Bomba de Protones (IBP). “Sin embargo, la población de edad avanzada es el grupo con mayor probabilidad de presentar efectos secundarios por el tiempo de administración, además de sus propias condiciones clínicas debidas a los cambios fisiopatológicos”, explica el doctor Verdejo, reseñando que en algunas ocasiones se utiliza para indicaciones no aprobadas o por más tiempo del recomendado.
En este sentido, el doctor Verdejo apunta que “en pacientes con síntomas refractarios a IBP se han desarrollado y administrado productos que actúan por otros mecanismos mejorando las defensas de la mucosa gástrica. Está compuesto por ácido hialurónico y sulfato de condroitina disperso en un bioadhesivo transportador (poloxámero 407) que recubre la mucosa esofágica y actúa como una barrera mecánica contra los compuestos nocivos del reflujo, incluido tanto el ácido como la pepsina”.
Los expertos advierten de que en edades avanzadas disminuye la percepción del dolor. “Esto puede hacer que se empeore el pronóstico al diagnosticarse más tarde”, explica el doctor Verdejo. Por otro lado, la posición en decúbito habitual a estas edades, “puede incrementar la aparición de posibles complicaciones”, advierte el vicepresidente de la SEGG.
Por ello, una parte importante del manejo terapéutico de la ERGE en estos pacientes es la modificación de hábitos higiénico-dietéticos. “Pueden parecer sencillas, pero no siempre es posible ponerlas en práctica con facilidad por parte del paciente, y más en mayores, por lo que deberá ser un tratamiento individualizado para evitar complicaciones. En cualquier caso, deberán eliminar el tabaco, elevar la cabecera de la cama, evitar acostarse inmediatamente después de ingerir alimentos durante, al menos, 3 horas, perder peso si existe obesidad, evitar comidas copiosas o muy condimentadas…”, concluye el experto.