Un artículo de Victoria Pérez,
Directora Sanitaria de ORPEA
Las enfermedades neurodegenerativas, entre las que se encuentran el Alzheimer, el Parkinson y la Esclerosis Múltiple, constituyen un grupo heterogéneo de enfermedades producidas por la muerte progresiva de neuronas en diferentes regiones del sistema nervioso central, lo que origina signos neurológicos y neuropsicológicos que afectan a la calidad de vida de la persona.
Sus manifestaciones clínicas incluyen alteración del lenguaje, ansiedad, angustia, nerviosismo, inquietud, incapacidad para relajarse, inestabilidad emocional, apatía, psicosis, conductas hiperactivas y afectivas. Estos trastornos se asocian al deterioro cognitivo y a la capacidad funcional, que están directamente relacionados con la pérdida de la autonomía y también con la disminución de la autoestima.
Recibir el diagnóstico produce un gran impacto emocional en el paciente y en su familia, ya que las enfermedades neurodegenerativas se asocian a la aparición de diferentes grados de discapacidad e implican la necesidad de recursos sociosanitarios. Por eso, cuando una persona afectada por una enfermedad neurodegenerativa llega a un centro de ORPEA, el equipo multidisciplinar, formado por médicos, enfermeras, psicólogos, terapeutas ocupacionales, fisioterapeutas y trabajadores sociales, realiza una evaluación y valoración geriátrica integral para identificar y cuantificar los problemas físicos, funcionales, psíquicos y sociales que presenta, con el objetivo de definir y desarrollar un plan de tratamiento individualizado.
De acuerdo a la evaluación inicial, los profesionales realizan un proyecto de vida, valorando las necesidades, objetivos y acciones a desarrollar, que debe tener en cuenta la historia de vida de la persona. Es entonces cuando se asigna al residente a la Unidad de Vida más adecuada, donde permanecerá y desarrollará los distintos programas terapéuticos relacionados con el entrenamiento de las Actividades Básicas de la Vida Diaria (ABVD) y la estimulación cognitiva, y encaminados a mejorar su calidad de vida.
Estos programas terapéuticos suponen una alternativa a las sujeciones y contenciones e, incluso, disminuyen el índice de polimedicación y las alteraciones de conducta. Pero también evitan el aislamiento y la tendencia al sedentarismo, lo que mejora el estado de ánimo, la autoestima y el vínculo entre residentes y familiares.
Intervención terapéutica
En ORPEA adaptamos nuestra intervención terapéutica a las capacidades físicas, funcionales, cognitivas, conductuales y sociales de nuestros residentes. Cada uno tiene unas actividades favoritas, dependiendo de su nivel cultural y sus aficiones, lo que permite una mejor adherencia y que se mantengan en el tiempo. En cualquier caso, resultan satisfactorias, porque potencian su autonomía y autoestima, evitan el estrés y mejoran la calidad de vida del residente y de su familia.
La implicación de los profesionales es máxima desde sus respectivas especialidades: los médicos realizan una evaluación del estado clínico del residente, teniendo en cuenta factores de comorbilidad como polifarmacia o factores de riesgo cardiovascular; el terapeuta ocupacional evalúa alteraciones de las ABVD; el fisioterapeuta valora la limitación funcional y el riesgo de caídas; el psicólogo determina si existe deterioro cognitivo y su grado; la trabajadora social analiza la red de apoyo familiar y condiciones sociofamiliares; y las enfermeras evalúan el estado nutricional y la necesidad de cuidados especiales, como en el caso de personas con sonda y oxigenoterapia.
A través de diferentes programas terapéuticos, los profesionales prestan una atención integral y personalizada a los residentes para mejorar sus capacidades y habilidades:
- Físicas: programa de paseos, gerontogimnasia, fisioterapia individualizada, rehabilitación, psicomotricidad, etc.
- Cognitivas: estimulación sensorial y cognitiva, que trabaja el lenguaje y la orientación. Otras actividades con excelentes resultados son la terapia de reminiscencia y los talleres de memoria.
- Funcionales: programa de promoción de las ABVD, terapia funcional, cocina terapéutica, talleres de higiene bucodental o el programa de autonomía en la alimentación.
- Psicológicas, mediante talleres con familiares y residentes que ayudan a gestionar las emociones y los sentimientos. Por otra parte, la psicoestimulación fomenta la orientación temporoespacial de los residentes y la psicoeducación ayuda a pacientes con manifestaciones psiquiátricas.
- Lúdicas, mediante programas de animación sociocultural: salidas y excursiones, bingo, gymkanas, juegos de mesa, música y baile, fiestas y actuaciones, cine, encuentros intergeneracionales, etc.
También contamos con otros recursos que permiten trabajar de manera más individualizada con los residentes, como los huertos y jardines terapéuticos; el Café Alzheimer, donde compartimos espacio y conversación con las familias; y otras terapias como balneoterapia, aromaterapia, terapia acuática y terapia asistida con animales. Además, las nuevas tecnologías permiten trabajar los aspectos cognitivos y la psicomotricidad para mejorar, mantener o ralentizar el deterioro.
Experiencias intergeneracionales
Las relaciones intergeneracionales favorecen el envejecimiento activo y constituyen un factor importante para la motivación y participación de las personas mayores en su entorno. Asimismo, para los chicos supone una oportunidad de adquirir nuevos conocimientos, el sentido del respeto y la responsabilidad social.
Consciente de estos beneficios, organizamos actividades intergeneracionales de manera regular en sus centros. Concretamente, ORPEA Meco es la primera residencia de mayores con escuela infantil incorporada, que se ha convertido en una iniciativa intergeneracional pionera en nuestro país, que está consiguiendo excelentes resultados asistenciales, emocionales y psicológicos, tanto en los mayores como en los niños. En este centro, niños de entre seis meses y tres años y adultos mayores de 70 comparten espacios comunes y actividades.
Los beneficios de los programas intergeneracionales son numerosos, pero destaca la mayor integración de los mayores en el entorno inmediato que les rodea. Asimismo, los residentes se mantienen activos de una manera positiva y, en algún caso, se restablecen roles perdidos por enfermedad o por la ruptura con su entorno familiar y social. Por otra parte, como estos programas y actividades tienen un componente motivador y estimulante, permiten trabajar la comunicación y las funciones cognitivas, sensoriales y funcionales, así como las emociones y las relacionales sociales.
La importancia de una adecuada alimentación
Las enfermedades neurodegenerativas también producen alteraciones en los mecanismos de deglución y pueden producir disfagia (dificultad o imposibilidad de tragar alimentos, líquidos o sólidos), lo que conlleva desnutrición y deshidratación, así como un alto riesgo de atragantamientos que provocan neumonías por aspiración. Por ello, con frecuencia, resulta necesario un menú adaptado a las necesidades de la persona.
Nuestro objetivo es que los mayores coman de manera autónoma el máximo tiempo posible, con el fin de mantener un adecuado estado nutricional y evitar complicaciones respiratorias, labor que realiza el equipo multidisciplinar, formado por médico, fisioterapeuta, terapeuta, Dues, cocineros, dietista, el residente y su familia.
En primer lugar, buscamos estrategias para mejorar la deglución, tanto posturales como sensoriales, y, en segundo lugar, adaptamos la textura de la comida según la capacidad deglutoria del paciente. Para evitar atragantamientos, nunca mezclamos alimentos ni preparados con diferentes tipos de texturas. Además, nuestros menús aseguran el aporte calórico, proteico y vitamínico que necesita la dieta de las personas mayores.
Y todo ello garantizando el disfrute de las comidas, porque los mayores deben mantener el placer de comer. De esta manera, las texturas modificadas se hacen de acuerdo con dos principios:
- Preservación de los sabores. Los productos son cocinados y servidos por separado para asegurar la diferenciación de sabores.
- Atractiva presentación. La carne o el pescado cocinado tradicionalmente y adaptado (picado, texturizado o triturado) reconstruye la forma de los alimentos de origen: muslo de pollo, filete de pescado, ternera guisada, etc. También se presentan volúmenes variados y se incluye un mínimo de tres colores para elevar el apetito del comensal.
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