Un artículo de David Curto,
Jefe de Gestión Asistencial de Sanitas Mayores
Las demencias son el trastorno neurológico más habitual en personas mayores: afecta a una de cada 20 personas mayores de 65 años y a una de cada tres por encima de los 95. Su prevalencia aumenta conforme aumenta la edad, por lo que el incremento en la esperanza de vida también presupone un mayor índice de casos. Precisamente, el Instituto Nacional de Estadística estima que para 2050 los casos de demencia alcancen el millón de personas, lo que sitúa a estas patologías como uno de los principales retos sanitarios y sociales de nuestro país y de sociedades occidentales.
A día de hoy, su tratamiento es insuficiente y las medidas preventivas se centran básicamente en mantener unos hábitos de vida saludables. En el caso del tratamiento de los síntomas, en muchas situaciones, por conveniencia social y organizativa, es habitual recurrir a los psicofármacos sedantes sin base patológica que lo respalde, prescribiéndose para controlar alteraciones conductuales y mitigar los síntomas propios de las fases más avanzadas de la demencia como ansiedad, paranoia y agitación.
Esta medicación en exceso, en lugar de aportar beneficios al residente, genera un gran número de inconvenientes. Algunos estudios asocian las pautas inadecuadas de fármacos al aumento del número de caídas y consecuencias, delirios, incontinencia, complicaciones médicas e incluso aumento de la mortalidad. Un uso racional y adecuado puede aportar una mayor calidad de vida y una mayor autonomía a los mayores: ajustar la prescripción a una patología y utilizar la mínima dosis posible durante un tiempo controlado, es la tendencia hacia la que deben moverse los tratamientos para las personas con demencia.
Y no, no se trata en ningún caso de un problema que concierne únicamente a los médicos, sino también a los familiares de los residentes y a la misma conciencia social. Es habitual encontrar en la consulta familiares preocupados por ciertos comportamientos demandando mayores dosis de fármacos sedantes sin conocer bien los riesgos que estos implican para sus familiares.
Es por ello que se debe educar a la sociedad sobre estas prácticas para que poco a poco dejen de ser comunes, al mismo tiempo que se promulgan otro tipo de soluciones como por ejemplo las terapias ocupacionales. La idea es dejar de emplear los psicofármacos como sujeciones químicas, evolucionando hacia un cuidado que haga un uso adecuado de estos medicamentos, al igual que evolucionamos a una atención sin uso de sujeciones físicas.
Mayor conocimiento de terapias no farmacológicas
En Sanitas Mayores somos muy conscientes de los retos que suponen las demencias y desde hace varios años estamos trabajando en el uso racional de fármacos en el tratamiento de enfermedades neurodegenerativas. De forma individualizada para cada residente, lo que hacemos es enfocarnos en desarrollar terapias que ayuden al residente a mitigar los síntomas y ralentizar el desarrollo de la enfermedad con métodos no farmacológicos a través de terapias ocupacionales como danza, música, reminiscencia, estimulación sensorial en salas Snoezelen; e intervenciones asistidas con animales, robots o videojuegos.
Diferentes estudios han corroborado el éxito y el beneficio de este tipo de terapias y nosotros vemos los resultados positivos a diario, los mayores con demencia que participan en este tipo de actividades como complemento a su tratamiento farmacológico tienen una mayor calidad de vida. A través de nuestra experiencia, hemos comprobado que la personalización del tratamiento es esencial. El resultado depende en gran medida del grado de implicación del residente y de la familia, y cuanto mayor es este, mayor es el éxito de la terapia. De ahí la importancia de conocer bien cada caso: cuál es su historia personal, qué intereses tiene, qué actividades le gustan más o cuáles se adaptan en mayor medida a la etapa de la enfermedad en la que se encuentra.
Además próximamente vamos a publicar los datos de un estudio que hemos desarrollado junto a Blanquerna-Universitat Ramon Llull sobre el impacto de las estimulación multisensorial en salas Snoezelen. Se trata de una investigación que creemos será muy interesante para el sector porque aporta información adicional a lo que hay disponible hasta este momento, que por el momento es poco ya que la metodología es bastante reciente. Esperamos que este tipo de estudios ayuden a promover las terapias no farmacológicas en otros centros. Aunque por supuesto es fundamental preparar previamente a los profesionales implicados.
En nuestro caso, hemos diseñado un programa de formación dirigido a todos los trabajadores de los centros y también a los familiares de los residentes sobre disfagias, evitación y manejo de alteraciones de conducta, prescripción de calidad de psicofármacos, programas de prevención de caídas y formación jurídica, entre otros. Esto incluye por supuesto a todos los profesionales, desde directores y cuidadores hasta administrativos y personal de limpieza de cada residencia o centro de día.
De esta forma todo el personal conoce en profundidad a los residentes con demencia y puede aportarles una mejor calidad de vida. Los cursos de formación, talleres y charlas se han llevado a cabo de la mano de expertos de organizaciones punteras en el campo de las demencias. En la actualidad, además, estamos inmersos en un interesante estudio junto con la Universidad de Dartmouth (EEUU) sobre el uso racional de psicofármacos que esperamos arroje luz a su empleo en el manejo de enfermedades neurodegenerativas.
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