Un artículo de Laura María García Fernández,
Graduada en Educación Social y Máster Oficial en Gerontología, Dependencia y Protección de los Mayores
A medida que aumenta la esperanza de vida en la sociedad, se multiplica las posibilidades de que haya un aumento de casos relacionados con las enfermedades neurodegenerativas (en García González, 2014, p.51).
Las enfermedades neurodegenerativas destacan por un deterioro neurológico que, de forma paulatina, provocará que las personas mayores afectadas tengan dificultades en su rutina diaria, en la interacción con su entorno y en el cumplimiento de su proyecto de vida (Romero y Rodríguez Luque, 2017, p.50). Además, hay que sumarle el desasosiego propio y de sus seres queridos ante el diagnóstico, el conocimiento de la sintomalogía y el desarrollo de la enfermedad. A medida que transcurra el tiempo, la persona mayor necesitará más puntos de apoyos y, finalmente, tendrá que recurrir a terceras personas para que la cuiden hasta los últimos días de su vida.
En concreto, dentro de las enfermedades neurodegenerativas, la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2017), señala que las demencias se caracterizan por la pérdida de las funciones cognitivas, acompañada y, en ocasiones, precedida por un deterioro en la gestión de las emociones, de la motivación o de la conducta social, afectando a cada persona de forma diferente.
En relación a las demencias, se podrían mencionar la demencia asociada a la enfermedad de Parkinson, la enfermedad de Alzheimer, la demencia frontotemporal, la demencia por cuerpos de Lewy o la demencia vascular. Como se puede intuir, cada demencia tiene una serie de sintomalogía que la difiere de otras, aunque, a veces, puede ser difícil de diagnosticar al coincidir áreas afectadas y lesiones neuropatológicas (Aguilar et al., 2016).
Es importante destacar que la evolución de la enfermedad no sólo depende de las características de la persona mayor afectada, sino también del entorno y del acceso a distintos recursos que permitan paliar las consecuencias de los síntomas y retrasar, en la medida de lo posible, el avance de la enfermedad y, por lo tanto, la pérdida de autonomía.
No se ha de olvidar que las personas mayores afectadas con demencia tienen necesidades de apego y de relación. En concreto, Brooker y Surr (2005) señalan que, desde el modelo de Atención Centrada en la Persona (ACP), las personas con demencia tienen cinco necesidades: confort, identidad, apego, ocupación e inclusión (en Vila-Miravent et al., 2012). Estas necesidades, a veces, son olvidadas desde modelos de atención que se enfocan en los déficits y cubren solo necesidades asistenciales.
Es fundamental para el buen desarrollo de una intervención analizar las fortalezas y las oportunidades, así como conocer las historias vitales de las personas mayores, sus redes de apoyo, sus intereses y sus propias necesidades. Por lo tanto, el conocimiento de estos datos es crucial para adaptar el tratamiento a la persona, favoreciendo, en la medida de sus posibilidades, la toma de decisiones de la persona mayor afectada.
Según Olazarán et al. (2010), el tratamiento no farmacológico consiste “en una intervención no química, teóricamente sustentada, focalizada y replicable, realizada sobre el paciente o el cuidador y potencialmente capaz de obtener un beneficio relevante”. Es decir, este tipo de tratamientos se caracteriza por no utilizar productos químicos y por proporcionar bienestar personal, emocional y social. El objetivo del tratamiento no farmacológico es compensar los déficits que se están produciendo y mantener, mientras se pueda, las habilidades cognitivas y funcionales. De esta forma, se mejorará la calidad de vida tanto de las personas mayores afectadas como de las familias.
Estos tipos de tratamientos tienen que estar basados en la evidencia científica y realizarse por profesionales que supervisen el buen desarrollo de las intervenciones. Es decir, no se puede hacer de forma arbitraria, sino que conlleva un proceso para su puesta en práctica y tiene que aportar consecuencias positivas predecibles para la persona mayor (Confederación Española de Asociaciones de Familiares de personas con Alhzeimer y otras demencias [CEAFA], 2016, p.11).
Por otra parte, en relación a los tratamientos no farmacológicos existen diversos tipos de intervenciones como el ejercicio físico, la terapia de validación, la terapia de orientación a la realidad, la atención plena, la terapia recreativa, entre otras. A continuación, se explica brevemente algunos tratamientos no farmacológicos:
Estimulación cognitiva: hace referencia a las actividades que tienen como objetivo estimular distintas funciones cognitivas como la percepción, la atención, la memoria, el lenguaje, el razonamiento, entre otras, teniendo como consecuencias el mantenimiento de las capacidades preservadas, la prevención de la pérdida de la autonomía y la mejora del bienestar personal y social (Villalba y Espert, 2014).
Método Montessori: aunque tradicionalmente creado por María Montessori para las niñas y los niños con capacidades diversas, se ha adaptado a las personas mayores conservando aspectos esenciales de la metodología como la libertad de movimiento, la libertad de elección, el control de errores en los materiales, la presentación de los materiales de las actividades propuestas siguiendo un orden concreto (se colocan de arriba a abajo y de izquierda a derecha en un ambiente seguro). Se debe adaptar, en cada momento, a las necesidades de la persona mayor afectada, variando su complejidad y el nivel de abstracción. Este método aporta numerosos beneficios como la disminución de la agitación, el incremento de las interacciones sociales y la estimulación cognitiva de las personas mayores con demencia (Buiza et al., 2005).
Reminiscencia: hace referencia a técnicas que evocan recuerdos ligados a la historia vital de la persona mayor afectada mediante olores, fotografías, objetos, música, … Se puede realizar de forma grupal o individual. Según Irazoki et al. (2017), la reminiscencia aporta beneficios como la disminución de las alteraciones conductuales en las personas afectadas por demencia, el aumento de la participación, la mejora del estado de ánimo y de la cognición.
Terapia asistida con animales: consiste en involucrar a animales entrenados (caballos, conejos, perros, …) en intervenciones que son guiadas por profesionales y que proporcionan bienestar físico, psicológico y social (Martos Montes et al., 2015, p. 6).
Musicoterapia: en personas afectadas de demencia, mejora la calidad de vida y disminuye la depresión, además de ser una forma de estimular la memoria autobiográfica (Custodio et al. , 2017).
Arteterapia: Domínguez-Toscano et al. (2017) define esta terapia como “una modalidad de intervención terapéutica que integra prácticas asistenciales y/o formativas, mediadas por el arte en cualquiera de sus formas de expresión (visual, musical, corporal, verbal) o mediante la integración de las mismas”.
Finalmente, no hay que olvidar que una parte de los destinatarios de los tratamientos no farmacológicos son las personas cuidadoras. Éstas pueden presentar un nivel alto de ansiedad ante una situación estresante y de gran incertidumbre. Dentro del cuidado informal, las personas que se responsabilizan de su cuidado suelen ser mujeres que tienen lazos afectivos con la persona afectada, generalmente, la pareja y las hijas (Abellán et al., 2017,p.25). Las cuidadoras tienen que hacer frente a cambios conductuales y cognitivos que la enfermedad provoca en sus familiares, siendo algunos comportamientos bastantes disruptivos.
A raíz de estas situaciones que se pueden dar, es importante cuidar la salud física y psicoafectiva de las familias cuidadoras. Enseñar cómo abordar los síntomas conductuales y psicológicos, además de crear espacios lúdicos y recreativos con el fin de que las familias puedan tener nuevas vías de comunicación y reforzar, de esta forma, los vínculos afectivos. Finalmente, es necesario que las familias aprendan técnicas de relajación y se fomente el desarrollo personal y social de los familiares cuidadores.
Bibliografía:
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Aguilar, LC., Martínez, A., y Sosa AN. (2016). Diagnóstico diferencial de las demencias. Archivos de Neurociencias (Mx, D.F.), Suplemento especial, 21, 26-38.
Buiza, C., Etxebarría, I., y Yanguas, J. (2005). Deterioro cognitivo grave. Madrid. Portal Mayores, Informes Portal Mayores, nº27. Recuperado de: http://envejecimiento.csic.es/documentos/documentos/buiza-deterioro-01.pdf
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Olazarán, J., Reisberg, B., Clare, L., Cruz, I., Peña-Casanova, J., Ser,T., Woods, B., Beck, C., Auer, S., Lai, C., Spector, A., Fazio, S., Bond, J., Kivipelto, M., Brodaty, H., Rojo, J.M., Collins, H., Teri, L., Mittelman, M., Orell, M., Felmand, H., & Muñiz, R. (2010). Eficacia de las terapias no farmacológicas en la enfermedad de Alzheimer: una revisión sistemática. Dementia and Geriatric Cognitive Disorders, 30, 161-178.
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Sobre la autora: Laura María García Fernández
Laura María García Fernández es Graduada en Educación Social y Máster Oficial en Gerontología, Dependencia y Protección de los Mayores por la Universidad de Granada. Cuenta con formación en psicogerontología, atención plena e igualdad, y ha sido ponente en las Jornadas «Hacia una sociedad para todas las edades» de la Universidad de Granada. Actualmente se encuentra inmersa en la búsqueda activa de trabajo en el ámbito de la Gerontología.
Correo de contacto: lmgfeduso@nullgmail.com