Para la realización de esta investigación, publicada por la revista Journal of Antimicrobial Chemotherapy, se ha utilizado una técnica de medición de la calidad del hueso diseñada en los Estados Unidos en colaboración con profesionales del hospital, y un protocolo desarrollado por los mismos profesionales, para certificar que el riesgo de fracturas está relacionado con la inflamación que provoca la infección crónica, lo que «significa un cambio en la concepción de este problema y en su abordaje», aseguran los investigadores.
Y es que los pacientes con VIH, gracias a los tratamientos antirretrovirales, han alargado su esperanza de vida, pero, a la vez, han desarrollado todo un abanico de comorbilidades, otras patologías asociadas a la medicación que toman, como problemas cardiovasculares, renales o en los huesos. En estos casos, las pruebas de densitometría muestran una disminución de su densidad mineral ósea (los niveles de calcio en el hueso), un indicador de riesgo de fracturas.
Este estudio, encabezado por el Dr. Robert Güerri, médico adjunto del Servicio de Enfermedades Infecciosas y autor principal, indica que esta prueba, por sí sola, no predice si el paciente sufrirá problemas. De hecho, asegura que con los resultados del trabajo “hemos visto que es el mismo VIH el que afecta al hueso, mientras el tratamiento antirretroviral mejora el estado óseo de los pacientes”.
Los investigadores han seguido la evolución de la salud ósea de 20 pacientes con VIH durante un año de tratamiento, y la han comparado con la de personas que no sufren la infección. La conclusión es que el virus provoca una infección crónica que despierta la respuesta del sistema inmunológico a través de un proceso de inflamación. Y es esta respuesta la que afecta a la salud de los huesos de los pacientes.
Por lo tanto, la acción de los antirretrovirales, al hacer disminuir la carga vírica, también reduce la inflamación y, por lo tanto, el riesgo de fractura. “El tratamiento antirretroviral hace bajar la densidad mineral ósea, pero la calidad del hueso, como estamos mejorando el estado inflamatorio, en realidad, mejora”, asegura el Dr. Güerri.
Las pruebas, realizadas por primera vez en estos pacientes con un sistema de microindentación (OsteoProbe, que mide la dureza de los huesos gracias a un golpe que se da a la tibia con una microaguja), determinaron que el estado de los huesos de los pacientes pasó de un nivel 86 de media, cuatro puntos per debajo del de las personas del grupo de control, a lograr el mismo nivel un año después de iniciar el tratamiento.
Para el Dr. Güerri, se trata de un cambio de paradigma en el abordaje de las comorbilidades óseas en enfermos con infección por VIH, ya que “con esta técnica complementamos la información de la densitometría, permitiéndonos ver el estado del hueso y el riesgo de fractura, de manera que podemos contemporizar posibles cambios de tratamiento”
Hasta ahora, al detectarse un descenso acusado de la densidad mineral ósea, se optaba por cambiar el tipo de tratamiento antirretroviral del paciente, dejando de utilizar el de primera elección para evitar el riesgo de fracturas. Ahora, los datos de este nuevo estudio confirman que, en la mayor parte de los casos, no hay que realizar este cambio.
En sus conclusiones, los investigadores apuntan que una vía de señalización, una molécula, la Wnpt (β-catenina), implicada en el proceso de desarrollo del hueso, puede ser una buena diana terapéutica en estos pacientes, actuando sobre sus antagonistas, las proteínas codificadas por los genes DKK1 y SOST. Los investigadores quieren analizar si la utilización de nuevos tratamientos que la bloquean puede ayudar a evitar problemas óseos. Algo especialmente importante teniendo en cuenta que los pacientes con infección por VIH tienen tres veces más probabilidades de sufrir una fractura, cifra que se eleva hasta seis veces más en el caso de fracturas de cadera.
Este estudio ha contado con la participación de profesionales de los servicios de Enfermedades Infecciosas y de Medicina Interna del Hospital del Mar, así como de miembros del Grupo de investigación músculo-esquelética del IMIM. También ha colaborado el Dr. Todd T. Brown, de la Johns Hopkins University, en los Estados Unidos. Los interesados pueden consultarlo aquí.