Un artículo de
Fernando Sánchez Luque,
Content manager Essence
El “Silver Tsunami” ya nos ha atrapado. Por primera vez en la historia el número de personas en el mundo de más de 65 años supera a las que tienen menos de 5 y España no es ajena a este fenómeno. En 2033, uno de cada cuatro españoles tendrá 65 años o más. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) las cifras de mayores que viven solos aumentarán hasta alcanzar los 5,8 millones en 15 años.
Los desafíos de esta parte importante de la población que quiere envejecer en su propio hogar se refieren, obviamente, a las necesidades de salud, sociales y emocionales que una persona mayor puede necesitar y a las necesidades que pueden abordarse para ayudarles a mantener una vida plena en su propio hogar. Esto es, a lo que debería aspirar la idea de envejecer en tu propio hogar no debería ser solo mantener la calidad de vida a la que está acostumbrada la persona, sino también mejorarla siempre que sea posible.
La forma de entender esta fase del envejecimiento ha ido evolucionando hacia mejores condiciones, ya que ahora a los mayores en esa horquilla de edad les gusta además de mantener la autonomía, el bienestar y su salud, hacerlo de forma independiente, sin perder autonomía y sintiéndose protegido y seguro en todo momento, tanto él como su propia familia.
La posibilidad de envejecer en el propio hogar (“Aging in Place”) es ya una realidad gracias a que la tecnología que lo hace posible está más que testada. Ya podemos decir que la tecnología se ha convertido en una extensión imperceptible en la vida de los mayores que quieren continuar viviendo de forma independiente en los hogares donde han pasado sus mejores años de vida. Les acompaña, siempre alerta, y actúa justo cuando esas personas la necesitan, de una forma nada intrusiva.
Encontramos ya entornos de teleasistencia avanzada que permiten la instalación de sensores en diferentes espacios estratégicos de la casa (cama, puertas, ventanas, frigoríficos…) y que, gracias a la Inteligencia Artificial, aprenden durante unos días de los hábitos del residente para lanzar alertas a familiares y cuidadores en centros de monitorización ante la detección de cualquier anomalía en sus rutinas diarias.
Es una necesidad del mercado que este nicho de población disfrute de una vida independiente en plenitud y la innovación tecnológica está ayudando a mejorar su calidad de vida y a aumentar la confianza y la seguridad de sus familiares, que también pueden ya recibir alertas en cualquier momento en el que esos dispositivos detecten cualquier desviación de sus hábitos diarios.
El uso de asistentes de voz, una de los grandes tendencias tecnológicas a nivel mundial en la actualidad, también tiene su aplicación en el campo de la Teleasistencia con dispositivos que solo necesitan de eso, de la propia voz del usuario, para lanzar alertas a centros de monitorización, lo que impulsa extraordinariamente el campo de cobertura para este tipo de necesidades a colectivos con discapacidad.
Así pues, el uso de la voz, el empleo de la IA para el análisis de rutina, nos acerca a un modelo de teleasistencia en el que la tecnología actúa únicamente en el momento en el que el usuario la necesita, alejándonos de los tradicionales botones de alarma. Es la llamada teleasistencia avanzada, sin botones, cada vez más presente por parte de los prestadores de teleasistencia así como de la propia administración.
La tecnología está siendo la palanca que impulsa el salto de una teleasistencia reactiva hasta otros entornos completamente predictivos, capaces de predecir comportamientos para aumentar la protección de las personas mayores y poder garantizarles esa premisa de que una mejor vida siempre es posible.