Un artículo de la Dra. Mª José Busto Martínez, Médico de familia

Para un envejecimiento activo y saludable se debe tener en cuenta el adecuado estado nutricional de las personas mayores. La desnutrición, el sobrepeso y la obesidad se han relacionado con mayor presencia de enfermedades, peor calidad de vida y más mortalidad. En el anciano la prevención y detección de estas patologías constituye gran parte del trabajo de los profesionales.
La malnutrición en el anciano es un problema de salud considerable. En los diferentes estudios de prevalencia se tienen en cuenta distintos niveles de atención y parámetros en su diagnóstico por lo que la variabilidad de la prevalencia se encuentra en un rango muy amplio ( 12,5-78,9%) [1-3]. La prevalencia por niveles asistenciales es la siguiente:

  • Anciano en residencia pública: 2 %
  • Anciano su domicilio: 5-8 %
  • Ancianos enfermos institucionalizados: 50 %
  • Ancianos en hospital por patología médica: 44 %
  • Ancianos en hospital por patología quirúrgica: 65 %

La desnutrición, el sobrepeso y la obesidad se han relacionado con mayor presencia de enfermedades, peor calidad de vida y más mortalidad

 
Otro dato que refleja la magnitud del problema en nuestro medio es un estudio publicado en 2009 y realizado en población española mayor de 65 años. La valoración del estado nutricional en este estudio, contó con una muestra de 22.007 personas residentes en España donde se muestra que un 4,3% de la población anciana sufre desnutrición y un 25,4% está en riesgo de padecerla [4].
Además de la prevalencia, las consecuencias de la desnutrición en el anciano hablan de más visitas al médico de cabecera, menor actividad física y social, ingresos hospitalarios más largos y mayor probabilidad de institucionalización. A nivel individual la desnutrición se relaciona con mayor riesgo de infecciones, retraso en la cicatrización de heridas, riesgo de úlceras por presión, disfunción muscular y mortalidad.

Diferentes tipos de desnutrición
  • Desnutrición calórica

Suele producirse como consecuencia de enfermedades crónicas que reducen la ingesta. En este tipo de desnutrición suele haber caquexia con pérdida muscular generalizada y ausencia de grasa subcutánea, no suelen tener edemas periféricos y las proteínas viscerales y en plasma son con frecuencia normales. Si existe disminución gradual de las medidas antropométricas.

  • Desnutrición proteica

En este caso, el inicio y desarrollo son rápidos habiendo una disminución de los depósitos de proteína visceral. Puede ser consecuencia de una situación de estrés y son frecuentes los edemas.

  • Desnutrición mixta

La presentan aquellos sujetos que previamente presentan  desnutrición calórica y que de forma añadida sufren un proceso agudo que ocasiona desnutrición calórico-proteica por el aumento de la demanda de requerimientos proteicos.

La desnutrición debe ser considerada como una situación nutricional aguda, subaguda o crónica y se diferencia la desnutrición sin inflamación, que ocurre como consecuencia de descenso en la ingesta y la desnutrición en el contexto de actividad inflamatoria que será más o menos grave según la intensidad o cronicidad del proceso. Si el proceso inflamatorio predomina puede aparecer caquexia.

Anorexia del envejecimiento

En el anciano hay pérdida de hambre y de apetito con sensación de saciedad precoz, dieta menos variada e ingesta más lenta por motivos mecánicos del aparato gastrointestinal y de los órganos de los sentidos. Entre los 20 y los 80 años se reduce la ingesta aproximadamente un 30%. Los mecanismos implicados en esta disminución de apetito en el anciano son:

  • Gusto y olfato alterado que llevan a falta de interés por la comida (influyen disminución de papilas, alteración del umbral de percepción y polifarmacia). A este factor se suman las alteraciones de la dentadura.
  • Alteración de distensibilidad del fundus y un vaciamiento gástrico más lento que provoca aumento de Colecistoquinina ( CCK) con efectos saciantes.
  • Factores psicosociales: La prevalencia de demencia y depresión en el anciano junto con determinados factores sociales puede repercutir sobre el apetito y el interés por la comida.
Educacion nutricional e intervenciones en el anciano desnutrido

Toda intervención nutricional debe estar encaminada a mantener la funcionalidad de la persona para que sea lo mas independiente posible y pueda continuar con sus actividades habituales, sus relaciones y su entorno. La labor preventiva de los profesionales sanitarios en ocasiones conlleva revisar pautas de tratamiento que pueden estar interfiriendo con la ingesta y el apetito. En muchas ocasiones los objetivos terapéuticos de determinadas patologías crónicas pueden variar para evitar la malnutrición y pérdida de funcionalidad.
Una vez detectada la desnutrición y las causas que intervienen en ella, la primera medida es prescribir una dieta. Además de las diferentes intervenciones en función de la severidad es fundamental que el dietista contextualice la situación del anciano e intente respetar sus gustos, costumbres y preferencias.
Se debe explorar la situación de enfermedad, círculo social, cambio de lugar de residencia e intervenir para optimizar las medidas que se tomen. Por ejemplo, un anciano que ha sido dado de alta tras una enfermedad aguda y se traslada a una residencia, puede dejar de comer por diferentes horarios, falta de costumbre a nuevos sabores, presentaciones y consistencias.

En el anciano hay pérdida de hambre y de apetito con sensación de saciedad precoz

 
No sólo es necesario educar al anciano, también hay que contextualizar y educar en hábitos que favorezcan la ingesta a los encargados del cuidado ya sean familiares o profesionales. Algunos estudios han demostrado que puede ser beneficioso utilizar porciones pequeñas de alimento proteico y energético entre comidas a modo de aperitivo e intentar flexibilizar la ingesta a la situación de enfermedad y tratamientos del paciente. Estas recomendaciones suponen sobrecarga de recursos por lo que es necesario concienciar de la necesidad de las intervenciones a la institución y a los profesionales.
La educación y el consejo nutricional debe hacerse sobre: ejercicio físico, salud emocional, calidad de vida, medidas antropométricas, morbilidad y mortalidad y necesidad de personal especializado que se encargue de la alimentación. La participación del anciano y su motivación en conseguir resultados también ha demostrado efectos beneficiosos. En este sentido hay que tener cautela con las dietas restrictivas recomendadas por alguna patología (hipolipídicas, antidiabéticas o hiposódicas), ya que pueden llevar a la desnutrición.
Se debe promover la implicación del anciano, de los cuidadores y de los profesionales, estar alerta ante las recomendaciones de dietas restrictivas y recomendar programas de ejercicio físico paralelos a las pautas dietéticas.
Una vez evaluada la desnutrición y valorando la necesidad de apoyo y corrección de factores de riesgo, se deben calcular los requerimientos de energía y proteínas. El aporte debe ser personalizado: 25-35 kcal/Kg./ día con aporte proteico de 1,2-1,5 g/Kg/día, teniendo en cuenta las necesidades personales de cada anciano si existen patologías concomitantes.
En ancianos inapetentes, la proteína que se de al paciente debe ser de alto valor biológico. La elección del tipo de alimentación se basa en la situación nutricional, la capacidad para alimentarse, las enfermedades del paciente, el grado de autonomía o discapacidad, la necesidad de ayuda técnica y las preferencias del paciente.
Aunque no se haya detectado desnutrición pero si una disminución de la ingesta por algún motivo reciente es necesario dar recomendaciones dietéticas, dieta enriquecida y hacer seguimiento y vigilancia del estado nutricional. Por ejemplo, pacientes en fase de convalecencia o recuperación de una enfermedad aguda o ingreso hospitalario: neumonía, fractura de cadera, intevención quirúrgica, etc.
Si la ingesta alimentaria es normal y la desnutrición leve-moderada se dará una dieta enriquecida, recomendaciones dietéticas y nueva evaluación en un mes. Si la desnutrición es severa se añade suplementación oral y evaluación en 2 semanas. Si la ingesta alimentaria es mayor del 50% de lo normal y la desnutrición leve-moderada, se puede pautar suplementación oral y nueva evaluación en 15 días. Si la desnutrición es severa, pautar suplementación oral en todos los casos y reevaluar en una semana. En casos de ingesta menor del 50% y desnutrición moderada dar recomendaciones dietéticas, dieta enriquecida, suplementación oral y evaluación en una semana. Si la desnutrición es severa administrar nutrición enteral desde el inicio [4].
En cuanto a los micronutrientes, las necesidades de vitaminas y minerales no varían respecto al adulto sano, salvo en la necesidad de asegurar una ingesta mínima de calcio y vitamina D para prevenir osteoporosis . En ancianos alcohólicos están justificados los suplementos de ácido fólico y tiamina. Aunque se han relacionado algunas neoplasias con ingesta disminuida de algunos nutrientes, la administración de suplementos de forma indiscriminada no reduce la mortalidad por cáncer, siendo recomendable una dieta equilibrada [5].
Referencias bibliográficas:

  1. Ramos Martinez A, Asensio Vegas A, Núñez Palomo S, Millán I. Prevalencia y factores asociados a malnutrición en ancianos hospitalizados. An Med Interna (Madrid) 2004; 21: 263-8.
  2. Milà Villarroel R, Formiga F, Duran Alert P, Abellana Sangrà R. Prevalencia de malnutrición en la población anciana española: una revisión sistemática. Med Clin 2012;139:502-8. DOI: 10.1016/j.medcli.2012.04.008
  3. Vaca Bermejo R , Ancizu García I , Moya Galera D , De las Heras Rodríguez M, Pascual Torramadé J .Prevalencia de desnutrición en personas mayores institucionalizadas en España: un análisis multicéntrico nacional.. Nutr Hosp. 2015;31(3):1205-1216
  4. Abizanda Soler P, Rodríguez Mañas L. Tratado de medicina geriátrica. Fundamentos de la atención sanitaria a los mayores. Elsevier. 2014; Cap 27 :291-229
  5. Robles-Agudo F, Sanz Segovia F, López-Arrieta JM, Beltrán de la Ascensión M. Alimentación y cáncer. Rev Esp Geriatr Gerontol 2005; 40 (39): 184-94
Sobre la autora: Mª José Busto Martínez

Mª José Busto Martínez es Médico de familia en el Centro de Salud Las Cortes de Madrid. Licenciada en Medicina y Cirugía, Especialidad en Medicina Familiar y Comunitaria. Doctora en Medicina (Programa de Doctorado en Geriatría, UCM). Profesora colaboradora de la Facultad de CC de la Salud de UNIR.