Un artículo de David Roa Arbeteta,
Experto en la gestión de centros sanitarios y de servicios sociales
En el año 2060 habrá en España más de 16 millones de personas mayores de 65 años, un 30% de la población total del país que tendrá unas necesidades e inquietudes concretas que debemos cubrir y satisfacer. A este rápido proceso de envejecimiento demográfico tenemos que unir otro hecho significativo y es que a día de hoy más del 70% de la población mayor reside en núcleos urbanos que superan los 10 mil habitantes.
Nos enfrentamos por tanto a dos retos importantes: un envejecimiento poblacional sin precedentes y un proceso, de momento imparable, de urbanización y abandono de las áreas rurales. Antes estas proyecciones debemos preguntarnos si nuestras ciudades están preparadas para absorber una masa tan importante de gente mayor en sus calles y si tenemos los suficientes recursos públicos para atenderles adecuadamente.
A día de hoy la respuesta es claramente no. No cabe duda de que en los últimos años se han realizado esfuerzos municipales para adaptar los espacios públicos a personas con movilidad reducida o hacer programaciones culturales orientadas a los mayores, actuaciones insuficientes que contrastan con lo incómodo que puede resultar para una persona mayor el moverse o vivir de manera plena la vida urbana diaria en grandes ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia.
Ante los retos futuros, que cada día tenemos más cercanos, la Organización Mundial de la Salud promovió en el año 2005 la creación de la Red Mundial de Ciudades Amigables con las Personas Mayores. Un total de 35 ciudades de 22 diferentes países se unieron a este proyecto con resultados dispares. El principal objetivo de este gran proyecto no es otro que apoyar y favorecer el envejecimiento activo de la población haciendo de las ciudades un espacio más amable para sus habitantes de todas las edades.
De este proyecto global y de muchas iniciativas públicas y privadas surgen una serie de sencillos cambios que todas las ciudades deben emprender para ser elementos clave en el envejecimiento activo de la población:
1 – Espacios públicos
Debemos hacer calles amigables para los mayores instalando bancos para su descanso en las aceras, señalizaciones con letras más grandes, aseos públicos gratuitos con poca distancia entre sí, mayores espacios verdes, aumentar el número de rampas y aceras accesibles. Se debe igualmente colocar semáforos para invidentes en todos los cruces y evitar las diferencias de altura entre la carretera y las aceras.
En los centros comerciales, tiendas y empresas debemos tomar conciencia del envejecimiento poblacional y priorizar la atención a los mayores, evitando que tengan que hacer largas esperas para comprar o ser atendidos en las administraciones donde realizan sus trámites.
Se deben aumentar las zonas peatonales y recuperar las calles para los ciudadanos, usando igualmente materiales no resbaladizos y adaptados a la perdida de vista o audición que suelen aparecer con el paso de los años.
2 – Transporte e infraestructuras
Cambios tan sencillos como aumentar el tiempo disponible para cruzar los pasos de cebra, incrementar el número de asientos adaptados y reservados para los mayores en los trenes o favorecer la ampliación de la flota de taxis adaptados, mejorará la capacidad de movimiento de nuestros mayores.
Todas las estaciones de tren y metro deben contar con ascensores y se debe promover una campaña de concienciación social sobre el uso adecuado del transporte ante necesidades especiales.
3 – Servicios sanitarios y sociales
Hay que poner sin duda alguna el foco en el papel que la sanidad pública debe jugar en la prevención y no solo en la curación de patologías asociadas a la edad. Se debe formar a los mayores sobre cómo cumplir años con salud a través de dietas adecuadas y ejercicio.
Se debe extender el servicio de atención a domicilio y teleasistencia, así como seguir desarrollando la ley de dependencia que aún está en pañales. El acceso a los medicamentos debe ser simplificado y racional, evitando la polifarmacia. Debemos incrementar de manera exponencial la construcción o gestión de residencias y centros de día para la atención de los mayores, viendo en estas inversiones una manera de desarrollar la economía y no solo un gasto sino una verdadera inversión.
4 – Participación social
Los mayores constituyen un porcentaje muy alto de nuestra población total, por tanto, debemos escuchar su voz y favorecer la aparición de consejos y grupos de trabajo públicos con ellos. De estos grupos deben salir propuestas cívicas, culturales y sociales que deben aplicarse en las diferentes ciudades.
Igualmente debemos planificar para ellos más actividades culturales, más horas de televisión orientadas a sus intereses y sin duda un papel social relevante en el coaching formativo a perfiles junior que empiecen a formar parte de empresas donde ellos han desarrollado su actividad durante muchos años. El voluntariado intergeneracional debe ser promovido desde las entidades públicas, poniendo en contacto y comunión a adolescentes y niños con personas de edad avanzada.
5 – Vivienda
Desde las entidades públicas se debe favorecer la adaptación de las viviendas a las necesidades de nuestros mayores. Adaptar una vivienda no consiste sólo en instalar un ascensor, se debe también ayudar en el asesoramiento a las familias para que el mobiliario, iluminación y la eliminación de barreras arquitectónicas dentro del hogar, sea posible.
Como conclusión, debemos entender que los retos que están por llegar y trabajar desde ya para poder afrontarlos con garantías de éxito. Solo si empezamos ya a transformar nuestras ciudades seremos capaces de combatir la soledad y el reclutamiento en domicilio de nuestros mayores, favoreciendo no solo su participación social y mejorando su calidad de vida, sino enriqueciendo la vida de las ciudades y aprovechando su diversidad para mejorar.
do la vida de las ciudades y aprovechando su diversidad para mejorar.
Sobre el autor: David Roa Arbeteta
David Roa Arbeteta es
un profesional sanitario experto en la gestión de centros sanitarios y
de servicios sociales con una experiencia superior a los diez años en el
área de la salud, el bienestar y la geriatría.
Diplomado
en fisioterapia por la URJC de Madrid, termina su formación sanitaria
con el Máster en osteopatía por la EOM y con el Máster en Dirección de
Servicios Sociales por ESADE. Ha liderado la formación internacional de equipos sociosanitarios en la India, México, Brasil, Malasia y es tutor en la URJC de Madrid.
Creador de protocolos y programas de rehabilitación física en el área del senior, colaboradora en diversos medios de comunicación
con artículos orientados al bienestar y la salud. En su experiencia
profesional destaca la gestión y dirección de diferentes centros
sanitarios y de mayores.
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