La flora intestinal, o microbiota, está compuesta por bacterias que habitan en el intestino y no solo se encargan de ayudar a digerir los alimentos, producir vitaminas, ácidos grasos y biliares, así como estimular al sistema inmune, sino que también juegan un papel muy importante en el proceso de envejecimiento.
Y es que un reciente estudio de la Universidad de Oviedo, liderado por los doctores Carlos López-Otín y Pedro Moral Quirós, ha revelado que la microbiota intestinal de individuos longevos es diferente a la de ratones con progeria, enfermedad que se caracteriza por un envejecimiento acelerado, y contiene más bacterias beneficiosas.
Tal y como afirma la doctora Mikele Macho, adjunta del servicio de Microbiología Clínica y Control de Infección del Hospital Universitario Basurto y miembro de la Asociación Microbiología y Salud (AMYS), «el tipo de vida que llevamos en la actualidad, el estrés, una alimentación inadecuada (tanto en cantidad como en calidad), así como factores ambientales como la polución, tienen efectos negativos sobre la flora intestinal”.
Esta especialista recomienda estar alerta para identificar los síntomas más frecuentes que pueden aparecer cuando la microbiota está alterada y que están relacionados con el metabolismo y la digestión de los alimentos como son: dolor e hinchazón abdominal, molestias intestinales, gases, estreñimiento o diarrea.
La doctora destaca que existe una correlación entre la microbiota intestinal y diversas patologías como la obesidad, la enfermedad inflamatoria intestinal, la alergia, el asma, la diarrea por Clostridium difficile, el cáncer colorrectal y las alteraciones del sistema nervioso central. Y una vez la microbiota está dañada los efectos adversos pueden atenuarse a través de la dieta y los alimentos funcionales como los probióticos y los prebióticos.
Los probióticos son microorganismos vivos que ingeridos en proporciones adecuadas son beneficiosos para la salud, y que se pueden encontrar en alimentos como el yogur, la leche fermentada y el queso, entre otros. Por el contrario, los prebióticos son substancias no digeribles, como la fibra, que estimulan el crecimiento y la actividad de determinadas bacterias beneficiosas del intestino.
En este sentido, “todas estas medidas tienen múltiples efectos positivos sobre la función del sistema inmune, la regulación de neurotransmisores y la reducción del estado inflamatorio propio del envejecimiento”, destaca la Dra. Macho, subrayando que, “aunque de momento el trasplante fecal solo se utiliza para tratar la diarrea por C. difficile y, así, recuperar la biodiversidad y el equilibrio bacteriano más saludable, su aplicación podría ser muy beneficiosa en otro tipo de enfermedades o en el envejecimiento”.
Los antibióticos pueden dañar la microbiota intestinal
La composición de la microbiota intestinal está determinada por la base genética individual y por múltiples factores ambientales que repercuten en ella, siendo los más importantes la edad, la dieta y la ingesta de antibióticos. ”A pesar de que estos últimos son imprescindibles para tratar infecciones bacterianas potencialmente mortales, también pueden provocar efectos secundarios adversos como la disbiosis de la flora intestinal, especialmente cuando se usan de forma inadecuada”, asegura la microbióloga de la Asociación Microbiología y Salud (AMYS).
Muchos antibióticos disminuyen esta población de bacterias, que contribuyen a mantener un buen estado de salud, con el incremento de otras bacterias menos saludables. Tal y como señala la especialista “la recuperación de la microbiota intestinal tras terminar un tratamiento con antibióticos varía en función del tipo de antibiótico ingerido, la dosis y la duración pero también depende de la estabilidad previa”. La diversidad bacteriana intestinal se recupera paulatinamente, aunque advierte que “en algunos casos puede que alguna especie bacteriana no se recupere nunca”.