La enfermedad de Parkinson se asocia al temblor, pero hay pacientes con Parkinson que no tiemblan y, al contrario, pacientes con temblor que no tienen esta enfermedad”, tal y como afirma la Dra. Inés Legarda, neuróloga de la Unidad de Trastornos del Movimiento del Hospital Universitario Son Espases de Palma de Mallorca.

La Dra. Legarda, que ha coordinado la reunión ‘Parkinson en 2020. ¿Avanzamos?’, celebrada en la capital balear e impulsada por TEVA Neuroscience, destaca que “aunque los síntomas motores, como la lentitud, la rigidez, el trastorno de la marcha o el temblor, son los más habituales y conocidos a la hora de hacer un diagnóstico de Parkinson, actualmente es sabido que hay muchos síntomas no motores que están presentes desde el inicio, incluso antes de que aparezca la enfermedad”.

De hecho, esta especialistas incide en que “algunos de los síntomas no motores sirven como marcadores diagnósticos, como los trastornos del sueño o la pérdida de olfato”. En este sentido, “el mayor conocimiento de toda esta sintomatología no motora y los avances en técnicas de neuroimagen funcional (como la resonancia magnética) y en la determinación de proteínas anómalas en líquido cefalorraquídeo han contribuido a diferenciar la enfermedad de Parkinson de otros cuadros parkinsonianos que se le parecen, pero que van a tener otra evolución, otro pronóstico y otro tratamiento”, añade la neuróloga.

En España hay unas 120.000 personas con enfermedad de Parkinson, la mayoría de ellas de más de 60 años, y esta especialista señala como el reto más importante, pero aun lejano, el encontrar una cura, «pero la buena noticia es que, a pesar de que es una enfermedad degenerativa, disponemos de muchos tratamientos para mejorar los síntomas y conseguir que el paciente tenga una buena calidad de vida», asegura la Dra. Legarda.

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En España hay unas 120.000 personas con enfermedad de Parkinson, la mayoría de ellas de más de 60 años

Uno de los ámbitos en los que se están produciendo avances es en el de impedir que la enfermedad progrese. “Se están llevando a cabo ensayos clínicos con fármacos que intentan evitar que se depositen las proteínas anormales (como la alfa-sinucleína), que hacen que las células degeneren y se produzca la enfermedad de Parkinson y su progresión”, indica la especialistas de la Unidad de Trastornos del Movimiento del Hospital Universitario Son Espases, que destan también que “se está evolucionando en la determinación de marcadores más específicos (pruebas, síntomas y análisis) de la enfermedad de Parkinson para hacer el diagnóstico con mayor precisión”.

En el foro ‘Parkinson en 2020. ¿Avanzamos?’ también han participado como ponentes los doctores Eric Freire, del Hospital General Universitario de Elche (Alicante); Juan Carlos Gómez Esteban, del Hospital de Cruces de Bilbao; Berta Pascual, del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona; Juan Carlos Martínez Castrillo, del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid; Yaroslau Compta, del Hospital Clínic de Barcelona; Juan García Caldentey, del Hospital Quirón Salud Palma Planas y Clínica Rotger; Víctor Puente, del Hospital del Mar de Barcelona; Irene Martínez Torres, del Hospital Universitario y Politécnico La Fe de Valencia; María Álvarez Sauco, del Hospital General Universitario de Elche; y  Caridad Valero, del Hospital Arnau de Vilanova de Valencia.

Como destaca la Dra. Legarda, la finalidad de este encuentro ha sido hacer una puesta al día de las últimas novedades en esta enfermedad, tanto desde el punto de vista clínico, más centrado en la atención al paciente, como desde la investigación y el conocimiento de los mecanismos que subyacen a su aparición, lo que derivará en un mejor diagnóstico y tratamiento. Por su parte, Carlos Teixeira, director general de TEVA para España y Portugal, señala el “compromiso de TEVA con la investigación, el desarrollo y la innovación en el ámbito de los trastornos del movimiento es absoluto. Y, en concreto, con el Parkinson, una enfermedad degenerativa neuronal que no solo afecta al movimiento, sino también a otros aspectos que repercuten de forma severa en la calidad de vida de los pacientes y sus cuidadores, como la afectación psiquiátrica, del sueño o de la memoria.