Un artículo de Delfina Balonga Balonga,
de la Asociación de Glaucoma para Afectados y Familiares

El glaucoma es un conjunto de enfermedades cuya característica común es la degeneración del nervio óptico. El glaucoma más habitual es el de ángulo abierto. Este tipo de glaucoma aparece con mucha frecuencia alrededor de los 50 años. Se trata del glaucoma que tiene más prevalencia entre la población y, a medida que pasan los años, según nos refiramos a un sector de edad juvenil, adulto o más avanzado, va ampliando su prevalencia, pasando de un promedio del 2% entre la población adulta a una prevalencia del 8% de la población en la franja de edad comprendida entre los 75 y los 80 años. Si todos llegásemos a los 200 años, todos acabaríamos padeciendo glaucoma de ángulo abierto.

El glaucoma se puede tratar precozmente si a partir de los 40 años se hacen revisiones periódicas en el oftalmólogo. Si se coge muy a tiempo, este glaucoma no lleva irremisiblemente a la ceguera, pero sí es necesario que los pacientes sigan el tratamiento y lleven a cabo las terapias que sus oftalmólogos les prescriben. El glaucoma de ángulo abierto no da síntomas; por lo tanto, solo se puede prevenir con las revisiones oculares que hay que hacerse a partir de cierta edad, como hemos explicado antes.

El glaucoma es un grupo de enfermedades que afectan a todas las edades, pero el glaucoma de ángulo abierto afecta especialmente a las personas mayores

Por eso, el tipo de glaucoma que más se presenta en las personas mayores es el antes mencionado, el de ángulo abierto. Los mayores tienen muchas dificultades cuando padecen una afectación visual. Estas dificultades son de dos tipos: uno, el de las limitaciones en su movilidad, en su vida cotidiana, y otro, el de los problemas para el seguimiento del tratamiento y para las revisiones puramente médicas. Tanto si viven en casa como si viven en residencias de ancianos, las dificultades a que hemos aludido tienen que ser continuamente superadas y, en general, requieren de una supervisión por parte de las personas que cuidan a los afectados por esta patología, el glaucoma.

Si viven en la casa, la familia ha de ser consciente de las dificultades con que se enfrenta la persona mayor en su funcionalidad normal y en su vida cotidiana. Deben tener en cuenta las cosas que los ancianos afectados no ven y tienen que darles apoyo en las cosas que, para nosotros, cuando vemos, son normales. Estas personas tendrán dificultades a la hora de leer, a la hora de ir por la calle, con lo que aumentará su dependencia, o a la hora de manejar el dinero. También tendrán problemas a la hora de conocer a los vecinos, incluso a la familia. En ese sentido, las personas cercanas a los mayores que padecen esta enfermedad tienen que ser muy comprensivas y darles todo el apoyo que puedan.

A la hora de seguir el tratamiento, también la familia y las personas cercanas deben ayudar a las personas de edad avanzada. Estas tendrán dificultades para instilarse las gotas, para seguir el horario establecido con los colirios o para ir al oculista, situación en la que probablemente necesitarán acompañamiento. En caso de que haya que discernir si es o no es preciso efectuar alguna cirugía, la familia tiene que valorar la necesidad de someter a una operación al anciano; también los médicos darán su opinión acerca de esta necesidad.

Pero los ancianos siempre han de tener apoyo, y hay que ser comprensivos con ellos cuando no puedan entender bien las cosas. Debemos tener en cuenta que el glaucoma provoca diferentes tipos de discapacidad visual. No es lo mismo el anciano que conserva un resto visual razonable que el que no ve casi nada o no ve nada. En este sentido, tendremos que adecuar nuestro apoyo a la circunstancia de la persona afectada con la que convivimos.

Si la persona mayor vive en una residencia, el papel de control que desempeña la familia han de asumirlo los cuidadores. El anciano con glaucoma va a requerir ayuda en su deambular por el centro geriátrico. Si tiene mucha discapacidad visual, probablemente va a necesitar que le ayuden para comer. También, posiblemente, para ponerse las gotas; esto tendrán que hacerlo los cuidadores, siguiendo el horario y los criterios establecidos por el médico. La residencia habrá de hacerse cargo asimismo de llevar a la persona mayor a las consultas médicas pertinentes; en definitiva, tendrán que ser conscientes de las limitaciones del anciano.

La manera de enfrentarse a una discapacidad visual, concretamente el glaucoma, va a depender de que la persona mayor presente patologías asociadas. Por ejemplo, si el anciano padece Parkinson, tendrá muchas dificultades para ponerse las gotas, de la misma manera que si presenta un deterioro cognitivo grande o problemas de motricidad de algún tipo. Se deben seguir una serie de reglas generales por las que una persona con glaucoma se pueda integrar en un centro geriátrico de la manera más normal posible.

Tanto si los mayores viven en un centro geriátrico como si viven en casa, necesitan de muchísima comprensión. Precisan de un control de su enfermedad, del seguimiento de su tratamiento y de la disciplina en los horarios en que hay que llevar a cabo la prescripción de estos tratamientos. El glaucoma es un grupo de enfermedades que afectan a todas las edades, pero el glaucoma de ángulo abierto es un problema para las personas mayores que, a veces, lleva asociadas otras discapacidades visuales. Es muy fácil que los ancianos también tengan cataratas o degeneración macular asociada a la edad, DMAE. Además, existen patologías que no solo se dan en los ancianos, como por ejemplo las afecciones visuales por la diabetes. Hay patologías asociadas a la edad que se dan a la vez que el glaucoma.

Lo que hay que intentar siempre es que los ancianos lleven una vida, con glaucoma o sin glaucoma, lo más normalizada posible y lo más feliz que se pueda. Para ello, tanto cuidadores como familiares son de la máxima importancia.