Un artículo de Natalia Tantinyà,
responsable higiénico sanitaria de la Unidad de Atención Diurna de Fundación ACE
La incontinencia urinaria es la pérdida involuntaria de orina por la uretra. El origen es multifactorial y en la mayoría de los casos tiene solución, por lo que es muy importante el diagnóstico por parte de los profesionales. Es hoy en día una de los grandes síndromes geriátricos, pero no se debe considerar como un proceso normal del envejecimiento. La incontinencia no es una enfermedad en sí misma, sino la consecuencia de una alteración en la fase de llenado vesical que se presenta en numerosas patologías. Es más frecuente que puedan padecer incontinencia las mujeres, por lo menos 1 de cada 3 mujeres mayores.
La persona afectada tiene una necesidad imperiosa y repentina de orinar, pero es incapaz de retenerla. Los síntomas pueden variar desde una pequeña pérdida de orina a una pérdida total por carencia de control de la vejiga urinaria y los “escapes” pueden producirse al estornudar, reír, realizar algún esfuerzo o ejercicio físico.
Efectos psicosociales
Para la persona tiene un impacto negativo y puede suponer un deterioro del estado funcional, ya que influye en las actividades de la vida diaria y por tanto afecta así a su calidad de vida. Entre los problemas psicosociales más frecuentes, suelen presentarse sentimientos de baja autoestima pudiendo derivar a una discontinuidad en las actividades laborales y sociales con tendencia al aislamiento e incluso a la depresión.
Otra repercusión importante en las personas más mayores son las caídas, accidentes que pueden ocurrir cuando se intenta ir al baño con prisas y sobre todo durante la noche.
Las causas y la importancia de la detección precoz
Hay muchos factores que pueden ocasionar una incontinencia, desde algunas dolencias, la toma de varios fármacos (polifarmacia) o bien alteraciones propias en el aparato urinario. Puede tratarse de un proceso agudo o crónico. Los casos de incontinencia aguda generalmente se deben a problemas intercurrentes, como por ejemplo infecciones urinarias o reacciones adversas a medicamentos, y pueden llegar a convertirse en crónicas si no se tratan. Ante la aparición por primera vez de una pérdida de orina, el primer paso es consultar con el médico, puesto que su tratamiento puede variar en función del tipo de incontinencia.
Existen diferentes tipos de incontinencia y cada uno tiene su propia causa. La incontinencia urinaria de esfuerzo es aquella filtración de orina provocada cuando se realiza un esfuerzo como por ejemplo toser, reír, agacharnos o hacer algún ejercicio. La incontinencia urinaria de urgencia es aquella pérdida de orina que se produce cuando la persona no es capaz de retenerla el tiempo suficiente para llegar al lavabo. La incontinencia por rebosamiento consiste en la pérdida de pequeñas cantidades de orina por una flaccidez de la vejiga o bien porque esta es incapaz de hacer una contracción completa para vaciarse o bien por una obstrucción (de próstata, estrechamiento de la uretra, etc.). Este tipo de incontinencia puede producir retención urinaria e infecciones recurrentes.
Otro tipo de incontinencia urinaria es la funcional, en la cual no hay ninguna alteración del sistema genitourinario. Se debe a la incapacidad física y/o cognitiva de la persona para acceder al baño. Por último, encontramos la incontinencia urinaria total, que consiste en la falta completa de control sobre la micción, y suele deberse a una lesión del esfínter o se produce en el caso de las personas que padecen una demencia en fase grave.
La clave, la prevención
La incontinencia se puede prevenir o mejorar siguiendo una serie de recomendaciones. Resulta muy importante fomentar las rutinas y los horarios para ir al baño, aunque no se tengan ganas. Es recomendable fijarlo cada 2-3 horas durante el día. También resulta esencial mantener una buena higiene íntima para prevenir infecciones y lesiones en la piel, sobre todo si se utilizan absorbentes.
En cuanto a la alimentación, es importante evitar el sobrepeso porque este aumenta la presión en los músculos pélvicos que sostienen la vejiga y la uretra. Además, se debe limitar el consumo de excitantes vesicales como por ejemplo el café, el té, las bebidas de cola y el alcohol. Hay que beber un volumen normal de líquidos, puesto que las orinas que están muy concentradas pueden actuar como irritantes de la vejiga, y moderar la ingesta de líquidos desde antes de la cena para evitar fugas durante la noche. El estreñimiento puede agravar la incontinencia, por lo que se debe evitar consumiendo alimentos ricos en fibra.
Respecto al vestuario, mejor si es cómodo y se viste con ropa que sea fácil de manipular para evitar las pérdidas de urgencia. Asimismo, la persona o su cuidador/a deben valorar si hay presencia de barreras arquitectónicas en el domicilio que dificulten la llegada al lavabo. Se puede colocar un pictograma o letrero para identificar dónde se encuentra el baño si la persona se desorienta.
El ejercicio físico resulta esencial para mantenerse ágil y el entrenamiento de los músculos pelvianos mediante los ejercicios de Kegel ayudará a fortalecer la musculatura de alrededor de la uretra. Cuando estos músculos están debilitados, hay más probabilidades de que aparezca la incontinencia urinaria. Estos ejercicios consisten en la realización de una serie de contracciones y relajaciones que se repiten a lo largo del día de forma constante.
Respecto a la toma de medicamentos, si son para orinar, es mejor tomarlos por la mañana y, si hacen falta dos dosis durante el día, la última se tiene que tomar antes de las seis de la tarde. Si se prevé hacer salidas fuera de casa más largas, sería ideal tener localizados lugares donde poder ir al lavabo si nos hace falta.
Cómo paliar la incontinencia
De los diferentes dispositivos que hay para la gestión de la incontinencia urinaria habrá que escoger el más adecuado y cómodo para la persona, como los absorbentes, las compresas o los braga-pañales. Todos ellos son desechables y mantienen a la persona seca y sin mal olor, protegiéndole la piel, la ropa y la cama. Los braga-pañales resultan muy útiles en personas que preservan todavía su autonomía. Se colocan como si fueran calcetas o calzoncillos y sirven para pequeñas pérdidas de orina. Las compresas sirven sobre todo para incontinencias leves y son fáciles de poner y quitar. Los pañales son recomendables en los casos de incontinencias permanentes y más abundantes. En el mercado existen diferentes tipos en función de su nivel de absorción. Hay que escoger la talla más adecuada (pequeña, mediana o grande) midiendo el perímetro abdominal de la persona. Todos los modelos de absorbentes tienen indicadores de humedad para saber cuándo hay que cambiarlos y diferentes modelos de sujeción.
Sobre la autora
Natàlia Tantinyà i Artigases Diplomada en Enfermería y posgraduada en Geriatría y Gerontología (Universidad de Vic), posgraduada en Enfermería del Trabajo (Universidad Pompeu Fabra) y en Medicina General y Especialidades (Universidad Blanquerna). Actualmente trabaja como responsable higiénico sanitaria de la Unidad de Atención Diurna de Fundación ACE. Su interés profesional se centra en las enfermedades neurodegenerativas. También es autora y coautora de algunos artículos en materia de robótica social.
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