Un artículo de Ruth Cuscó,
directora gerente de ASHO, empresa especializada en codificación hospitalaria
Las nuevas tecnologías han sido y siguen siendo un factor imprescindible en la gestión del pandemia de COVID-19. En efecto, han permitido ganar tiempo, aliviar de carga a los hospitales y conocer mejor una enfermedad hasta ahora desconocida en tiempo récord.
En primer lugar, la implantación de la telemedicina ha reivindicado su posición como método de soporte garantizando una calidad asistencial a un nivel muy superior al que creíamos posible hace apenas unos meses. La atención médica por vía telemática ha evitado que personas dependientes de tratamientos farmacológicos y consultas médicas se quedaran sin sus recetas y pudieran desviar sus consultas a estos sistemas de atención, por lo que ha permitido que los hospitales consagren todos sus recursos a la atención de pacientes con COVID-19 en primera línea.
En segundo lugar, la tecnología significa tiempo. La inmediatez que facilita la rapidez de la tecnología ha propiciado que durante la pandemia empresas de diferentes sectores se alineen con los intereses del sistema sanitario en tiempo récord. Hemos visto como en cuestión de semanas se publicaban diseños y modelos sin derechos de autor para la que muchas empresas enfocaran sus recursos en general material como el gel hidroalcohólico o pantallas protectoras, entre otros productos cuya fabricación a nivel global se ha saturado por el aumento exponencial de la demanda.
Es decir, la tecnología ha permitido que el tejido empresarial se implique en esta lucha como proveedor de emergencia de los hospitales. Por eso, uno de los principales valores de la tecnología es que ha permitido a los hospitales ganar tiempo para focalizar sus esfuerzos en la asistencia y no en la obtención de unos recursos escasos de por sí, por el colapso de la demanda a nivel mundial.
Finalmente, una de las cuestiones más relevantes de la tecnología en el sector sanitario es que permite acercar los procedimientos desde cualquier parte del mundo en cuestión de segundos. En ASHO conocemos la importancia del conocimiento compartido y el valor de los datos y en esta crisis, la rapidez de la información ha sido una de las claves para que el conocimiento sobre la enfermedad, aún muy desconocida, se actualice cada segundo. De otra manera, aún sería difícil saber si existen los casos asintomáticos o qué tipos de secuelas puede dejar esta enfermedad como la aparición de trombos o reacciones en la piel.
Para destacar el papel de la tecnología en esta crisis, podemos comparar la presente situación con otras similares en nuestra historia. Hasta la fecha, las cinco pandemias más letales según los datos de fallecidos han sido, por este orden: la Viruela, el Sarampión, la mal llamada ‘gripe española’ de 1918, la peste negra y el VIH.
En concreto, el más letal de los virus hasta la fecha ha sido el causante de la viruela por su supervivencia histórica, con 300 millones de muertes con esta enfermedad. Este, frente a los 200 millones de fallecidos por sarampión, (para el que ya existe vacuna) o los sesenta millones de personas que segó la peste negra; en Europa a mediados del siglo XIV, reduciendo la población del continente de 80 millones de habitantes a 30.
El COVID-19 actualmente, se ha cobrado más de 330 mil vidas en todo el mundo, cifra muy lejana a otras pandemias, y es que en ninguna de las anteriores la tecnología pudo suponer una ayuda a nivel social y sanitario por no estar a penas desarrollada.
Todo esto, nos lleva a la conclusión de que el COVID-19, por sus complejas características, de haberse dado hace 30 años, cuando no contábamos con una tecnología tan avanzada, habría impactado mucho más de lo que nos podemos imaginar, alcanzando quizá las cifras de las grandes epidemias pasadas que se cobraban vidas por millones.
Por tanto, si en algún momento se debate sobre la importancia de la inversión en tecnología y digitalización de procesos, debemos recordar que a día de hoy la tecnología implantada en nuestro sistema sanitario ha paralizado, a modo de gran presa, las fatales consecuencias de no contar con el tiempo suficiente, el conocimiento preciso y la ayuda asistencial que permite la tecnología.
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