La situación producida por la COVID 19, especialmente el miedo al contagio, el aislamiento y el duelo por la perdida de seres queridos, se asocia con un empeoramiento en el estado de ánimo de la población anciana, y una mayor vulnerabilidad a sufrir episodios depresivos en un futuro cercano.
Así se puso de manifiesto en el webinar de Lundbeck Academy centrado en la situación de la población anciana con depresión tras el confinamiento por COVID-19, que contó con la participación de unos 400 profesionales sanitarios. Y es que, tal y como afirma el Dr. Javier Olivera Pueyo, psiquiatra del Hospital San Jorge de Huesca y secretario de la Sociedad Española de Psicogeriatría (SEPG), “el aislamiento, el abandono de relaciones y de actividades, el miedo al contagio y a una enfermedad grave, incluso el sentimiento de discriminación para el acceso a determinadas técnicas médicas ha favorecido el aumento de síntomas depresivos en la población mayor. La ausencia de visitas de familiares en las residencias, el temor y la angustia también ha contribuido a estos síntomas, asociados además a la ansiedad acompañante”,
Aunque todavía es pronto para saber si los casos de depresión post-COVID aumentarán en la población anciana, “lo que sí sabemos es que ha habido muchos duelos, y esto puede precipitar depresiones a futuro. También hay que tener en cuenta los efectos de la hospitalización en estas personas e incluso el efecto de la situación en las residencias, donde la vulnerabilidad ha sido muy acusada”, advierte el Dr. Luis Agüera Ortiz, Jefe de Sección de Psiquiatría del Hospital Universitario 12 de Octubre de Madrid y Profesor Asociado del Departamento de Psiquiatría en la Universidad Complutense.
Según la mayoría de los estudios, la prevalencia de depresión mayor es del 5% y de alrededor del 20% para formas menores de depresión en la población anciana. Además, el aislamiento, favorecido por la epidemia, se ha asociado a un empeoramiento cognitivo en los pacientes mayores con depresión. Según el Dr. Olivera, “hemos observado síntomas de deterioro cognitivo en pacientes que previamente no los habían manifestado. Se han objetivado más síntomas de ansiedad y angustia, asociados al temor a la enfermedad y la gravedad de la misma. En este sentido también han aparecido más síntomas hipocondríacos. Incluso depresiones delirantes con temas hipocondríacos en relación al coronavirus. Los pacientes mayores también han presentado más trastornos del sueño, probablemente asociados al empeoramiento depresivo, a la ansiedad y a la ausencia de actividades y rutinas previas”.
La COVID-19 modificado el manejo de la depresión en el anciano
El abordaje de la COVID-19 ha modificado el manejo de la depresión, al igual que ha sucedido con otras enfermedades. En el caso concreto del paciente anciano con depresión, “ha cambiado, fundamentalmente, la atención sanitaria. El hecho de estar en confinamiento ha supuesto que muchas personas mayores no hayan tenido las consultas habituales con sus médicos, incluso en las residencias. Hemos tenido que realizar muchas consultas telefónicas y así hemos podido establecer una asistencia médica con el objetivo de evitar descompensaciones”, indica el Dr. Agüera Ortiz.
Otro aspecto importante al que han tenido que hacer frente los profesionales especializados en depresión geriátrica es “el ajuste de los tratamientos antidepresivos en pacientes ancianos ingresados con COVID-19, ya que los medicamentos para esta enfermedad infecciosa presentan algunas interacciones con parte de los antidepresivos. Esto nos ha supuesto, sin duda alguna, personalizar la atención y el tratamiento. Hemos tenido que tener en cuenta muchos factores, no sólo la situación de salud física de nuestros pacientes, sino la situación personal de cada uno de ellos”, señala el Jefe de Sección de Psiquiatría del Hospital 12 de Octubre.
En el webinar de Lundbeck Academy también se insistió en la importancia de que los profesionales sanitarios de la salud mental sean proactivos a la hora de mantener el contacto con los pacientes mayores. “En estos dos meses hemos aprendido que se puede tener una buena atención vía telefónica. Este contacto frecuente tiene un impacto muy positivo en la prevención. Hemos comprobado que la atención cara a cara con el paciente no es tan imprescindible. Lo importante es mantener el contacto porque su ausencia sí es muy desfavorable para la persona”, asegura el Dr. Agüera Ortiz.
En este contexto, el Dr. Javier Olivera Pueyo destaca que“los ancianos son la población con mayor riesgo de suicidio” y “casi la mitad de los suicidios en España se producen en personas mayores de 60 años. Entre este grupo de población, las que presentan mayor riesgo son las que sufren depresión. Los hombres tienen mayor riesgo que las mujeres, especialmente si viven solos y asocian otros factores como alcoholismo, historia familiar de suicidios, enfermedades físicas graves”.
La prevención del suicidio exige el diagnóstico y el tratamiento adecuado de los trastornos depresivos en las personas mayores, así como el seguimiento de las personas que presentan tentativas previas o factores de riesgo (soledad y aislamiento, abuso de alcohol, enfermedades físicas, estrés mantenido en el tiempo). “Los planes de prevención deben incluir recursos sanitarios, sociales y campañas de difusión en la población general. La detección temprana y la información sobre este tema son fundamentales”,concluye el Secretario de la Sociedad Española de Psicogeriatría.