Un artículo de Luis Rodríguez,
coordinador Comité de Ingeniería, Instalación y Mantenimiento de Sistemas de Protección Activa
TECNIFUEGO – Asociación Española de Sociedades de Protección contra Incendios
En las circunstancias más favorables, un incendio es una situación de alto riesgo e incertidumbre para aquellos que se encuentren en la zona afectada, o próximos a ella. Incluso en pequeños incendios el humo dificulta respirar con normalidad y ver por dónde debemos ir para escapar, el calor puede ser intenso y podemos sufrir de un alto nivel de estrés y ansiedad que provoque reacciones tanto de histeria como de parálisis.
En el caso de los ancianos, que vivan en su vivienda o bien en residencias de personas mayores, las circunstancias rara vez son favorables. La gran mayoría de las personas mayores que viven en sus viviendas, lo hacen solas o con un único acompañante normalmente también de edad avanzada. En el caso de las residencias, el ratio de personas mayores y trabajadores suele ser muy bajo, por lo que una evacuación rápida y controlada es muy complicada. Si a ello sumamos factores como la falta de movilidad, la lucidez, los accesos, la formación o experiencia ante un incendio, o la velocidad de actuación, el cóctel resultante puede ser aterrador.
Por todo ello, los lugares donde habitan o pasan gran parte de su tiempo las personas mayores tienen un riesgo mucho más elevado para la vida que casi cualquier otro tipo de edificio habitacional. Sólo hospitales y residencias de enfermos con necesidades especiales estarían a la par o por encima.
Ante un incendio, hay ciertos factores que marcan la diferencia entre salir, o no, con vida. El primero es la velocidad de actuación; el segundo, asegurarse de que el incendio se controla y no se expande. Seguidamente, encontraríamos otros factores como los materiales (tanto de la construcción del edificio como de los artículos que se encuentran en su interior), las vías de evacuación libres de obstáculos, la formación en el manejo de los medios manuales contra incendios, etcétera.
Si tenemos en cuenta que el desalojo total de este tipo de edificios es muy complicado, debido a la movilidad reducida de sus inquilinos y los cuadros de enfermedades cognitivas que normalmente se ven asociados a la edad avanzada. Estas circunstancias hacen que la instalación de sistemas de detección y control de incendios sean la única posibilidad de garantizar la seguridad de nuestros mayores.
Detectores y rociadores
De todos los sistemas de protección contra incendios disponibles en el mercado, la instalación conjunta de detectores de humo y rociadores automáticos es la que presenta las mayores ventajas como solución integral.
Gracias a los detectores de humo se genera una alarma por la presencia de las partículas originadas por la combustión en la estancia donde estén instalados. Son equipos de la máxima fiabilidad, siempre que estén instalados y mantenidos adecuadamente. Es un sistema que, sin intervención humana, avisa de la presencia de fuego a los inquilinos. En viviendas, la solución de detección más económica son los detectores autónomos. Se instalan en todas las dependencias y solo precisan de una batería para su funcionamiento, aunque la alarma es individual de cada detector y no puede transmitirse.
Otra opción, más común en la protección de edificios completos como centros geriátricos, es la instalación de detectores de humo conectados a una central de detección. Esta opción, aunque más costosa, aporta la gran ventaja de poder transmitir la alarma tanto al resto de ocupantes, como al personal del centro y servicio de emergencias. Al contar con este tipo de instalación, se acorta el tiempo de actuación para desalojar, se reduce el tiempo de respuesta de la ayuda y disminuye las probabilidades de que el incendio cause víctimas.
Los rociadores automáticos son sensores mecánicos de temperatura que se instalan en el techo o las paredes, conectados a una red de tuberías presurizadas, y son capaces de detectar un incendio y descargar agua sobre la zona afectada. Con ello, se consigue una detección térmica, con su alarma asociada, y el control del foco de incendio sin necesidad de intervención humana. Al igual que los detectores de humo, se deben instalar en todas las estancias por profesionales acreditados y ser mantenidos de acuerdo a la normativa vigente.
En una residencia de ancianos la instalación de rociadores requerirá de un depósito y un pequeño grupo de bombeo para presurizar la red de tuberías y abastecer a los rociadores. La alarma generada por la activación de un rociador puede ser transmitida al personal del centro y a los servicios de emergencia. Los rociadores automáticos son, indudablemente, el mejor sistema de protección contra incendios para el control de un incendio, pudiendo llegar a extinguirlo tras la apertura de uno o dos rociadores. Una instalación de rociadores automáticos es el sistema con más capacidad de salvar vidas en caso de incendio, incluso en el caso de que personas con capacidad reducida de movimiento o reacción.
En la actualidad, debido a los materiales de construcción y la composición de mobiliario y otros enseres, el tiempo medio necesario para escapar de un recinto en el que hay un incendio es de 3 minutos. Es por ello que resulta necesaria la instalación conjunta de los dos sistemas: detección y rociadores. Juntos, consiguen adelantar tanto la reacción inicial de escape y/o intento de control por medios manuales (extintor o manguera), como el control automático del fuego aumentando con ello el tiempo disponible para poder evacuar. Estadísticamente, en un centro residencial protegido con rociadores automáticos y detección de humos el riesgo de muerte en caso de incendio se reduce en más de un 80% frente al mismo riesgo sin estos sistemas instalados.
A pesar de que los rociadores automáticos se basan en una tecnología con siglo y medio de experiencia y probada eficacia, y que mantienen su principio básico de funcionamiento con una mejora continua de los materiales que hace que su eficacia y rendimiento sean cada año mejores, no se consigue una legislación obligatoria que exija su instalación en riesgos donde el fin último sea la protección de vidas.
El rociador automático es un elemento ampliamente legislado y de uso estándar en instalaciones industriales, para protección de los procesos productivos y de almacenamiento. También es requerido en centros comerciales y oficinas, tanto por la legislación como por las principales compañías de seguros. Está mundialmente reconocido que los sistemas de rociadores automáticos son la mejor opción para proteger los bienes económicos, pero en pocos países se ha legislado para exigirlos en la prevención de la pérdida de vidas. En la gran mayoría de los países, ni gobiernos, ni compañías de seguros han tomado conciencia de la cantidad de vidas que se salvarían con una inversión tan pequeña.
Y en el caso que nos ocupa, la protección contra incendios en las residencias de ancianos mayores, es, sin duda, la única opción de asegurar su supervivencia y salvaguarda sus pertenencias ante un incendio.
Así, en estos tiempos en los que la pandemia ha castigado sobremanera a las residencias, y es posible que más de un centro geriátrico tenga que hacer una revisión y modificación de sus instalaciones, recomendamos que dichas rehabilitaciones o modificaciones contemplen la instalación, por un instalador competente, de un sistema de rociadores automáticos que, además de proteger las vidas de los residentes, da valor al centro aportando calidad y seguridad.