Un artículo de Emilio Negro González,
Director de Enfermería del Centro Sociosanitario Hermanas Hospitalarias de Palencia
A medida que nos hacemos mayores se producen en nuestro cuerpo una serie de cambios en aspectos tan importantes como nuestra fisiología, nuestra capacidad de adaptación al entorno, procesos neurológicos. Todos estos cambios impiden que tengamos la capacidad incluso de resolver de forma ágil diferentes situaciones de la vida cotidiana influyendo de forma definitiva en nuestra autonomía personal.
El sedentarismo afecta a un 60% de los españoles y este índice se incrementa en las personas mayores afectando a 7 de cada 10 mayores de 70 años, provocando un deterioro y una fragilidad progresiva. Saber identificar esos signos que nos alertan de nuestra propia fragilidad y activar los medios más adecuados para evitar la involución que nuestra propia biología conlleva, es uno de los elementos clave que nos permitirá vivir de forma plena y con mayor independencia.
Es aquí donde entra una de las prácticas que, de forma organizada ayudará a establecer la mejor estrategia para un envejecimiento saludable y una mejor calidad de vida; la práctica del ejercicio físico de forma moderada.
No obstante, aun conociendo los beneficios de la práctica del ejercicio físico de forma regular y en la intensidad que requiera cada persona, los estudios que hemos analizado nos indican que las personas mayores practican menos actividad física que el resto de grupos de población a pesar de que el ejercicio es, a día de hoy, el principal factor protector de enfermedades asociadas con la edad.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) anima a las personas mayores a practicar al menos 5 horas semanales de actividad física moderada de forma aeróbica. Este ejercicio se basa en el desarrollo de actividades de intensidad moderada y tiempos medios-largos como nadar, caminar ligero, montar en bicicleta. Su práctica habitual otorga al cuerpo mayor resistencia y ayuda a combatir la obesidad. Para obtener la energía necesaria para realizar estas actividades es preciso quemar hidratos y grasas, y para ello se necesita oxígeno, de ahí el nombre de aeróbico.
Podemos organizarnos para practicar esta actividad al menos 5 días a la semana con una frecuencia de alrededor de 30 minutos diarios de forma continua y sin exceder de la frecuencia cardiaca estimada como moderada para esta práctica. En este sentido es recomendable acudir a tu profesional de enfermería de tu centro de salud que te indicará a la frecuencia cardiaca recomendada en relación a tú edad para un ejercicio físico aeróbico.
Si tuviéramos que destacar los beneficios que el ejercicio físico aporta indicaríamos que mejora la función muscular, articular, cardiaca y respiratoria, y mantiene el sistema inmunitario y nuestro cerebro despiertos; en general está relacionado con una mayor longevidad.
Desde Hermanas Hospitalarias Palencia, Centro Sociosanitario, entidad acreditada con centro libre sujeciones en la persona mayor y con programas específicos para prevención de caídas, queremos incidir en la relación directa observada entre la participación de las personas mayores en programas de actividad física y la reducción del número de caídas en la persona mayor. Estos programas inciden en Intervenciones basadas en el trabajo del equilibrio y de fuerza, trabajo de la marcha, coordinación que se desarrollan con variedad de ejercicios dinámicos y entretenidos consiguiendo además empoderar a las personas mayores para tomar decisiones libres y conscientes y para asumir el control de su propia vida y su salud física.
Nosotros proponemos un plan de actividad aeróbica consistente en una semana en la que a días alternos se practiquen ejercicios de resistencia como andar deprisa durante 50 minutos acompañado de un descenso de actividad de 10 minutos, unos ejercicios de flexibilidad y estiramiento de todos los grupos musculares durante otros 10 minutos, ayudado de un banco o un apoyo que pueda encontrar en un parque o en el entorno urbano. Los otros tres días ejercicios de fortalecimiento y equilibrio usando los parques integrados que los ayuntamientos han puesto en las zonas abiertas, acompañados de un paseo en bicicleta o marcha nórdica (andar con bastones)
Por lo demás, basta con hacerse con un calzado cómodo, una ropa que permita andar y moverse con holgura, una buena compañía y… ¡échate a andar! Mejorarás tu salud física y mental.