Un artículo de Sergio Villatoro,
doctor en biología celular por la Universidad Autónoma de Barcelona
y Director Técnico del Laboratorio Fagron Genomics
En pleno proceso de vuelta a la llamada «nueva normalidad», las residencias de ancianos han sido y son uno de los espacios más castigados por la pandemia del COVID-19. Durante todo el confinamiento, y con el objetivo de minimizar el contagio y la propagación del coronavirus, se ha hecho fundamental adoptar medidas de higiene, así como de distanciamiento social extraordinarias. Ahora, durante el proceso de desescalada, la paulatina vuelta a la normalidad y la reapertura de los centros residenciales a personas del exterior, surgen amplias dudas entre gran parte de la población sobre cuáles deberían ser las mejores medidas de prevención a adoptar ante el COVID-19, especialmente entre los residentes, el colectivo de mayor riesgo, y sus familiares.
Otra duda persistente entre la mayoría de la población, sobre todo en el caso de aquellos que han estado cerca de personas contagiadas por COVID-19, es si su sistema inmunitario ha generado anticuerpos para combatir la enfermedad. Por este motivo, y con el objetivo de frenar posibles rebrotes, desde nuestra compañía farmacéutica, Fagron, consideramos las pruebas diagnósticas para detectar posibles infectados e inmunizados nuestro mayor aliado para incidir en la prevención y en la lucha contra la propagación del coronavirus.
La realización de este tipo de pruebas se hace casi indispensable en espacios cerrados, donde la probabilidad de contagio es mucho más elevada y el contacto físico es prácticamente inevitable, tal y como sucede en cualquier tipo de centro sanitario, en un gran número de empresas y, sobre todo, en las residencias de ancianos, donde el número de personas de alto riesgo se incrementa sustancialmente. Así como las medidas de distanciamiento, higiene y desinfección son imprescindibles en las residencias de ancianos, la realización de pruebas serológicas para detectar la inmunidad de aquellas personas que hayan pasado la infección por el virus o que la estén pasando, es una medida necesaria para poder garantizar la seguridad tanto de residentes como de profesionales del centro y de sus respectivos familiares.
En este contexto de pandemia global se ha hablado mucho de los diferentes tipos de test. Si unos son mejores o más eficientes qué otros, cuales se deberían llevar a cabo, si es recomendado o no su realización al mayor número de personas posibles, entre otras dudas. En realidad, no se trata de que un test sea más fiable que otro, sino que son pruebas complementarias que nos permiten obtener el máximo de información posible. Por un lado, las pruebas PCR permiten detectar, desde el primer instante la presencia del virus, aunque sea en cantidades muy bajas. La PCR se realiza a partir de muestras respiratorias, nariz y faringe, y permite detectar la presencia del virus en el cuerpo del paciente, es decir, si la persona está infectada en ese preciso momento. Cuando el virus ya ha sido eliminado de nuestro organismo, la PCR no detectará nada, ni tan sólo el rastro de anticuerpos creados frente a la infección, y es aquí donde entran en juego los test serológicos.
Entre los test serológicos cabe destacar el llamado test rápido o prueba rápida (sólo se tardan 15 minutos en obtener los resultados) que permite detectar, aproximadamente a partir del quinto día de la infección, si la persona ha generado respuesta inmunológica contra el virus y, por lo tanto, si ha desarrollado anticuerpos. Estos anticuerpos pueden indicarnos si la persona está pasando la enfermedad en ese momento (IgM) o si ya ha desarrollado inmunidad especifica contra el virus (igG) y está en su fase final o incluso si ya la dejó atrás, habiendo creado defensas ante una posible reinfección. Así pues, para aquellos casos que la persona ya haya sufrido el virus, la PCR no serviría, pero en cambio, el test serológico nos permitirá conocer si la persona ya lo ha pasado, a través de la presencia de anticuerpos en su organismo.
Los estudios científicos realizados hasta el momento indican que aquellas personas que ya han pasado el COVID-19 y generado los anticuerpos han creado una especie de defensa específica contra el virus, es decir, tienen inmunidad, al menos de forma temporal. También nos dicen, que las personas que ya lo han pasado y generado esta barrera protectora podrían dejar de ser personas infecciosas. Estas conclusiones y los resultados obtenidos a través de la realización de pruebas serológicas son de vital importancia a nivel epidemiológico y resultan sumamente relevantes para entender la aparición, desarrollo, pronóstico y desenlace de la infección.
De hecho, la forma como se ha propagado el virus en países que han implementado este tipo de control, como es el caso de Singapur o Taiwán, muestran la necesidad de disponer de este tipo de pruebas para frenar posibles rebrotes. Y dado que, por el momento, no se están realizando este tipo de pruebas a todos los ciudadanos, es indispensable que se realicen, al menos, en lugares con personas de alto riesgo, como en las residencias de ancianos, y a todas aquellas personas que están en contacto con ellos, como profesionales y familiares.
Garantizar la seguridad de todos ellos ha sido siempre la máxima prioridad para cualquiera de estos centros, y ahora se vuelve una necesidad. En este contexto de incertidumbre, es muy importante que todos ellos se sientan seguros y sepan si han pasado o no la infección para adoptar las medidas de prevención pertinentes, especialmente ante visitantes externos, y en aquellos casos en los que no se hayan desarrollado anticuerpos. Cuanto mayor sea la información disponible sobre los casos positivos, presentes y pasados, en las residencias, mayores y más eficientes medidas de protección se podrán implementar para evitar nuevos contagios.