Las altas temperaturas propias del verano hacen que los pies sean una de las zonas del cuerpo que más sufren, especialmente en el caso de las personas de edad avanzada, y de forma particular en aquellas personas que presentan patologías como artritis o diabetes, por lo que se debe prestar una atención especial.
Y es que el cuidado de los pies es esencial para evitar problemas típicos de esta época del año como ampollas, talones agrietados o infecciones provocadas por hongos, que ocurren por una incorrecta elección del calzado o una falta de cuidado específico. Tal y como comenta David Curto, responsable de la Gestión Asistencial de Sanitas Mayores, “los pies son los pilares de todo el sistema locomotor y constituyen una de las partes del cuerpo que más sufren a medida que se va envejeciendo. Con las altas temperaturas, los pies tienden a sufrir más debido a una mayor sudoración, entre otros factores, que puede conllevar problemas de salud en esta zona del cuerpo con la aparición de hongos”.
Lo más importante a tener en cuenta es la higiene de los pies. Después de cada ducha hay que secarlos perfectamente con la toalla, poniendo especial atención a los espacios entre los dedos y el pliegue que se forma en la unión de estos en la planta. También conviene hidratar la planta de los pies con una crema indicada para ello, y evitar así la sequedad y problemas derivados como los talones agrietados.
El sudor es uno de los grandes enemigos de los pies en época de calor. Además de lavarlos y secarlos adecuadamente, conviene utilizar un antitranspirante (no un desodorante) o productos secantes (talco o antifúngicos si se desea prevenir una posible infección). Un sudor excesivo puede hacer que se agriete la piel entre los dedos y favorece la aparición de infecciones.
Por otro lado, los pies, especialmente la zona del empeine, son los grandes olvidados a la hora de aplicar crema solar. La piel en esta zona de los pies es especialmente fina y sensible y, por lo tanto, mucho más vulnerable a las quemaduras, que pueden derivar en problemas cutáneos dependiendo de la duración e intensidad de la exposición a la radiación solar.
Pero, sin duda, lo más importante es elegir un calzado cómodo y adecuado para evitar molestias como las ampollas, que en el estío suelen aparecer por el uso excesivo de chanclas de piscina. Para una correcta elección del calzado de los mayores los expertos de Sanitas Mayores recomiendan:
- La estética debe pasar a un segundo plano
La tercera edad es una etapa en la que la pérdida de agilidad provoca tropiezos por lo que es conveniente renunciar a utilizar zapatos poco cómodos o con tacones. Afortunadamente, existe una gran variedad de zapatos en el mercado especializado en mayores.
- Optar por la numeración adecuada
Un error bastante común es seguir comprando, por defecto, el mismo número de pie una vez que se alcanza la edad adulta. A lo largo de los años los pies pueden sufrir variaciones como ensancharse o sufrir desviaciones en los dedos por lo que existe la posibilidad de replantearse la numeración y optar por un número mayor o menor, o por calzado con hormas más anchas.
- Buena calidad en los materiales
Lo más importante es que se trate de material transpirable para evitar la sudoración, así como la aparición de hongos que afecten a la piel. En cuanto a la rigidez, se recomienda que sean flexibles para favorecer la comodidad del zapato tanto en reposo como al caminar.
- Suela de goma y plantillas
Una de las consecuencias del paso del tiempo en los pies es la pérdida de la capa de grasa encargada de la amortiguación en la planta, Para compensarla conviene utilizar suelas de goma o plantillas de gel que favorezcan a la comodidad.
- Buena sujeción
Si el calzado no está bien sujeto puede ocasionar tendinitis y otros dolores derivados. Además, puede provocar rozaduras o tropiezos ocasionados del movimiento del zapato. Por tanto, que tengan cordones o velcros facilitará a una mejor estabilidad del pie.
Por último, con el fin de mantener los pies en óptimas condiciones los especialistas de Sanitas recomiendan la visita periódica al podólogo para realizar un mantenimiento y prevenir posibles males que, de no tratarse debidamente, podrían derivar en futuras lesiones.