Una prevalencia del COVID-19 en la zona básica de salud superior al 3 por mil, una capacidad superior al centenar de plazas y el hecho de que las y los residentes hubieran recibido numerosas visitas los días previos al estado de alarma son los tres principales factores que explicarían la mayor incidencia del virus en los centros geriátricos de gran tamaño, tal y como apunta el informe ‘Auditoría de los centros residenciales en Navarra ante la crisis de la Covid-19’, realizado por el Gobierno Foral.
Junto a ellos, otros factores a tener en cuenta para la mayor incidencia de la pandemia en los centros es la menor ratio de personal o el uso de EPIS no confiables o artesanales. Por el contrario, la titularidad del centro o el tipo de residentes (autónomos-dependientes) no tuvo incidencia significativa. Tampoco, el disponer de personal médico y o de enfermería fue un elemento de protección.
Durante la ola de la pasada primavera resultaron contagiados en Navarra 1.474 personas de las y los 6.000 residentes. De ellas, fallecieron 437 (274 con diagnóstico COVID y 163 con síntomas compatibles con la enfermedad). Un 24,1% de las y los trabajadores requirieron baja médica y durante estos meses se realizaron casi 3.000 desinfecciones en los centros, según datos del Gobierno navarro.
Durante la presentación de este informe la consejera de Derechos Sociales del Gobierno de Navarra, Carmen Maeztu, destacó que esta auditoría realizada por el Observatorio de la Realidad Social es la primera realizada de manera oficial en toda España. “Era una obligación en primer lugar ética, ante el duro impacto de la pandemia en el sector residencial, y también una obligación política de evaluar la gestión realizada para poder mejorar en el futuro inmediato». En su opinión, “las conclusiones y recomendaciones responden a los objetivos marcados. Hoy sabemos mejor qué ha pasado y qué debemos mejorar para evitar al máximo que vuelva a ocurrir”.
Proteger mejor a las residencias ante rebrotes del virus
Uno de los principales objetivos de esta auditoría era identificar las circunstancias que pudieron afectar a la mayor o menor incidencia del COVID-19 en las residencias. Con ello se pretende conocer aquellos elementos clave que es necesario revisar y en su caso adaptar para proteger mejor a las residencias ante un potencial rebrote del virus, pandemias sanitarias o riesgos similares.
Según los resultados de la Auditoría, la prevalencia de la COVID-19 en la zona básica de salud donde se sitúa la residencia es sin duda la situación que mejor y más explica la incidencia de la pandemia en las residencias. Las residencias situadas en zonas con prevalencia superior al 3 por mil tienen 6 veces más probabilidad de ser altamente afectadas por la pandemia que aquellas situadas en zonas con menor prevalencia en su zona básica de salud. Igualmente, el tamaño de las propias residencias ha sido un factor explicativo. Las residencias con más de 100 residentes, tiene 5 veces más probabilidad en ser altamente afectada por la COVID-19 que las residencias con menos de 100.
Un hecho relevante que ha puesto de manifiesto la auditoría, y del que no se tenía plena constancia, es que el volumen de personas que acudían al centro la semana anterior al estado de alarma es un factor de riesgo estadísticamente significativo. Así, la probabilidad de que una residencia tenga una alta incidencia de la pandemia es 3 veces superior cuando acuden al centro 50 personas o más que cuando este número es inferior.
El estudio destaca igualmente cómo determinados “factores de protección” han tenido relevancia en la capacidad de los centros residenciales para contener la epidemia. De ellos cabe destacar, la disposición de pruebas diagnósticas suficientes de COVID-19 para personal residente, las desinfecciones generalizadas, la gestión de recursos humanos. En general, las residencias que tomaron medidas precozmente mitigaron la pandemia. En sentido contrario, la compra de EPI a proveedores no confiables y la fabricación de EPI artesanales, la ausencia de medidas de contención como la limitación de visitas o la sectorización, y la ratio inferior de empleados en las residencias incrementaron la afección.
Tasa de contagios del 25% de las personas residentes
La semana previa al estado de alarma, (del 2 al 8 de marzo), en los centros residían unas 6.000 personas aproximadamente, de las cuales se estima que unas 2.000 eran personas relativamente autónomas y unas 4.000 tenían necesidades de algún tipo de ayuda para las actividades de la vida diaria ser asistidos. De estas 6.000, unas 2.700 estaban en habitaciones individuales y unas 3.300 en habitaciones compartidas. Aproximadamente 5.325 personas se alojaban en residencias de personas mayores y 686 en las residencias de personas con discapacidad.
Durante los meses analizados, en las residencias fallecieron un total de 274 personas con COVID-19 y 163 con síntomas compatibles sin confirmación. De todas ellas, 8 fallecieron en residencias para personas con discapacidad. A fecha 9 de junio los centros habían contabilizado un total de 1.474 personas residentes contagiadas, de las cuales 1.396 estaban en centros de mayores y 78 en centros de discapacidad. Se estima una tasa de contagios del 25% de las personas residentes, una tasa de fallecimientos del 7% (sumando casos confirmados y con síntomas compatibles no confirmados) y una tasa de letalidad (porcentaje de fallecidos sobre contagiados) cercana al 30%. La tasa de contagios ha sido mayor en el caso de los centros de mayores que en los de discapacidad: en los centros para personas mayores ha alcanzado el 28,1% y en los en centros para personas con discapacidad 11,4%.
En general, las residencias informaron al personal empleado y residente sobre las medidas implementadas todos o casi todos los días. Los centros realizaron actividades de entretenimiento y gestión de emociones de las personas residentes, así lo han declarado el 85% de ellas. Este dato es significativamente menor entre las residencias con fallecidos que baja al 75%. El 82% de las residencias organizaron videoconferencias de las personas residentes para comunicar con sus familias y allegados, un 75% en el caso de las residencias más afectadas.
Factores que han influido en el contagio
Tanto los contagiados como los fallecimientos se han concentrado en un grupo de centros. Así, los 24 centros de personas mayores (de un total de 70), que tuvieron una tasa de contagio superior al 25% concentraron el 94,2% de contagios y el 93% de fallecimientos. Ha habido fallecidos en 32 de los 70 centros. Solo ha habido 9 contagios en las 38 residencias restantes. Si nos centramos exclusivamente en las residencias en las que hubo fallecidos (35 de las 84), el porcentaje de residentes contagiados asciende hasta el 44% y el porcentaje de fallecidos al 13,3%.
Las residencias que se encuentran en aquellas zonas de prevalencia demográfica COVID-19 alta tienen tasas de contagio también altas. La prevalencia de la zona básica de salud en la que se encuentra las residencias es determinante. Por regla general, a mayor prevalencia en la zona, mayor tasa de contagios en la residencia; la correlación es positiva y estadísticamente significativa.
No es de extrañar que las residencias de mayor tamaño han sido las más afectadas. El porcentaje de residentes contagiados fue mucho menor en las residencias de hasta 35 residentes (12,8%), entre 36 y 50 (16,3%) y entre 51 y 100 (16%) en comparación con los centros con más de 100 residentes, en los que se alcanza el 34% de personas contagiadas. Los centros que tienen mayor número de espacios comunes interiores y exteriores (se entiende que son los más grandes) han sido más afectados por la pandemia.
En términos generales ha habido más casos en donde las ratios de personal son menores. La tasa de fallecimientos en las residencias con ratios superiores al 70% (70 profesionales por cada 100 usuarios) alcanza el 6,2%, así como la tasa de contagios el 19,8%, mientras que para aquellas que tienen una ratio de empleo inferior al 70% estos indicadores son del 8% y del 27,9% respectivamente.
Este estudio revela también que hay algunos factores que, en el análisis realizado, al menos en el caso de las residencias en Navarra, parecen no tener o tener escasa relevancia. A destacra entre ellos:
- Pese a que las residencias de titularidad privada han tenido mayor incidencia del COVID-19, la titularidad (pública o privada) no influye de manera importante en el impacto de la pandemia en las residencias (el esultado no es estadísticamente significativo). Concretamente, las residencias públicas en general han tenido un menor impacto del COVID-19, el 36% de ellas han tenido algún contagio, frente al 44% de las privadas con lucro y el 50% de las sin lucro.
- Igualmente, las características de las personas residentes no parecen potenciar ni proteger significativamente de la pandemia a las residencias, ya se trate del número de residentes que comparten habitación, o del número de personas dependientes.
- Paradójicamente, la disposición de la residencia de personal médico y/o de enfermería antes de la pandemia, no ha influido de manera importante en el impacto de la pandemia en las residencias, dado que estas variables no son estadísticamente significativas. De hecho, las tasas de contagio y fallecimiento fueron más elevadas en centros con médicos o DUE antes de la pandemia (28,5% y 8,4%) frente a los que no lo tienen (17,4% y 5,2%), así como en los centros que tenían antes de la pandemia alguno de estos perfiles sanitarios en todos los turnos (31,7% y 9,3%) frente a los que no (17,1% y 5,2%). Podría influir el tamaño de las residencias (a mayor tamaño mayor cobertura sanitaria), pero también podría influir la rotación de este personal que podrían estar prestando sus servicios en varias residencias durante la pandemia.
La difícil gestión de los recursos humanos
Las residencias tuvieron que hacer grandes esfuerzos en la gestión de recursos humanos durante la pandemia, recurriendo a diferentes estrategias que evitasen una situación insostenible debido a un volumen excesivo de bajas laborales, y la necesidad de reforzar los recursos para hacer frente a las necesidades en cada momento.
Las bajas por el COVID-19 entre el personal empleado han sido muy elevadas. Un 24,1% del conjunto de profesionales que trabajan en los centros residenciales requirieron una baja médica y 3 de cada 4 centros reconocen que han tenido bajas laborales entre su personal empleado. El refuerzo de personal empleado durante los meses de marzo, abril y mayo ha sido una tónica para todas las residencias. Aproximadamente 3 de cada 4 residencias han aumentado el número habitual de personas, dato notablemente superior en las residencias que han tenido fallecidos (88,6%) y las que han contado con una alta tasa de contagios (96%). Una proporción elevada de las residencias que contaron con bajas entre sus empleados afirma que han tenido graves dificultades para su reposición o directamente no se pudieron reponer. De cada 10 residencias con bajas, 6 lo afirman con el perfil médico, 5 con el de enfermería, y 2 con el cuidador.
Algunas recomendaciones
La auditoría concluye con una serie de recomendaciones. De todas ellas cabe destacar las siguientes:
- -Prestar atención prioritaria a aquellas residencias que se ubiquen en zonas geográficas en las que se incrementa la tasa de contagios o surgen brotes y actuar con rapidez aplicando medidas preventivas de aislamiento.
- -Continuar aplicando medidas preventivas con objeto de evitar que se produzcan contagios, disponiendo de PCR suficientes y prestando especial atención a las desinfecciones.
- -Garantizar que las residencias cuentan en todo momento con un stock de recursos de todo tipo, incluido sanitarios, para hacer frente a situaciones de emergencia como la ocurrida. Evitar que las residencias adquieran materiales sanitarios, como los EPI, en entornos no confiables o de fabricación propia.
- -Garantizar que las residencias van a contar con los recursos y apoyos externos necesarios y especialmente con los apoyos sanitarios cuanto tengan que recurrir a estos.
- -Contar con mecanismos adecuados que permitan a las residencias reponer sus bajas laborales de forma rápida, o reforzar el número habitual de empleados de distintos perfiles en caso de extensión del COVID-19 en la residencia.
- -Establecer unas ratios de empleados totales, incluido personal médico y sanitario más altas especialmente en contextos de pandemia.
- -Estableces mecanismos, protocolos y procedimientos junto con las residencias para hacer frente a situaciones de crisis.
- -Formación y apoyo a directivos y profesionales sobre medidas preventivas a tomar en caso de una vuelta de la pandemia.
- -Mejorar la información disponible, gestionarla de modo eficiente y monitorizar de modo permanente la situación con el apoyo de las tecnologías.
Revisar el modelo de residencial
Por último, en el marco de estas recomendaciones se hace referencia a la necesidad de revisar el modelo de residencial. No solamente en el conjunto de España sino en toda Europa y también en otros muchos países, con motivo del COVID-19 se ha abierto un debate no sólo sobre la necesidad de impulsar políticas de desinstitucionalización, sino sobre el modelo de residencias que se necesita en el futuro. Residencias que tienen que dotar de seguridad de las personas, proteger su salud desde la perspectiva biopsicosocial y sobre todo convertirse en espacios interconectados con el entorno, en donde las personas que residen puedan sentir que es su hogar y seguir desarrollando su proyecto de vida. Este modelo ha de ser definido entre todos, consultando especialmente a las personas mayores y con discapacidad y desde la perspectiva de un adecuado equilibrio entre coste y resultados.
Las personas interesadas pueden consultar aquí integramente el el informe ‘Auditoría de los centros residenciales en Navarra ante la crisis de la Covid-19’, realizado por el Observatorio de la Realidad Social del Gobierno de Navarra.