El aislamiento social al que se han visto sometidos los enfermos de Alzheimer durante el confinamiento, y ahora durante la «nueva normalidad», ha empeorado en muchos casos su situación de base, «ya que se añaden factores anímicos y conductuales difíciles de manejar en esta situación de pandemia», afirma Pilar Lozano, neuróloga de Quirónsalud Sagrado Corazón.
Tal y como destaca esta experta «no se afecta tanto la enfermedad en sí, como lo que acompaña a los síntomas centrales: los trastornos conductuales y de estado de ánimo. La mayoría de los pacientes han dejado de acudir a centros de día y de realizar tratamientos de estimulación cognitiva, así como de salir y recibir visitas de familiares, lo que ha supuesto empeoramiento y estancamiento de sus funciones cognitivas».
Los pacientes institucionalizados sufren más las consecuencias, al añadirse el miedo a la enfermedad y las mayores restricciones de actividad por la misma, aunque «suponemos que a medida que se vaya reestableciendo la actividad habitual, estas carencias irán desapareciendo». Según numerosos estudios 1 de cada 4 mayores de 85 años padece algún tipo de demencia, de los cuales el 86% se manifiesta con los síntomas de la enfermedad de Alzheimer. El Alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa que afecta de forma progresiva e irreversible a las funciones de la memoria, pensamiento y comportamiento y es la forma más frecuente de demencia en nuestro medio.
Según explica la neuróloga de Quirónsalud Sagrado Corazón, «el daño cerebral se produce por el depósito de beta-amiloide y ovillos neurofibrilares, aunque se desconoce la causa última de este trastorno». Existen numerosos estudios que relacionan la mayor probabilidad de padecerla con la edad, existencia de traumatismos craneales graves previos, hábitos de vida, menor desarrollo intelectual, alteración crónica de los patrones de sueño, síndrome de Down, así como factores genéticos.
El diagnóstico es fundamentalmente clínico, indica Lozano, «valorándose con estudios neuropsicológicos el estado de las funciones cognitivas del paciente». Como apoyo, continúa la experta, «utilizamos la RMN craneal, que suele presentar atrofia cortical de predominio temporal o en hipocampos, el PET cerebral y SPECT cerebral, con menor perfusión en áreas características, y en último caso recurrimos a los estudios genéticos de predisposición (ApoE, portadores del alelo E4 frente al E3 y E2)».
En cuanto a la prevención, la neuróloga apunta que está demostrado que un mayor desarrollo intelectual previo favorece el mantenimiento en el tiempo de las funciones cognitivas en pacientes que sufren esta enfermedad. Del mismo modo, el control de factores de riesgo vascular y los hábitos de vida saludable, parecen mejorar la progresión de esta.
En la actualidad no existe tratamiento curativo de la enfermedad y tampoco se han producido avances importantes durante los últimos 10 años. La doctora Lozano afirma que actualmente cuentan con fármacos que pueden detener parcialmente la progresión de la enfermedad como son los inhibidores de la acetilcolinesterasa (que producen mayor disponibilidad de la acetilcolina, neurotransmisor importante en los procesos de memoria y pensamiento) y los que mejoran los niveles de glutamato cerebral (neurotransmisor responsable de la información sensorial, motora, cognitiva y emocional que interviene en la formación de memorias).
Hay estudios que sugieren una teoría inflamatoria como causa del depósito de placas y daño neuronal, señala la neuróloga, «por lo que sería beneficioso la ingesta crónica de antiinflamatorios, aunque esto no ha sido consensuado, en parte por los riesgos colaterales de tomar este tipo de fármacos».
Además, la doctora Pilar Lozano destaca «las graves consecuencias que supone para el paciente el padecimiento de la enfermedad de Alzheimer, ya que limita su capacidad para desarrollar una vida normal. También para sus cuidadores, ya que en poco tiempo el paciente se hace dependiente para todas las actividades de la vida diaria». No obstante, la Pilar Lozano, lanza un mensaje optimista esperando que se produzcan avances en el tratamiento y conocimiento de las causas últimas de la Enfermedad de Alzheimer, para poder así mejorar el pronóstico y evolución de los pacientes que la sufren.
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