Un artículo de Marta Gómez Ávalos,
responsable asistencial de Enfermería en Amavir
La Enfermería Geriátrica es una práctica profesional especialmente relevante en estos momentos pero que no siempre goza del reconocimiento que merece. Empecemos por definir en qué consiste. Esta especialidad se encarga del cuidado del adulto mayor a nivel hospitalario, domiciliario o residencial. Los enfermeros geriátricos trabajan junto con el adulto mayor, su familia y la comunidad para permitir un envejecimiento adecuado.
La importancia de nuestra labor se centra en mantener en la medida de lo posible la autonomía y calidad de vida de la persona con la promoción de hábitos saludables y programas de prevención, control de patologías crónicas para evitar descompensaciones a través de los programas de seguimiento del paciente crónico, tratar situaciones agudas o aplicar medidas de confort.
Es cierto que, debido a los cambios demográficos de las últimas décadas, la esperanza de vida se ha incrementado notablemente, teniendo como resultado un envejecimiento poblacional relevante. Por este motivo se precisa de profesionales con conocimiento sobre los cambios que se producen a raíz del envejecimiento en los órganos y sistemas del ser humano, ya sea de manera natural o por modificaciones generadas por patologías que en algún momento de su vida presentaron, o bien por padecimientos crónicos que degeneran gradualmente el funcionamiento normal del organismo. Estos conocimientos les permiten detectar de manera precoz los síndromes conocidos como geriátricos porque se presentan con gran frecuencia en esta población.
La complejidad de los cuidados enfermeros a las personas mayores, tanto en salud como en enfermedad y generalmente la larga duración de los mismos, requieren un nivel de competencia profesional (conocimientos, actitudes y habilidades especializadas) que no son cubiertos en la formación básica y que justifican esta especialización. La prevalencia e incidencia de la enfermedad son superiores en el grupo de edad más avanzado, como lo son también la cronicidad, incapacidad y dependencia que repercuten de forma directa en el aumento de la necesidad de cuidados. Por ello, la actuación de la enfermera especialista en geriatría puede contribuir de forma considerable a mejorar los estados de salud de las personas mayores.
Las enfermedades que se presentan durante esta etapa de la vida, aunque pueden ser las mismas que desarrollan las personas a una edad más joven, adquieren características diferentes según los cambios fisiológicos y patológicos que acompañan la vejez, además pueden acompañarse de modificaciones sensoriales y cognitivas en el adulto mayor y llega a ser bastante común que se presenten de una manera atípica, sin que exista relación entre los síntomas detectados y la afectación en las funciones de los órganos, es decir, los deterioros funcionales pueden ser producidos por diversos factores debido la mayor vulnerabilidad que se tiene cuando se alcanza la vejez.
Centrándonos en la labor que desarrollan los enfermeros y enfermeras, lo primero que realizan es una valoración para detectar posibles riesgos y necesidades, y en función de ella, los cuidados se adaptan a cada persona. Enfermería se asegura de que tengan cubiertas todas las necesidades básicas y realizan un control y seguimiento para prevenir enfermedades y descompensación de patologías. También intervienen en la prevención de caídas, prevención de la aparición de úlceras por presión o prevención de las infecciones del tracto urinario, aspectos que pueden darse con frecuencia en personas mayores institucionalizadas.
Sin embargo, no hay que olvidar que la familia juega un papel importante en la vida del usuario, por lo que la comunicación continua y atención a los familiares es un aspecto fundamental ligado al cuidado del mayor.
En el día a día, la enfermera se encarga tareas como: la preparación, administración y correcta toma de medicación; control de constantes vitales y valoración del estado general de los usuarios; realización de curas de cualquier tipo de lesión, atención a usuarios con ostomías y sondajes; supervisión de la alimentación, hidratación, eliminación, estado de la piel e higiene; toma de muestras y realización de pruebas como electrocardiogramas; asistencia a todas las incidencias que ocurran en el transcurso del día; transmisión de información a las familias sobre el estado de salud del usuario, sin olvidar, que todas las tareas que se realizan van ligadas a un soporte y un acompañamiento emocional, ya que toda la labor se realiza en su hogar, ya sea el domicilio o la residencia.
Cabe destacar algunas de las enfermedades más comunes en las personas mayores son: la artritis y artrosis, enfermedades mentales, osteoporosis, diabetes, desequilibrios alimentarios, gripe y neumonía, enfermedades de corazón, trastornos del sueño, fibromialgia y fatiga crónica, problemas auditivos y visuales o soledad y depresión. Pero además de estas patologías, existe un concepto relativamente reciente denominado síndrome geriátrico que se utiliza para referirse a un conjunto de cuadros, originados por la conjunción de una serie de enfermedades que alcanzan una enorme prevalencia en el anciano, y que son frecuente origen de incapacidad funcional o social. Los grandes síndromes geriátricos, incluyen: inmovilidad, inestabilidad y caídas, incontinencia urinaria y deterioro cognitivo.
Es importante señalar que el equipo de enfermería no trabaja solo. Por ejemplo, en cada uno de los centros Amavir existe un equipo multidisciplinar formado por Terapia Ocupacional, Fisioterapia, Trabajo Social, Psicología, Medicina y Enfermería. Tanto enfermería, como el resto de profesionales, tienen una relación estrecha siendo imprescindible trabajar de forma conjunta, pues esta multidisciplinaridad de las residencias tiene un objetivo común, ofrecer unos cuidados y una atención centrada en la persona, y la toma de decisiones se debe hacer en conjunto, sumando los conocimientos y experiencias de cada especialidad. Para ello existen reuniones continuas donde se realiza una puesta en común de objetivos y aspectos que tratar de cada usuario.
Por último, quiero hacer una pequeña mención a los tiempos tan difíciles que estamos viviendo en las residencias debido a la aparición de la COVID-19. Tengo que reconocer que en estas circunstancias nuestro trabajo en las residencias ha sido tanto gratificante como desolador. Ha existido ese reconocimiento de la labor tan importante que realiza enfermería en el cuidado de las personas, sin embargo, hemos seguido sintiendo esa brecha enorme que existe en la sociedad, frente a la visión de la enfermería en el ámbito hospitalario y atención primaria, y la enfermería en el resto te los escenarios, como en nuestro caso, las residencias de ancianos.
Nuestros centros son el hogar de las personas mayores que atendemos, donde conviven muchos años con nosotros. El vínculo afectivo que desarrolla el trabajador en la residencia, con las personas que atiende, no tiene comparación al trabajador de ámbitos en los que las estancias son cortas. El haber vivido la pérdida de algunos residentes en un corto espacio de tiempo ha producido dolor y frustración.
Una dificultad enorme a la que se han tenido que enfrentar las enfermeras en nuestras residencias es la limitación que existe en los centros en cuanto a prestar unos servicios sanitarios específicos. En este sentido, el colapso en el sistema sanitario supuso tener que tratar a enfermos de COVID en las residencias de ancianos. Las residencias de ancianos son centros sociales, que no sanitarios, donde la atención sanitaria como tal se ve limitada a los recursos que se tienen en un centro de estas características. Centros que no están preparados para la atención a pacientes con ciertas enfermedades infectocontagiosas. Sin pruebas diagnósticas, sin métodos invasivos, sin medicación de uso hospitalario que pueden proporcionarse en otro ámbito, los equipos sanitarios han manejado la situación de la mejor forma posible con estas limitaciones.