Un artículo de Luis López,
coordinador Animación Sociocultural centro-norte Ballesol,
y Patricia López Landabaso y Javier Simarro,
animadores socioculturales en Parque Almansa y Patacona
Uno de los privilegios de trabajar en una residencia para personas mayores es la de poder compartir la navidad con todos ellos. Un regalo diario, un aprendizaje constante. Un estímulo para cualquier profesional, que más si cabe en estas fechas, reconoce lo que de verdad es el compromiso, la capacidad de empatía, la ilusión, la solidaridad. El talento para ejercitarlo es admirable. Detrás cada proyecto hay memoria, inteligencia, recuerdos, sabiduría. “Una vejez activa y productiva” la definen los residentes de Ballesol sin darle importancia. Participar de esta etapa de la vida de todos ellos es un privilegio.
Entre los propósitos como coordinador de los Técnicos de Animación Sociocultural (TASOC) en la zona centro-norte de Ballesol está la búsqueda de la felicidad como proyecto común que identifica al hombre, pero que también le permita relacionarse, compartir, crecer, aprender. Decía el filósofo griego Epicuro que “necesario es meditar acerca de lo que procura la felicidad, pues cuando está presente, tenemos todo, y, cuando nos falta, hacemos lo imposible por poseerla”.
La vida de un TASOC está muy marcada por las emociones, y más en una dimensión tan inhóspita como esta en la que nos encontramos. Su figura en nuestras residencias está muy identificada con aquella que concibe al profesional “que utilizando una tecnología social basada en una pedagogía participativa, facilita el acceso a una vida más creadora y más activa con mayor participación y comunicación… potenciando la autonomía personal y grupal, la relación interactiva con otras personas, la integración en un entorno sociocultural y la correspondiente capacidad para transformar ese entorno”.
Una Navidad en Ballesol
Con el correr de los años las tradiciones adquieren más valor en nuestro imaginario común. Residentes y trabajadores protagonizan historias con una ambientación navideña propias de Charles Dickens (incluso han llegado a hacer en una residencia una representación del archiconocido Cuento de Navidad).
La influencia que tiene el villancico como género literario propio en Ballesol ha llevado a sus residentes a reinventarse y adaptarse a las circunstancias. Hace ya muchos años que hicieron de la práctica musical, ya sea cantar o tocar un instrumento, la mejor manera de darle vida a los años para prevenir los problemas cerebrales y cognitivos asociados al envejecimiento. Pero también para mejorar el estado de ánimo, la autoestima, las relaciones sociales… En Ballesol Patacona (Valencia), por ejemplo, llevan mucho tiempo poniéndole voz al envejecimiento activo y saludable, comparte su TASOC, Javier Simarro.
Lo hacen creando sus propios coros y participando en proyectos intergeneracionales con colegios y universidades. Y ahora uniendo sus voces desde la residencia de manera virtual, a distancia, pero componiendo canciones navideñas con la misma magia y espiritualidad que estas fechas requiere. El apoyo de un musicoterapeuta ha llevado a más de 20 residentes a rescatar la pasión por los villancicos y los recuerdos que la música, más allá de ser exclusivamente lúdica, es un estímulo que puede llegar a nuestras emociones, hacer que nos movamos de forma natural, ayudarnos a evocar recuerdos, a captar nuestra atención o incluso a entablar una conversación más fácilmente.
En las formaciones que llevan a cabo los profesionales de Ballesol, se aprende a comprender la música desde otra perspectiva, que va más allá de utilizar la música para animar. La mirada se invierte y va desde las necesidades de la persona a la actividad que le proponemos.
El coro de Ballesol cuenta con sopranos, contraltos, mezzosopranos, toda una inspiración para los más jóvenes, que han aprendido a valorar la importancia de recuperar tradiciones y costumbres alrededor de la Navidad gracias a los residentes y al valor transmisor de “El tamborilero”, “Campana sobre campana” o “Noche de Paz”.
Entre las actividades de un TASOC está el apoyo a la intergeneracionalidad en cualquiera de sus formas. Ahora que necesitamos estar conectados también lo hacemos desde algo tan tangible como el papel. Nietos e hijos, hermanos y sobrinos escriben cartas a nuestros residentes. De esta forma desde cada una de las 50 residencias de Ballesol también saldrán felicitaciones por correo postal con fotografías, dibujos y unas líneas con los mejores deseos para estas navidades. Su lectura conmueve y reconforta, demostrando que el talento de la senectud no tiene límites.
Elogio esa capacidad empática que tienen para comprender sentimientos y emociones y el poder expresarlo, por ejemplo, en la decoración de un árbol de navidad. En Ballesol Parque Almansa (Madrid) la originalidad tiene luz propia: un alumbrado del jardín y un original árbol navideño de luces LED apoyado en la superficie de la pared y en la que cuelgan las fotos de los residentes y los recuerdos que siempre han acompañado a todos ellos en estas fechas.
Esta terapia colectiva en la que participan la mayoría de residentes no sólo fortalece los vínculos afectivos, potencia la felicidad, el crecimiento personal, los nuevos aprendizajes. En ese proceso evolutivo buscamos el protagonismo de la persona mayor. Ya sea creando galletas navideñas en el taller de reposteria, colaborando en un taller de arte belenista o diseñando duendes con fieltro y algodón para decorar el jardín y exponerlos para que se puedan vender por una buena causa
Pintura para el cerebro y el alma
Mi nombre es Patricia López Landabaso y soy pintora. Enseño a las personas mayores de distintas residencias Ballesol a pintar y a crear diferentes objetos. Algunas de estas creaciones se realizan para su futura venta con la intención de conseguir dinero para ayudar a la fundación Aladina, generando así una labor que muestra a nuestros residentes lo necesarios que son para muchas cosas, entre ellas, la de ayuda a los pequeños con cáncer. Una forma más de poner en relieve la importancia de la acción colectiva para abordar proyectos como este, y de paso, para aumentar la conciencia pública sobre la importancia de la solidaridad intergeneracional.
Desde mi punto de vista, aprender a pintar o aprender a crear y después practicar este aprendizaje, es un factor influyente de la identidad personal. Considero que las actividades son inherentes al individuo, y que a través de su realización se satisfacen necesidades y deseos. Así pongo énfasis en que al desempeñarse estas actividades, todas tengan el propósito de realizarlas de acuerdo a lo que se quiere conseguir; y esto significa que se ha vislumbrado en este sentido de antemano un posible resultado.
Pero, tanto o más importante que el propósito del hacer, es que la ejecución de estas actividades tiene además un significado que convierte esta actividad en única para la persona que la realiza porque implica un esfuerzo personal que les conduce a tener más consecuencias positivas. Ya he comentado una de ellas, ayudar a otras personas que les necesitan, pero además existen otros beneficios. Sus cerebros tienden a seguir llenos de luz y no se apagan, sus manos se ejercitan porque al pintar las están continuamente moviendo. Considero que cuando alguien se dedica a hacer algo nuevo, su pensamiento varía y genera nuevas expectativas y su creatividad aumenta. Todo ello lleva a unos y otros a sentirse mejor, a crecer y ver la vida desde otro punto de vista, dándoles beneficios de esparcimiento y mantiene y/o mejora su calidad de vida.