Un artículo de Olga Cures Rivas,
Fisioterapeuta y Tesorera del Ilustre Colegio de Fisioterapeutas de Madrid
La OMS, a finales de los años noventa, ya definió el envejecimiento activo como “el proceso de optimización de las oportunidades de salud, participación y seguridad, con el fin de mejorar la calidad de vida a medida que las personas envejecen”. Y, como no podía ser de otra manera, no habla la OMS sólo de individuos, sino de grupos de población también.
La importancia de este tema, para las administraciones, es tal que ha sido incluido en los planes estratégicos de las distintas administraciones, desde el estado a los ayuntamientos. Se han desarrollado estrategias a todos los niveles, para la promoción de la salud y prevención de discapacidades.
El objetivo es incidir en las limitaciones que pueden derivarse del proceso de envejecer, que no es lo mismo que decir que el envejecimiento es una enfermedad. Para hablar de salud en las personas mayores, nos centramos en la función, no tanto en la enfermedad. Y ahí la fisioterapia se mueve como pez en el agua.
El aumento de la esperanza de vida, aumenta el número de personas que van a padecer distintas lesiones musculoesqueléticas, según se desprende del último estudio mundial presentado por la Organización Mundial de la Salud, a través de la revista “The Lancet”.
La fisioterapia aporta en todas las fases de la atención, desde la prevención hasta los cuidados paliativos, pasando por su intervención en los procesos agudos o crónicos que pueden surgir en el adulto mayor. Aunque todo empieza antes, años antes, cuidando la salud de las personas, animando a la población a moverse, a implicarse en su tratamiento y en su estado de salud.
A cualquier edad, y más a partir de los sesenta años, el movimiento puede modificar tanto la vida como su duración y su calidad. Un fisioterapeuta podrá indicar, corregir, supervisar, un movimiento adecuado. Adaptando el programa de ejercicio al momento vital de cada individuo, a las manifestaciones de ese envejecimiento, a las patologías presentes y su evolución, etc. Todo ello tras la realización de una exhaustiva historia clínica.
Así mismo, la fisioterapia también plantea un frente común frente al sedentarismo, que es un factor negativo que influencia la salud a todos los niveles, tanto físicos, como psíquicos y cognitivos. Por lo tanto, esta lucha contra este factor –desde el punto de partida de cada individuo– es una tarea vital para el fisioterapeuta que trabaja en geriatría.
Así podrá influir en la aparición y desarrollo de los grandes síndromes geriátricos, mantener capacidades para realizar actividades de la vida diaria, mejorar la interacción de la persona con el medio en el que se desenvuelve, ser autónomo e independiente el máximo tiempo posible.
La fisioterapia quiere acompañar a las administraciones en el proceso de desarrollo de una política que sitúe al mayor en el centro del desarrollo de los proyectos sobre envejecimiento activo, con una visión multidimensional y a pie de calle. Pero con vistas en grandes proyectos a largo plazo. Única forma de conseguir resultados duraderos.
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