En un año marcado por una crisis sanitaria sin precedentes, y por unas limitaciones que han impedido que las familias se despidieran de sus seres queridos, los procesos de duelo pueden reflotar con dureza durante esta fechas en forma de «síndrome de la silla vacía», que alude al sentimiento que experimentamos ante la falta de un ser querido en una fecha tan señalada como es la festividad navideña.
En este sentido, tal y como indica Marian Carvajal, responsable de Atención Emocional de Albia, empresa de servicios funerarios perteneciente al Grupo Santalucía, «la intensidad con la que se siente la ausencia del ser querido en estas fechas puede llevar a revivir alguna de las fases del proceso de duelo con dureza, y este año muy especialmente».
Y es que, a pesar de que el proceso de duelo supone una reacción psicológica natural, normal y esperable, de adaptación ante la pérdida de esa persona, no haber podido despedirse o velar a los seres queridos igual que antes de la pandemia ha hecho que las familias revivan algunos sentimientos complejos, como la rabia y la culpa. «Si no se sustituye de forma progresiva ese sentimiento por otras emociones más adaptativas (como agradecimiento o gratitud) puede desencadenar en un anclaje patológico en el dolor, con una más que probable complicación en el proceso del duelo», advierte la responsable de Atención Emocional de Albia.
El conjunto de emociones y pensamientos que surgen de esta experiencia, denominada simbólicamente «la silla vacía», forma parte de un proceso único e intransferible que cada persona afronta de una manera distinta. Desde el Departamento de Atención Emocional de Albia apuntan algunas estrategias para afrontar las primeras navidades tras la expansión de la Covid-19:
1. Expresar libremente las emociones (tristeza, alegría, llanto, agradecimiento, etcétera) y compartirlas con otros miembros de la familia sin juzgar. Este es el primer paso para vivenciar estas fechas con mayor entereza, afrontando la ausencia del ser querido que ya no está.
2. Preparar las reuniones familiares con antelación y participar en los preparativos para estar activos y con la mente ocupada en los días previos.
3. Buscar una manera de incluir y recordar al ser querido en la reunión. Tratar de tenerlo presente simbólicamente, por ejemplo: homenajear con un brindis, dedicar unas palabras de recuerdo y agradecimiento, encender una vela y colocarla en la mesa o hacer sonar su música preferida son algunas posibilidades.
4. Tener presente a los niños -que también viven, a su manera, el duelo- e invitarles a participar: que observen cómo los adultos afrontan la situación y expresan sus emociones, para que ellos puedan utilizar los mismos recursos.
5. Comunicar con antelación a los familiares y amigos más cercanos cómo vamos a organizar la cena o comida navideña: que sepan cómo pueden participar y acompañar sintiéndose cómodos durante el encuentro.
Asumir la nueva perspectiva frente al hecho de la pérdida
La despedida supone asumir la nueva perspectiva frente al hecho de la pérdida, implica dejar marchar a una persona fallecida y afrontar un nuevo escenario aún por definirse. Es un final en sí mismo y un punto de partida para el inicio del duelo. Por ello, «hay familias que pueden encontrarse en una situación vulnerable al no haber podido despedir a sus seres queridos y no haber sustituido ese adiós por otro acto o ceremonia alternativa e igualmente terapéutica», apunta Carvajal. Así pues, el duelo evoluciona y se vive de diferente manera y con distinta intensidad durante la Navidad.
En estas fechas tan señaladas, llevar a cabo rituales de despedida puede ser una gran manera de rendir homenaje a la experiencia vital de la persona que ya no está. Ahora bien, estos deben afrontarse con cautela, ya que «el efecto de rebote emocional se puede dar en los casos en los que la persona no ha podido asimilar la pérdida aún, o sigue bajo un cierto ‘shock’ emocional en el que sigue vivenciando la situación como irreal».