«Durante la pandemia hubo una verdadera ‘masacre de mayores'», tal y como afirmó el presidente de la Pontificia Academia para la Vida, monseñor Vincenzo Paglia, durante la presentación del documento «La vejez: nuestro futuro. El estado de las personas mayores después de la pandemia» en una conferencia vía streaming desde la sala Juan Pablo II de la Santa Sede.
«El Papa, que no deja de oponerse a la ‘cultura del descarte‘ que lleva al abandono, nos exhorta por todos los medios a cuidar la red de afectos y lazos que unen a las generaciones, para que la familia y la comunidad cristiana sean una casa acogedora para todos, desde los más pequeños hasta los abuelos, y la transmisión de la cultura y la fe entre las generaciones sea fluida y viva», sostuvo monseñor Vincenzo Paglia.
El prelado vaticano explicó que de este modo la Pontificia Academia para la Vida pretende «subrayar la urgencia de una nueva atención a las personas mayores, que en las últimas décadas han aumentado en número en todas partes. Sin que aumentase, sin embargo, la cercanía a ellos y menos aún la comprensión adecuada de la gran revolución demográfica de estas últimas décadas».
«La pandemia de Covid-19 -que encontró en los mayores las víctimas más numerosas- puso de manifiesto la incapacidad de la sociedad contemporánea para atender adecuadamente a sus mayores. Con la pandemia, esa cultura del ‘descarte’ que el papa Francisco recordó repetidamente provocó innumerables tragedias que se abatieron sobre los mayores. En todos los continentes, la pandemia atacó en primer lugar a los ancianos», advirtió el presidente de la Pontificia Academia para la Vida, recalcando que «el número de muertos es brutal en su crueldad. Al día de hoy se habla de más de 2,3 millones de personas mayores fallecidas a causa de Covid-19, la mayoría de ellas mayores de 75 años».
«Una verdadera ‘masacre de mayores‘. Y la mayoría de ellos murió en instituciones para mayores», denunció monseñor Paglia, puntualizando que «los datos de algunos países -Italia, por ejemplo- muestran que la mitad de los mayores víctimas de Covid-19 proceden de institutos y RSA, mientras que sólo el 24% del total de muertes corresponde a mayores y personas de las tercera edad que vivían en casa. En resumen, el 50% de las muertes se produjeron entre los aproximadamente 300.000 huéspedes de residencias de mayores y RSA, mientras que sólo el 24% afectó a los 7 millones de mayores de 75 años que viven en casa. La propia casa, incluso durante la pandemia, con las mismas condiciones, protegía mucho más».
«Y esto se repitió en Europa y en muchas otras partes del mundo. Una investigación de la Universidad de Tel Aviv sobre los países europeos puso de manifiesto la relación directamente proporcional entre el número de camas en las RSA y el número de muertes de mayores. En todos los países la proporción es siempre la misma: a medida que aumenta el número de camas, también aumenta el número de muertes entre la población de edad avanzada. No creo que sea una casualidad. Lo que sucedió hace, sin embargo, que no se pueda liquidar la cuestión de la atención a los mayores con una búsqueda inmediata de chivos expiatorios, de culpables individuales. Por otro lado, sería incomprensible un silencio culpable y sospechoso».
Monseñor Paglia consideró que «es urgente repensar globalmente la cercanía de la sociedad hacia las personas mayores. Hay mucho que revisar en el sistema de atención y asistencia a las personas mayores. La institucionalización de los ancianos en residencias, en todos los países, no ha garantizado necesariamente mejores condiciones de atención, especialmente para los más débiles».
«Es necesario un serio replanteamiento no sólo de las residencias para mayores, sino de todo el sistema de atención a la inmensa población de personas mayores que caracteriza a todas las sociedades actuales. El papa Francisco recordó que, de la pandemia, no salimos igual: o somos mejores o peores. Depende de nosotros y de cómo empecemos ya desde ahora a construir el futuro. Esta nota -la tercera que la Academia publica en relación con la pandemia- se propone ayudar a construir un nuevo futuro para las personas mayores en la sociedad», añadió monseñor Vincenzo Paglia.
Asimismo, recordó que «es responsabilidad de la Iglesia asumir una vocación profética que señale el amanecer de un tiempo nuevo. No podemos dejar de comprometernos con una visión profunda que guíe el cuidado de la tercera y cuarta edad. Se lo debemos a nuestros mayores, a todos los que lo serán en los próximos años. La civilización de una época se mide por cómo tratamos a los más débiles y frágiles. La muerte y el sufrimiento de los mayores no pueden dejar de representar una llamada a mejorar, a ser diferentes, a hacer más. Se lo debemos a nuestros jóvenes, a los que están empezando su vida: educar a la vida del Evangelio significa también enseñar que la debilidad -incluso la de los mayores- no es una maldición, sino un camino para encontrar a Dios en el rostro de Jesucristo. La fragilidad, con los ojos del Evangelio, puede convertirse en una fuerza y en un instrumento de evangelización».
Y en este contexto, «la Iglesia, maestra de vida, tendrá que reinterpretar cada vez más -en un mundo nuevo y en evolución- su propia vocación de ser modelo y faro para muchas familias y para toda la sociedad, para que los que envejecen sean apoyados y ayudados a permanecer en casa y, de todas formas, a no ser nunca abandonados», concluyó el presidente de la Pontificia Academia para la Vida.
Por su parte, monseñor Bruno-Marie Duffè, secretario del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, que también intervino en la presentación, destacó que «los ancianos son nuestra memoria y, en esto, paradójicamente, son nuestra esperanza. Si nos basamos en su experiencia y sus descubrimientos, podremos continuar la aventura de la historia de la humanidad. Porque con la memoria, la esperanza es posible. La paradoja es que los antiguos siempre van un paso por delante. Ellos ya pasaron por lo que nosotros estamos pasando. Y pueden decirnos lo que pueden producir algunas de las experiencias que estamos viviendo por primera vez».
El prelado afirmó que se puede decir que «la crisis sanitaria generada por la Covid-19 ha sacado a la luz un importante componente de las relaciones sociales. La capacidad de afrontar el reto de la vida -sus incógnitas y alegrías- se basa, en parte, en la inspiración del diálogo entre generaciones. Un diálogo que puede ofrecerse a través de la palabra o del silencio, a través del dibujo que ofrece el niño y que todavía hace soñar al viejo. Por último, por la ternura de sus miradas que se cruzan y se animan».
En este sentido, Monseñor Paglia agradeció al papa Francisco la institución del «Día mundial de los abuelos y los mayores», que se celebrará el 25 de julio en la fiesta de los santos Joaquín y Ana, al considerarla «una invitación a los creyentes para que crezca en ellos y a su alrededor una nueva sensibilidad hacia los abuelos y las personas mayores».