Un artículo de Fernando Sánchez Luque,
Content & Communication Manager Essence Group
En estos días cumplimos un año del inicio del que es, sin duda alguna, el mayor desastre conocido por nuestra generación. El Covid-19 ha arrasado con todo. El planeta entero sigue en shock recordando cómo día a día esta pandemia ha ido devorando a todos los países y a todos los estratos de la sociedad.
Aunque esta sangría de vidas está siendo compartida por países de toda condición, en el nuestro está produciendo un impacto especial debido, entre otros factores, a la gran longevidad alcanzada por nuestra población. España tiene una de las tasas de esperanza de vida más altas del mundo, con un 19,4% de la población por encima de los 65 años y la pandemia ha tenido una incidencia especialmente dañina.
Los últimos datos ofrecidos por el Ministerio de Sanidad confirman 29.379 muertes en residencias de mayores. De estas, 19.520 son el total de fallecidos de residentes con Covid-19 confirmado, desde el 14 de marzo de 2020 hasta el pasado 28 de febrero, a los que se añaden 9.859 decesos de personas con síntomas compatibles con el coronavirus y que vivían en estos centros. Es decir, según los datos oficiales que maneja Sanidad, las personas que vivían en centros residenciales y que murieron con Covid-19 o causa compatible son el 43% del total de fallecidos en esa fecha en España.
Son unos datos tan escandalosos que, como no podía ser de otra manera, se están analizando desde diferentes ámbitos, tanto público como privado, para conocer dónde se ha gestado esta cadena de errores y cómo se puede aprender para combatir mejor esta lacra.
Muchos de estos análisis han concluido, tras una profunda investigación de lo acontecido, que son necesarias actuaciones coordinadas y decididas en el sector de las residencias y de cuidados de larga duración en general que planteen planes de transformación y un decidido impulso hacia la innovación, la transferencia y la investigación. Esto es, encumbrar a la tecnología como motor de cambio para fortalecer la calidad de vida de los residentes e intentar recuperar la credibilidad de un sector tan afectado por el Covid-19.
Ahí se está localizando uno de los retos más interesantes de las empresas del sector de la teleasistencia durante la pandemia. La implementación de estos nuevos protocolos en entornos hospitalarios, en residencias y en los propios domicilios de aquellas personas mayores que quieren envejecer en él se ha convertido en un desafío para todas ellas. La rápida propagación del virus está confinando a millones de personas y ha obligado a imponer el distanciamiento social y limitar las interacciones presenciales con otras personas tanto como sea posible en todo el mundo, lo que está poniendo de relieve la importancia de las diferentes soluciones tecnológicas de monitorización remota que se han mostrado muy efectivas para reducir el alto número de víctimas entre residentes y también cuidadores.
Las plataformas de monitorización remota están ofreciendo soluciones únicas a los desafíos de la pandemia al reducir la necesidad de contacto físico y permitir que los pacientes estén monitorizados de forma remota las 24 horas del día, los 7 días de la semana, como ha ocurrido en Holanda en hoteles medicalizados con pacientes Covid que estaban lo suficientemente bien como para ser dadas de alta pero que aún presentaban síntomas, así como a personas con casos de infección positiva con síntomas leves o nulos que presentaban síntomas y fueron redirigidos a hoteles en lugar de hospitales.
Otros ejemplos lo hemos visto en Brasil donde tras un aumento significativo de casos las autoridades de algunas ciudades desplegaron dispositivos avanzados de monitorización remota para proteger tanto a las personas mayores como al personal médico o en las residencias de mayores en Australia, donde se utilizó tecnología avanzada para la monitorización remota de la actividad de las personas mayores junto con cámaras térmicas para detectar síntomas de virus.
Es decir, estas soluciones de teleasistencia avanzada están permitiendo al sistema de salud gestionar todo el proceso de atención de aquellos pacientes con síntomas leves o moderados y abarca desde la identificación temprana hasta el seguimiento remoto de la salud de los pacientes, así como otras necesidades en función de su estado. Es obvio que cuanto antes se detecte una infección probable y se realice un seguimiento clínico continuo, mayores serán las posibilidades de que no se convierta en crítica.