Un artículo de Juan José Arechederra Calderón y Danny Febres Panez,
Médicos Geriatras de Valdeluz Ferial y del Hospital Universitario de Guadalajara
Las personas mayores han sido uno de los colectivos más afectados por la pandemia de SARS-CoV-2. En primer lugar, por la gran cantidad de ancianos que, por desgracia, han fallecido. Pero además por la forma en la que han fallecido, en muchas ocasiones solos, aislados en una habitación y sin poder despedirse de su familia. Esta pandemia ha tenido otras muchas consecuencias para las personas mayores, probablemente menos visibles que el número de fallecidos, pero muy importantes también para ellos.
El confinamiento tan prolongado en el tiempo ha afectado a todas las personas de una u otra manera independientemente de su edad. Sin embargo, el impacto que las medidas de restricción han tenido en la vida de nuestros mayores ha sido más acusado que en otros grupos sociales dada su mayor fragilidad, vulnerabilidad y menor capacidad de adaptación a dichas medidas restrictivas. Tanto los que viven en residencia como los que viven en domicilio han estado sin ver a sus familiares, sin poder salir a pasear a la calle, sin recibir sesiones de fisioterapia y sin acudir al centro de día durante muchos meses. Esa falta de estímulo físico y mental ha provocado el deterioro funcional y el agravamiento de patologías crónicas como la demencia.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) en España en 2019 más de dos millones de personas mayores de 65 años vivían solas. La pandemia ha agravado el sentimiento de soledad de estas personas y ha empeorado el estado anímico de muchos de ellos. Al ser el grupo más vulnerable para padecer efectos graves de la Covid-19 y el ver con sus propios ojos como fallecían familiares cercanos, amigos y compañeros de residencia, ha hecho que nuestros mayores hayan tenido miedo al contagio y sus consecuencias.
Se han suspendido numerosas consultas, revisiones y cirugías programadas porque el coronavirus ha centrado la asistencia sanitaria tanto en los hospitales como en la atención primaria. Eso ha supuesto la falta de atención, el retraso en el diagnóstico de muchas enfermedades y la descompensación de patologías crónicas con el consiguiente aumento de morbilidad y mortalidad por causas relacionadas de forma indirecta con el coronavirus.
En el personal sanitario que atendemos a las personas mayores, la Covid-19 también ha tenido importantes consecuencias. La duración y la intensidad de la pandemia ha producido un importante cansancio físico y mental en todos nosotros. Hemos tenido que doblar turnos, hacer más guardias y perder vacaciones. Es un golpe psicológico importante ver cómo se mueren los pacientes delante de ti sin poder remediarlo, tener que priorizar un tratamiento sintomático para evitar el sufrimiento del paciente e informar a los familiares por teléfono del fallecimiento de un ser querido.
Ha cambiado nuestra forma de trabajar en el día a día. Ahora visitamos y exploramos a nuestros pacientes completamente tapados para protegernos. Eso dificulta a los pacientes el reconocimiento del personal sanitario y enfría la relación médico-paciente, tan importante en todos los ámbitos de la medicina, pero especialmente en geriatría. Se han suspendido las sesiones clínicas docentes por la imposibilidad de reunirnos muchos profesionales juntos en la misma aula. Se han suspendido muchos proyectos de investigación centrados en el estudio de diferentes patologías ante el colapso del sistema sanitario en relación con el coronavirus. Sesiones clínicas y proyectos de investigación que iremos retomando paulatinamente a medida que aumente el número de personas vacunadas y mejore la situación sanitaria.
Como parte positiva, toda esta situación ha reafirmado la vocación de todos los sanitarios que nos dedicamos a cuidar a las personas mayores y ha reforzado la solidaridad y el compañerismo entre los distintos profesionales con el único objetivo de mejorar la atención a nuestros mayores. Esta pandemia nos ha dado la oportunidad de aprender muchas cosas, tanto personalmente como en sociedad. Tenemos que plantearnos que queremos hacer con nuestros mayores en el futuro cercano.
Se ha demostrado que el modelo de residencias no está bien preparado. Hay que dotar a las residencias de recursos personales y económicos para poder hacer frente a este tipo de situaciones con ciertas garantías.En algunas comunidades autónomas se han creado equipos de coordinación compuestos por médico especializado en geriatría y personal de enfermería. La función de estos equipos es apoyar al personal de las residencias en la toma de decisiones y en el manejo de los mayores institucionalizados. El objetivo principal es optimizar la atención sanitaria mediante una adecuada utilización de los recursos disponibles en la residencia, en atención primaria y a nivel hospitalario con el fin de obtener una mejor calidad de vida para nuestros mayores.
Es el momento de trabajar para hacer de los hospitales un medio menos hostil para las personas mayores. Es el momento de exigir la presencia de equipos de atención geriátrica en todas las áreas de salud. Es el momento de establecer protocolos adecuados de derivación desde residencias a sus hospitales de referencia y de ingreso del adulto mayor en UCI para evitar la aplicación del criterio de edad cronológica para desestimar ingresos en unidades específicas de cuidados intermedios o cuidados intensivos. Es el momento de erradicar la discriminación que sufren nuestros mayores en buena parte de la sociedad y por parte de ciertos profesionales sanitarios única y exclusivamente por la edad.
Esta pandemia ha puesto de manifiesto la necesidad de centrar la atención sanitaria en las personas mayores para mejorar la eficacia y la efectividad de dicha atención.Todos queremos que nuestros padres y abuelos vivan lo mejor posible. Tenemos que pensar que cada paciente anciano tiene su familia esperando lo mismo.