Un artículo del Doctor Fernández Torán,
Director Médico del Balneario de Cofrentes y autor de la metodología de la app Rosita
Entre los grandes cambios impuestos por la pandemia por coronavirus y con la finalidad de reducir el contacto social y prevenir los contagios entre personas, hay uno que tiene un impacto sobre la salud de las personas mayores y cuyas consecuencias son difíciles de prever pues se manifestarán más con el paso del tiempo. Tal es así que ya en abril de 2020 se categorizó como la cuarta ola de la pandemia (1).
La limitación de la movilidad aconsejada a toda la población, y también a las personas mayores, y la reducción de la posibilidad de hacer actividades físicas, que mayoritariamente se llevaban a cabo en los centros sociosanitarios y asociaciones de pensionistas, sin proponerles alternativas para poder hacer ejercicio físico estando confinados en su domicilio, van a tener como consecuencia un incremento de la pre-fragilidad en personas que no han pasado la infección, de una manera independiente y paralela a las secuelas neuromusculares de los enfermos que han pasado la infección. Y en consecuencia un posterior aumento de la fragilidad y con ello de la dependencia que la misma provoca.
¿Qué es la fragilidad?
La fragilidad es un síndrome geriátrico que se caracteriza por pérdida de masa muscular aumentando el riesgo de caídas y la capacidad de vivir con autonomía. Es una condición que afecta a más del 49% de la población pasados los 75 años y la clave es que no existe un tratamiento, solo se puede prevenir a tiempo. Es el síndrome que todos conocen cómo “se hizo mayor de golpe y en cuestión de meses ya no se valía por sí solo”, y que es poco conocido entre la población menor de 80 porque a nivel médico no hay un fármaco que lo prevenga. Solo un estilo de vida muy activo y saludable.
Por otra parte, el colapso del sistema sanitario, tanto por la vía de la necesidad de recursos materiales y humanos para tratar a los infectados, como por la vía de que al implantar medidas preventivas que limiten el contacto entre personas, ha reducido la capacidad asistencial de diagnóstico y tratamiento en patologías comunes que tienen como consecuencia que además se van a tardar en diagnosticar las masivas prefragilidades en mayores mucho más tiempo.
Pero el sistema sanitario tampoco dispone en asistencia primaria de capacidad para el diagnóstico, y mucho menos el tratamiento de la fragilidad, que es considerado más como un problema social, que necesita asistencia social, que como un problema médico que debe prevenirse pues una vez instaurado es muy difícil hacerlo reversible.
Estos dos factores, el estilo de vida confinado con gran limitación de la actividad física y el colapso del sistema sanitario, son los ingredientes de la tormenta perfecta para producir un incremento de la dependencia que probablemente desbordará las posibilidades económicas de un Estado no especialmente rico como es el español.
¿Y qué deberíamos hacer?
Pues prevenir que los mayores robustos, como consecuencia de los problemas descritos, se vuelvan pre-frágiles y que los ya actualmente pre-frágiles, evolucionen hacia la fragilidad. Y lo debemos hacer porque la fragilidad en la mayor parte de las personas es posible prevenirla, pero para prevenirla hay que hacer más ejercicio. Hay que hacer mucho más ejercicio.
¿Cómo pueden las personas mayores hacer más ejercicio si están confinados en casa? Nosotros creemos que consiguiendo dos cosas:
- Que los mayores que dispongan de información sobre cómo y qué ejercicio hacer en casa, esta información es relativamente fácil de conseguir con libros y vídeos.
- Que los mayores tengan motivación para hacer ejercicio diariamente. Y esto es más difícil de conseguir.
Hay muchas formas de hacer ejercicio en casa, muchos videos en Youtube y muchos usuarios que tienen una tabla pdf de ejercicios por su médico. La clave es que los ejercicios tienen que contemplar tu condición actual, tus contraindicaciones médicas y asegurarse que tienen un progreso relativo que te ayuda a ir mejorando continuamente. Con todo esto claro, lo que tenemos que hacer es buscar aquellas actividades que nos hacen felices, que contemplen todos los factores médicos y sean progresiva, y que disfrutemos haciéndolas.
En este sentido, Rosita es una aplicación diseñada por médicos, fisiólogos, gerontólogos y fisioterapeutas que permite nivelar a los usuarios, incorporar sus contraindicaciones y fijar un plan semanal de entrenamiento y actividades. Pero, sobre todo, es una aplicación divertida, con más de 20 tipos de actividades diferentes, desde bailes a yoga, taichi, balance, chi-kung, etc. y s sesiones en directo diarias con un fisioterapeuta.
(1) https://twitter.com/VectorSting/status/1244671755781898241