Un artículo de Raquel de la Iglesia,
licenciada en Farmacia y Ciencia y Tecnología de los Alimentos
Departamento. Comunicación Científica de Laboratorios Ordesa
Aunque todos somos susceptibles a la infección por coronavirus, es en las personas mayores de 65 años a quienes debemos prestar especial atención, pues el riesgo de severidad de la enfermedad es mayor en este grupo de edad. Esto es debido a que, con la edad se presentan más comorbilidades, es decir, la persona mayor puede presentar patologías crónicas como hipertensión, diabetes, obesidad, enfermedades cardiovasculares o enfermedades del sistema respiratorio; asimismo también se ha observado un mayor riesgo de desnutrición asociado a la enfermedad, que provocaría mayor mortalidad.
Una de las razones por las que la Covid-19 es más grave en las personas mayores es la inmunosenescencia y el inflammaging. La inmunosenescencia es el deterioro gradual del sistema inmune provocado por el avance de la edad, y que no es más que la capacidad del organismo para hacer frente a una infección y de generar anticuerpos tras una vacunación. Y el inflammaging (asociación de las palabras inflamación y aging) es el proceso de inflamación (sin ser necesaria la presencia de infección) característico del envejecimiento debido a la exposición crónica a antígenos y al estrés. A mayor edad, mayor respuesta inflamatoria, con la consecuente activación mantenida en el tiempo del sistema inmune, ocasionando una exacerbación y una hiper-producción de citoquinas proinflamatorias. En una situación de mucha inflamación, aumenta la demanda nutricional.
Además, existe evidencia de la influencia de la alimentación sobre el sistema inmunológico y la susceptibilidad a las enfermedades, como pueden ser las infecciones. En el caso concreto de la infección por SARS-CoV-2, se ha observado un alto riesgo de desnutrición, debido a la presencia de un estado inflamatorio importante como ya hemos comentado y al aumento de los requisitos nutricionales.
Según diferentes sociedades científicas, como la Sociedad Europea de Nutrición Clínica y Metabolismo (SENPE), la Sociedad Europea de Endocrinología (ESE), la Sociedad Española de Enfermería Nefrológica (SEDEN) o la Academia Española de Nutrición y Dietética, la peor evolución de la Covid-19 en pacientes ancianos y con comorbilidades se debe en parte a la habitual presencia de desnutrición y sarcopenia, y que un tratamiento nutricional adecuado y precoz es capaz de mejorar el pronóstico de estos pacientes.
Por otro lado, y aunque un porcentaje nada despreciable de personas mayores se ha recuperado, hay que tener muy presente las posibles secuelas derivada de la infección. El grado de discapacidad o autonomía de estas personas depende directamente de si han sufrido complicaciones clínicas, funcionales y/o psicológicas más o menos severas.
Los pacientes pluripatológicos que han sufrido una neumonía severa y con inflamación prolongada, presentan mayor riesgo de padecer a largo plazo otro tipo de enfermedades graves, ya sea cardíacas, renales o neurológicas, entre otras, sin olvidar las posibles secuelas a nivel físico (discapacidad), psicológico y de afectación de su calidad de vida.
Por otro lado, los períodos largos de tiempo necesarios para la recuperación de la infección han provocado debilidad, perdida de fuerza y de la funcionalidad por la falta de movilidad en estas personas y, por tanto, la aparición de atrofia muscular. Por esta razón, aparte de la alimentación, también es conveniente mantener un cierto grado de movilidad mediante ejercicios adecuados para evitar estas secuelas físicas. Otro de los efectos secundarios de la hospitalización es la aparición de alteraciones cognitivas a largo plazo como por ejemplo problemas de memoria.
Además, uno de cada tres pacientes agudos de Covid-19 puede presentar disfagia orofaríngea como consecuencia de la intubación o la utilización de sistemas de respiración asistida, por las complicaciones de una neumonía o una insuficiencia respiratoria, o en pacientes ancianos que presentan una fragilización acelerada causada por la enfermedad. La disfagia orofaríngea es un trastorno de la deglución que puede conllevar diversas complicaciones como una neumonía aspirativa, mayor riesgo de infecciones respiratorias, deshidratación o malnutrición.
En todos estos casos descritos, es necesario adaptar la textura de los alimentos para que puedan tragarlos con mayor facilidad o prescribir suplementos nutricionales adaptados, si el paciente no alcanza sus necesidades nutricionales.
Otro tipo de situaciones que nos podemos encontrar son los pacientes diagnosticados de coronavirus pero que no han necesitado hospitalización. En estos casos, es tan importante como en los anteriormente descritos, fomentar una alimentación con elevado valor y densidad nutricional y calórica, así como mantener un buen estado de hidratación, y si es necesario, fraccionar y aumentar el número de comidas en pequeñas porciones a lo largo del día. Pensemos que la alimentación en este tipo de personas es complicada debido a la pérdida de apetito, del gusto y del olfato que presentan.
Y finalmente, nos encontramos con las personas mayores que no han padecido la enfermedad, pero que pueden presentar secuelas derivadas del confinamiento. Todavía hoy en día muchas de ellas siguen permaneciendo en sus casas ante el miedo al contagio o simplemente por propia precaución. El aislamiento y el distanciamiento social ha afectado directamente a sus hábitos y rutinas, como son las comidas, los paseos, el descanso…, que favorecen un envejecimiento saludable, así como de manera contraria, la aparición de sedentarismo, puede conducir a un empeoramiento en la dieta o la aparición de ansiedad, depresión, trastornos del sueño, etc… Además, los adultos con movimiento limitado tienen problemas para acceder a los alimentos o a los tipos de alimentos adecuados. Estas personas han tenido que valerse por sí mismas y hacerse autosuficientes de manera obligatoria.
Algunos módulos nutricionales permiten a los pacientes con trastornos de la deglución o disfagia una alimentación e hidratación más segura y eficaz, evitando o disminuyendo el riesgo de broncoaspiración, desnutrición y deshidratación. Por otro lado, en caso de no alcanzar las necesidades nutricionales diarias, también se puede recurrir a suplementos completos con aporte de macro y micronutrientes de manera equilibrada para complementar la alimentación del adulto mayor.