La falta de adherencia a los tratamientos es un problema de salud pública muy extendido en el abordaje de las enfermedades crónicas. Se trata de una cuestión multifactorial en la que influyen diferentes variables y una de ellas es la actitud del paciente.
Y es que, tal y como explica Cristina López, psicóloga en el Gabinete Bonamind y una de las autoras del primer Libro Blanco de la Adherencia en España (puesto en marcha por Grupo OAT y la Fundación Weber bajo el Proyecto Adher), las personas son seres emocionales “y si nos sentimos más contentos, aumenta nuestro nivel de confianza en nosotros y también estamos más predispuestos a la acción y a la colaboración”, unos factores “decisivos”, en palabras de esta especialista, para que la adherencia a los tratamientos funcione y sea efectiva.
En este sentido, la doctora Pilar de Lucas, vocal del Comité Científico del Grupo OAT, esta actitud, además de ser clave, debe estar basada en el conocimiento de la enfermedad y sus consecuencias, para así comprender y compartir la estrategia del tratamiento con el profesional sanitario. “Esto es sin duda el primer paso para combatir la enfermedad”, apunta la doctora de Lucas, quien añade que “no significa que el paciente infravalore la enfermedad, sino que, entendiendo su magnitud, afronte de manera firme el tratamiento encaminado a su curación o, en cualquier caso, a su control y mejor calidad de vida”.
No obstante, entre los médicos no existe suficiente cultura de discutir la estrategia terapéutica con los pacientes, ni se tiene en cuenta el impacto que tanto la enfermedad como el tratamiento tienen en la calidad de vida de estos, advierte la vocal del Comité Científico del Grupo OAT. “Solemos disponer de varias opciones terapéuticas y hay que buscar la que más se adecue al modo de vida del paciente y, sobre todo, la que mejor se adapte a sus expectativas y necesidades”, sostiene.
Cristina López coincide con la doctora de Lucas y destaca la necesidad de formar a los profesionales sanitarios en habilidades sociales que garanticen que los pacientes reciben la información adecuadamente y se sienten parte activa del proceso. Además de esto, esta especialista considera importante poner al paciente en el centro del sistema y trabajar desde los diferentes ámbitos y profesionales implicados de forma coordinada e interrelacionada; así cómo incluir en este trabajo multidisciplinar la figura del psicólogo para implementar las técnicas psicológicas necesarias que favorezcan un cambio positivo en la conducta del paciente, que potencien tanto la evolución positiva de su enfermedad como la adquisición de unos buenos hábitos de salud.
Por su parte, la doctora Pilar de Lucas aboga por sustituir el paternalismo, pero sin dejar de dar apoyo al paciente cuando lo necesite. “Hay que dejarle claro que él puede y debe tomar decisiones, pero que nosotros no solo podemos, sino que también debemos ayudarle a ello, aunque los profesionales no podemos estar solos en esto. Los responsables políticos tienen que poner los medios necesarios para que nuestra labor de información, de ayuda, de acompañamiento, en suma, sea posible a través de estrategias en enfermedades crónicas que contemplen esta necesidad de formación del paciente dentro del plan terapéutico y una mayor relación profesional de la salud-paciente, aumentando los tiempos de consulta, creando más consultas de Enfermería, incorporando la figura de los Gestores de Caso, haciendo una realidad nacional la historia clínica compartida, etc. Y de hecho, todo esto que casi parece utópico, es totalmente necesario”, señala la especialista.
Ahora, la llegada de la primavera y la mayor exposición a la luz solar proporciona a la población general una actitud más alegre y positiva. Como subraya López “es evidente que el grado de motivación y de conciencia por parte del paciente va a ser de gran ayuda para el curso de su tratamiento”, señala.
“Sin embargo -añade López- es cierto que esa actitud también viene determinada por diferentes variables que se retroalimentan mutuamente, desde la confianza en el sistema sanitario o el grado de relación que ha establecido con su prestador sanitario; de igual forma influye la propia complejidad del tratamiento o el apoyo social y familiar que recibiendo; también, por supuesto, su sistema de creencias o expectativas respecto a la enfermedad. Si cuidamos estos factores, seguramente estamos potenciando el grado de implicación y consciencia por parte del paciente”.
Solo el 51,56% de los pacientes crónicos son adherentes
La adherencia al tratamiento continúa siendo un grave problema de salud pública: solo el 51,56% de los pacientes crónicos son adherentes, según el Estudio Nacional de Adherencia en Patologías Crónicas del Grupo OAT. Esto supone un coste en España de 11.250 millones de euros en costes directos e indirectos. Se trata de un aspecto de la asistencia que requiere de un trabajo multidisciplinar en el que se incluya a todos los profesionales sanitarios de Medicina, Enfermería y Farmacia. En este sentido, alrededor del 87% de estos considera que tiene claro el concepto de adherencia; no obstante, solo el 60% realiza seguimiento de la misma con los pacientes.
Hay que tener en cuenta que la adherencia no supone únicamente que el paciente tome su medicación, sino que, además, lo haga de forma correcta (como en los casos que es necesario utilizar un dispositivo inhalador), persista a largo plazo, siga hábitos de vida saludable, cuide su estado emocional y psicológico o esté formado y concienciado sobre su patología, etc.