Un artículo de Sanitas Mayores
El envejecimiento de la población, debido al aumento de esperanza de vida por los avances científicos y médicos y a la disminución de la tasa de fecundidad, ha provocado que la proporción de personas mayores de 60 años esté aumentando a una velocidad sin precedentes. A este respecto, según datos de la OMS, la población mayor de 60 años va casi a duplicarse durante los próximos años, pasando de 900 millones a 2.000 millones en 2050, suponiendo un 22% del total.
Poder disfrutar de más años de vida es un gran triunfo de la sociedad, pero, a su vez, implica tener que estar preparados para hacer frente a los retos y enfermedades asociadas a edades avanzadas. En este sentido, se va a producir un aumento de los casos de deterioro cognitivo y las enfermedades neurodegenerativas, como la pérdida progresiva de la memoria, el Alzheimer, el Parkinson o la demencia senil, entre otras.
A este hecho es preciso añadir que el aislamiento y la constante situación de incertidumbre, miedo y desorientación a la que se han visto sometidas las personas mayores durante el último año ha agravado los síntomas de estas enfermedades y ha mermado, en muchas ocasiones, su bienestar emocional. En concreto, un estudio reciente, elaborado por la Fundación Curemos el Párkinson, ha revelado que el 66% de los pacientes con Parkinson sufrió un empeoramiento de sus síntomas durante el confinamiento.
Por todo ello, una vez se ha puesto remedio al aspecto puramente sanitario del virus, gracias a la llegada de la vacuna, es imprescindible poner el foco en el resto de las enfermedades, así como en el aspecto psicosocial, y arraigarlo en el sistema residencial del futuro. Es más crucial que nunca desarrollar técnicas para prevenir, retrasar y combatir los efectos del deterioro cognitivo y de las enfermedades neurodegenerativas, con el objetivo de asegurar la calidad de vida tanto de los mayores afectados, como de su entorno. Cabe destacar en este sentido que, según el estudio ‘Retos y preocupaciones de los cuidadores de personas que viven con alzhéimer’ de Sanitas Mayores, nueve de cada diez cuidadores de personas que viven con alzhéimer confirman que no cuentan con la formación necesaria para cuidar a su familiar.
En Sanitas llevamos mucho tiempo trabajando para garantizar tratamientos y seguimientos personalizados para hacer frente a estas patologías, de hecho, durante la pandemia se han mantenido muchas de estas terapias de forma individualizada para evitar el avance rápido de estas patologías. Aunque las enfermedades derivadas del deterioro cognitivo tienen síntomas que se producen en la mayor parte de los afectados, cada persona es diferente y puede reaccionar de múltiples maneras a las terapias que existen. Por ello, desarrollamos una modalidad de cuidados donde se proporciona un acompañamiento individual que se personaliza en función de la valoración técnica del residente y siempre de acuerdo con la familia.
Desde la compañía defendemos firmemente las terapias no farmacológicas para la prevención y mejora de estas patologías, ya que mejoran la calidad de vida de todas las personas y está demostrado que son capaces de aumentar el bienestar emocional de los mayores y retrasar este tipo de enfermedades que afectan al cerebro humano.
Entre las actividades enmarcadas dentro de estas terapias destacan algunas como la musicoterapia, que permite el desarrollo de la escucha mantenida en el contexto sonoro y musical de la sesión. Esta actividad conlleva la implicación emocional con todo aquello que suena y, por tanto, permite que los afectos y las emociones de las personas mayores se manifiesten tal y como son. Este hecho es determinante para el desarrollo personal y social.
Asimismo, las terapias asistidas con animales tienen efectos terapéuticos que favorecen el estado emocional y estimulan la actividad cognitiva. La polivalencia de este tipo de terapias debido a la gran cantidad de actividades y a los diferentes animales a los que se puede recurrir, hacen de estas unas actividades perfectas para que los mayores mejoren, gracias a sus estímulos sencillos, distintos aspectos como las funciones cognitivas, las capacidades psicomotrices o los reflejos posturales, además de mejorar el estado emocional y, en última instancia, las relaciones sociales.
Otra de las terapias que favorecen la prevención de estas enfermedades son las actividades básicas de la vida diaria. Se trata de realizar tareas de autocuidado como asearse, vestirse o alimentarse, así como tareas relacionadas con el entorno, como la limpieza del hogar. Estas intervenciones mejoran el grado de independencia y autonomía de la persona y el desarrollo personal de forma que estas personas no tengan que depender de terceros.
A este respecto, está demostrado que el uso por parte de los mayores de la tecnología cotidiana también contribuye positivamente. Realizar tareas sencillas en un ordenador, por ejemplo, permite trabajar procesos cognitivos variados como la velocidad de reacción, la inhibición de respuestas o la reducción de distracciones.
Los smartphones y las tablets, que pueden suponer un manejo más fácil para las personas mayores, ofrecen ventajas similares que ayudan al desarrollo de áreas como la atención, las funciones ejecutivas y la memoria. Igualmente, existen múltiples aplicaciones creadas específicamente para la estimulación cognitiva de los mayores con juegos mentales que permiten trabajar con habilidades como el razonamiento, la concentración, la inteligencia espacial, la observación, la decisión o la capacidad de hacer varias cosas a la vez.
Tras la vorágine de desafíos a la que se ha tenido que enfrentar el sector residencial durante los últimos meses, es momento de fijar la mirada en el futuro y trabajar por y para las personas mayores, garantizando una cobertura y cuidados en todos los aspectos que dignifican su vida. Vienen años en los que las enfermedades relacionadas con el deterioro cognitivo van a tener mucho peso en nuestra sociedad, pero estamos preparados para hacer frente a esta nueva realidad y garantizar el mejor de los futuros para nuestros mayores.
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