Un artículo de Carina Cinalli Ramírez,
Psicóloga
Vocal Asociación Española de Psicogerontología (AEPG)
“El todo es igual a la suma de relaciones”
Kenneth Gergen
Introducción
La profunda transformación demográfica experimentada en los últimos años caracterizados por el aumento de la población mayor y de la esperanza de vida trajo aparejada, entre otras cosas, la necesidad de dar respuestas desde la psicología a los retos que plantea envejecer con bienestar. En esta dirección se han desarrollado teorías en el campo de la psicogeronotología y también se ha profundizado en modelos que hasta no hace tanto tiempo estaban más ligados a otras etapas del ciclo vital. Un ejemplo de esta tendencia es la teoría del apego.
Dentro de la psicología esta teoría es considerada como una de las construcciones más sólidas en el campo de las relaciones afectivas. Aunque Bowlby1 conceptualizó la teoría del apego y consideró su aplicación a las diferentes etapas del ciclo vital, la mayoría de las investigaciones se realizaron en la etapa infantil y juvenil. En los últimos años ha aumentado el interés en estudiar el apego adulto y su relación con diferentes manifestaciones psicopatológicas.
En el caso del envejecimiento, existe una menor producción de estudios que aborden el apego y su relación con diferentes factores que promueven o dificultan la adaptación saludable a esta etapa del ciclo vital. En el campo de las demencias, el avance de los modelos de atención centrada en la persona,han puesto de relieve la necesidad de abordar la experiencia subjetiva y el mundo emocional del paciente. En este sentido se han realizado algunos estudios que incluyen la perspectiva del apego en el campo de las demencias y que aportan información interesante para pensar tanto la prevención como la intervención clínica.
El apego en el ciclo vital
El apego es un sistema motivacional y conductual que orienta al niño a establecer una relación afectiva, estrecha, estable y significativa con su cuidador como manera que garantizar su supervivencia. Las situaciones desafiantes o conflictivas son disparadoras de las conductas de apego que tienen como objetivo lograr el sentimiento de seguridad y estabilidad necesario para responder satisfactoriamente al desafío presentado.
Según las características del primer modo de relación que se establece entre el niño y las figuras que le aportan cuidados, se han identificado diferentes tipos de apego: seguro e inseguro (evitativo, ansioso, ambivalente, desorganizado). Se considera que el estilo de apego es relativamente estable (aunque puede ser modificado y/o enriquecido por experiencias posteriores) y moldea el comportamiento social y las estrategias de regulación emocional durante las diferentes tapas del ciclo vital. Los diferentes estilos participan en la visión que tiene la persona de sí misma como merecedora o no de apoyo y amor; así como de su entorno social como merecedor o no de su confianza2.
El apego seguro se caracteriza por aportar al niño una base segura para explorar al mundo, conocer a los otros y a sí mismo, sabiendo que ante una situación amenazante dispone de un refugio donde encontrar apoyo, consuelo, compresión, amor incondicional. En el adulto el apego seguro favorece el establecimiento de relaciones de confianza e intimidad positivas, un mejor afrontamiento de los cambios, la resolución de conflictos, etc. En la vejez3 el apego seguro facilita el afrontamiento de situaciones de pérdida y declive, protege contra el aislamiento y la depresión, y facilita el ajuste flexible a metas, el crecimiento personal, autoaceptación, dominio del ambiente, etc.
Consideraciones sobre el apego y las demencias
Con respecto a la importancia de considerar la teoría del apego para abordar el deterioro cognitivo y las demencias, los estudios se han centrado principalmente en la relación del apego con los síntomas conductuales y psicológicos de la demencia (BPSD), con la experiencia del cuidador y con la prevención del deterioro cognitivo4
Los BPDS hacen referencia a un conjunto de síntomas que suelen aparecer en muchas personas que sufren diferentes tipos de demencias. Muchos de estos síntomas (gritar, llorar, etc.) pueden interpretarse en términos de activación del sistema de apego causada por un aumento de los sentimientos de inseguridad vinculado al avance del deterioro. La fijación a los padres (primera figura de apego) como si aún estuvieran vivos es una conducta muy frecuente en las personas con demencia. Conductas como llamar a los padres, preguntar por ellos, etc., se vuelven más frecuentes conforme avanza la enfermedad, y son interpretadas desde la teoría del apego como un intento de encontrar seguridad emocional. Teniendo en cuenta los diferentes tipos de apego premórbido, las personas con apego inseguro suelen mostrar más BPSD que aquellos que presentaban un apego seguro5.
El estilo de apego del familiar cuidador se ha relacionado con variables como: satisfacción con el apoyo social, ajuste psicológico, carga del cuidador, y afrontamiento de la demencia. El apego ansioso del cuidador puede conducir a un comportamiento de cuidado excesivo, incluso más allá de las necesidades del paciente. El apego evitativo puede asociarse con la negación de problemas y una conducta inadecuada de cuidado derivada de esa negación. Además, el apego inseguro (tanto niveles altos de evitación del apego como de ansiedad) se asocia con niveles más altos de carga para el cuidador, percepciones y valoraciones negativas de la situación, menor satisfacción con el apoyo percibido, niveles más altos de depresión y ansiedad, y menor nivel de bienestar. Los cuidadores con apego seguro pueden ser más sensibles a las necesidades del enfermo y por lo tanto brindar una atención más ajustada, aceptar más fácilmente las pérdidas y los cambios asociados con el proceso de demencia6.
Si nos referimos a la prevención del deterioro cognitivo y las demencias, es importante considerar que el apego temprano podría influir en el desarrollo de recursos afectivos, cognitivos y neurobiológicos que, en el caso del apego seguro, podrían proteger contra el desarrollo y avance de la enfermedad. Las relaciones afectivas son vitales para el desarrollo y mantenimiento de la salud cognitiva ya que contribuyen a formar la reserva cognitiva y cerebral7.
Conclusión
La teoría del apego puede proporcionar un marco para comprender cómo una persona con demencia reacciona ante los cuidados, cómo expresa los BPSD y la variabilidad individual de la respuesta a las intervenciones. También puede contribuir a desarrollar modelos de intervención y estrategias de prevención. Incorporar la teoría del apego en la formación y atención de las personas que cuidan sería de gran relevancia para contribuir a su bienestar.
Referencias bibliográficas
[1] Bowlby, J. (2006) Los vínculos afectivos: formación, desarrollo y pérdida. Ediciones Morata
[2] López, F. (2006). Apego: estabilidad y cambio a lo largo del ciclo vital. Infancia y aprendizaje, 29(1), 9-23.
[3] Cicirelli, V. G. (2010). Attachment relationships in old age. Journal of Social and Personal Relationships, 27(2), 191-199.
[4] Browne, C., y Sholsberg, E. (2006).Attachment theory, ageing and dementia: A review of the literatura. Aging and Mental Health, 10(2), 134-142
[5] Osborne, H. ,Stokes, G., y Simpson, J. ( 2010) A psychosocial model of parent fixation in people with dementia: The role of personality and attachment. Aging and Mental Health, 14(8), 928-937
[6] Nelis, S., Clare, L., y Whitaker, C. (2012). Attachment representations in people with dementia and their carers: Implications for well-being within the dyad. Aging and mental health, 16(7), 845-854.
[7] Walsh, E., Blake, Y., Donati, A, Stoop, R, y Von Gunten, A. (2019) Early Secure Attachment as a Protective Factor Against Later Cognitive Decline and Dementia. Frontiers in Aging Neuroscience, 11
Carina Cinalli Ramírez
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