Un artículo del Dr. Rubén Polo,
Jefe de Sección de la Unidad de Otología del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid
y Miembro del Comité Científico Gaes Médica – Grupo Amplifon.
Mientras continuamos centrados en superar la pandemia mundial de la Covid-19, otra pandemia silenciosa sigue su curso sin dar tregua. Una pandemia estructural que, en la actualidad, afecta a casi un millón de personas y que dentro de 30 años duplicará su número de enfermos en España y Europa, afectando a casi el 4% de la población, según la asociación Alzheimer Europe. Hablamos de la demencia.
El declive cognitivo aumenta con la edad, y se puede deber a múltiples motivos. Factores de salud mental, como padecer ansiedad o depresión, pero también de salud general como tener problemas cardiovasculares o haber llevado una mala nutrición, son algunas de las cuestiones que inciden en el desarrollo de un deterioro cognitivo y que, eventual y potencialmente, puede acabar en demencia.
Sin embargo, estudios recientes han encontrado también una relación muy estrecha entre la pérdida auditiva y el deterioro cognitivo. En este sentido, desde GAES se puso en marcha el estudio «The hearing brain – the close correlation between hearing and cognition», y las conclusiones fueron esclarecedoras: los problemas de audición aumentan hasta en un 40% la velocidad de envejecimiento cognitivo. El estudio también demuestra que una mala salud auditiva puede triplicar la probabilidad de sufrir demencia, mientras que 3 de cada 4 personas con deterioro cognitivo también tiene alguna pérdida de audición.
¿Cómo funciona esta relación entre la pérdida auditiva y el deterioro cognitivo?
Se trata de un camino de doble dirección, retroalimentándose ambas condiciones. La pérdida auditiva puede incrementar el deterioro cognitivo, y el deterioro cognitivo puede aumentar la pérdida auditiva. Esta vinculación tan estrecha provoca que sea difícil determinar exactamente qué factores activan este círculo vicioso entre pérdida auditiva y deterioro cognitivo. Hay que tener en cuenta que el sonido de una palabra no solo “enciende” la corteza auditiva donde se “escucha” esa palabra, también estimula y se conecta con diversas áreas cerebrales donde se “entiende” esa palabra cognitivamente.
Cuando el estímulo sonoro que recibe el cerebro es verbal, éste recurre al lexicón y construye una representación mental del significado que nos ayuda a entender y responder a ese mensaje que recibimos. La memoria en este proceso es fundamental, porque hay una serie de procesos intermedios donde la onda sonora pasa a convertirse en potenciales nerviosos auditivos. Esto implica una profunda correlación que también está presente cuando se trata de un déficit: la pérdida auditiva puede reducir el volumen de la corteza cerebral, y determinar cambios estructurales y funcionales en el cerebro.
Otras hipótesis sugieren que el uso de redes neuronales accesorias para compensar la pérdida auditiva resulta en un mayor uso de los recursos cognitivos, por lo que se reducirían la atención y otros recursos cognitivos disponibles para hacer otras tareas. El aislamiento social y los problemas de comunicación que sufren las personas con pérdida auditiva es otro de los factores añadidos. Y es que la soledad se considera un factor de riesgo para los trastornos cognitivos.
De todos estos factores que potencialmente afectan al deterioro cognitivo hay algunos más modificables que otros. En este sentido, la pérdida de audición es uno de los más modificables. Es decir, una mejora de nuestra salud auditiva reduciría las posibilidades de sufrir un deterioro cognitivo. Los datos avalan esta idea: ralentizando el progreso de la pérdida de audición en solo un año, conseguiríamos una reducción del 10% en la tasa de prevalencia de la demencia en la población general. De hecho, el uso de la amplificación auditiva se asocia con una evolución más lenta del deterioro cognitivo durante 25 años. Por todo ello, estos datos destacan un factor decisivo: la importancia de una intervención temprana. Sin embargo, por el momento, en este aspecto nos topamos contra un muro.
Hábitos y salud auditiva
En España, los trastornos auditivos afectan actualmente a más de 5 millones de personas (alrededor del 11% de la población), según el Estudio Eurotrak España 2020. Sin embargo, y a pesar de lo alarmante de estas cifras, todavía existe una baja concienciación: 2 de cada 10 españoles afirman no haberse hecho nunca una revisión, proporción que sube a 3 de cada 10 en el caso de los jóvenes, según el I Estudio de hábitos de cuidado auditivo elaborado por GAES.
El caso en jóvenes empieza a ser alarmante: hoy en día hay más de mil millones de jóvenes corren el riesgo de sufrir una pérdida auditiva que sería evitable si tomaran medidas de prevención. La Organización Mundial de la Salud calcula que en 2050 casi 2.500 millones de personas vivirán con algún grado de pérdida auditiva, de las cuales al menos 700 millones necesitarán servicios de rehabilitación.
En España, solo 1 de cada 3 personas con pérdida de audición utiliza audífono y sólo 1 de cada 10 revisa periódicamente su audición. La explicación a estos datos se debe a la falta de concienciación sobre la importancia de una audición sana, los beneficios de los dispositivos auditivos, así como a los estigmas asociados a la pérdida de audición. Un entorno positivo, junto con el apoyo de la familia, permite que las personas se sientan cómodas a la hora de aceptar el camino de la adopción de una solución auditiva.
¿Por qué esta resistencia a prevenir y corregir la pérdida de audición?
Actualmente, existen varios factores que pueden influir en la barrera de adoptar una solución auditiva y en su estigmatización. Por un lado, el edadismo, la preocupación que tenemos de que los otros nos perciban como personas “viejas”. El hecho de usar un audífono puede incrementar la falsa percepción de vernos como personas discapacitadas, ancianas, o en general, menos atractivas. La imagen de las soluciones auditivas que ha dado la cultura tampoco ha ayudado, con constantes pitidos y sonidos chirriantes. Sin embargo, actualmente podemos disfrutar de una nueva generación de audífonos modernos, discretos y extremadamente efectivos que usan electrónica digital avanzada que facilita la audición y la modula hasta en los ambientes más ruidosos, como la calle o un bar.
Por tanto, no hay excusa para prevenir la pérdida auditiva y poder así frenar por lo menos uno de los motivos que inciden en las tasas tan altas que sufrimos de personas afectadas por el deterioro cognitivo. Hay que seguir trabajando, por tanto, en la concienciación y en la prevención, luchando contra las estigmatizaciones absurdas. Mejorando la salud auditiva, podemos mejorar la calidad de vida de millones de personas.