Un artículo de Montserrat Solsona Tost, psicóloga del Grupo Mimara
Si bien algunos de los usuarios que se encuentran en residencias presentan enfermedades neurodegenerativas como Alzheimer, Parkinson, Demencia de Cuerpos de Lewy, Enfermedad de Huntington, Esclerosis Lateral Amiotrófica…, enfermedades que producen la degeneración progresiva y/o la muerte de las neuronas, muchos de ellos presentan un envejecimiento normal, es decir, que ser mayor no es igual que estar enfermo.
Actualmente, en las residencias se fomenta la calidad de vida según las necesidades individuales y se promueve un envejecimiento activo saludable, centrando la atención en la persona. Es por eso que se trabaja con equipos interdisciplinares, formados por gerocultores, enfermeros, psicólogos, fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales, educadores sociales, trabajadores sociales, médicos, etc. Todos ellos realizan trabajos de diferente índole, pero interactúan entre ellos de forma formal/informal para conseguir planificar un plan de cuidados y de tratamiento y, a la vez, se trabaja con especialistas externos al centro (neurólogo, psiquiatra, traumatólogo, cardiólogo…) para coordinarse en las intervenciones y favorecer el bienestar de los residentes.
Para realizar la valoración del deterioro cognitivo es necesario tener en cuenta varios aspectos. Uno de ellos es el nivel educativo y sociocultural. Este aspecto puede influir de forma negativa en las personas que tengan una baja escolaridad o analfabetismo, ya que algunas pruebas tienen ítems que pueden verse afectados por este aspecto. Por lo tanto, lo primero de todo será realizar una toma de contacto haciendo una entrevista, donde se busca obtener información precisa.
A veces, dicha información se puede complementar con documentación externa, informes de otros especialistas, entrevista con un familiar/cuidador, que notifican su estado actual y su evolución según su punto de vista, principalmente en el ingreso del residente. En cambio, si es un seguimiento del deterioro dentro del centro, las gerocultoras y los otros profesionales del centro serían los informadores más idóneos. En la actualidad, tenemos una amplia gama de pruebas, tanto para valorar el estado global como especifico, siendo el profesional el encargado de seleccionar las más necesarias en cada caso.
A continuación, relato de forma general algunas de las pruebas que practicamos en las residencias para poder valorar el deterioro cognitivo de los residentes:
- Examen Cognoscitivo Mini-Mental (MMSE, Mini-Mental State Examination)
Fue desarrollado por Folstein y otros colaboradores en 1975. La adaptación española ha sido realizada por A. Lobo, P.Saz, G.Marcos y el grupo de trabajo Zarademp. Su aplicación es individual, con una duración aproximada de 15 minutos, y su finalidad es la detección rápida del deterioro de funciones cognoscitivas. Las áreas que explora son la orientación temporal/espacial, la fijación, la atención, el cálculo, la memoria, la nominación, la repetición, la compresión, la lectura, la escriptura y el dibujo. La puntuación se calcula haciendo una suma directa de las puntuaciones obtenidas con relación a los aciertos en cada una de sus categorías, siendo la máxima 30 puntos.
- Mini-Examen Cognoscitivo de Lobo (MEC)
A diferencia del MMSE, tiene una puntuación máxima de 35, pero se mantiene la misma fórmula para contabilizarlo. También tiene las mismas áreas de valoración, pero introduce nuevos ítems en el apartado de concentración/cálculo y del lenguaje/construcción.
- Escala de Deterioro Global (Global Deterioration Scale, GDS)
Evalúa las fases de deterioro des de la normalidad hasta las fases más graves de demencia. Esta escala tiene siete fases características y se escoge la que mejor describa la clínica actual. Se clasifica de la siguiente forma:
GDS:1 Ausencia de alteración cognitiva.
GDS:2 Disminución cognitiva muy leve.
GDS:3 Defecto cognitivo leve.
GDS:4 Defecto cognitivo moderado.
GDS: 5 Defecto cognitivo moderado-grave.
GDS: 6 Defecto cognitivo grave.
GDS: 7 Defecto cognitivo muy grave.
Naturalmente, cada fase va detallada de forma específica con la sintomatología que tiene que presentar la persona valorada.
- Cuestionario de Pfeiffer (SPMSQ, Short Portable Mental Status Questionnaire)
Fue diseñando por Pfeiffer en 1975. Está compuesto por diez preguntas y tiene en cuenta, en su corrección, el nivel educativo de la persona valorada. Es un instrumento sencillo de administrar y de valorar. Explora los siguientes apartados: orientación, conocimiento de sí mismo y su entorno, memoria, atención y cálculo.
La interpretación de los resultados es la siguiente:
De 0 a 2 errores: normal.
De 3 a 4 errores: deterioro leve.
De 5 a 7 errores: deterioro moderado.
De 8 a 10 errores: deterioro severo.
- Montreal Cognitive Assessment (Moca)
Fue creado, en 1996, por el Dr. Ziad Nasreddine en Mont-real con la intención de detectar el deterioro cognitivo leve. Es una prueba que consta de una puntuación máxima de 30 puntos y tiene las siguientes áreas a valorar: las funciones ejecutivas, la atención, la concentración, la memoria a corto plazo, la función visuoespacial, el lenguaje, la orientación temporal y espacial.
La duración de la prueba puede variar entre 10 y 15 minutos, aproximadamente, y la puntuación se obtiene con la suma de todos los aciertos. El punto de corte es < 26. Esta prueba, como el MEC y el MMSE, tiene el inconveniente de la influencia del nivel cultural, por lo que permite añadir un punto a personas que tengan 12 años o menos de estudios formales.
Para concluir, es importante destacar que el psicólogo o el neuropsicólogo que está en residencias es el profesional encargado de crear un perfil neuropsicológico, con los datos obtenidos en la entrevista y las pruebas realizadas, teniendo siempre en cuenta la evaluación cognitiva, conductual y funcional. Esto le permite realizar una detección precoz del deterioro cognitivo, si no estaba identificado previamente, contribuyendo al diagnóstico etiológico y diferencial con la coordinación del neurólogo, y establecer un patrón de capacidades que se encuentran alteradas o preservadas en aquel momento. También valora la progresión del deterioro y establece una rehabilitación cognitiva.
Como he mencionado anteriormente, este trabajo se coordina con el equipo interno de la residencia para crear un programa interdisciplinario de atención centrada en la persona, donde se crean unos objetivos y actuaciones para mejorar o mantener el estado global del residente con enfermedades neurodegenerativas, como el hecho de mantener una colaboración con profesionales externos para trabajar de forma eficaz, buscando siempre el confort de ellos.