Un artículo de Audika
El declive de las funciones cognitivas se puede producir por alternaciones en el proceso fisiológico del envejecimiento o por otra serie de factores. La audición es una de las causas que agravan el deterioro cognitivo. Cuando una persona tiene una pérdida auditiva, la información que recibe su cerebro es menor debido a la hipoacusia, es decir, una pérdida parcial que supone la disminución de la sensibilidad auditiva. Este hecho conlleva una menor estimulación a nivel de la corteza auditiva y, por lo tanto, un deterioro prematuro y una atrofia de sus células, que se ve reflejado en la aparición de problemas cognitivos como puede ser la demencia. Es necesario tener en cuenta que el declive cognitivo aumenta con la edad y a partir de los 65 años se duplica el riesgo de desarrollar demencia.
Según la experiencia de Audika España, las personas con pérdida auditiva leve, moderada o severa tienen dos, tres y cinco veces más, respectivamente, posibilidades de desarrollar enfermedades cognitivas. Es importante tener en cuenta que las relaciones sociales se basan en una buena comunicación. La pérdida auditiva dificulta la comunicación con las personas que nos rodean, creando confusión, aislamiento y frustración. Esto puede desembocar en otros problemas graves como la depresión, la soledad o que una persona sea más irascible.
Hay que tener en cuenta que un 90% de los problemas auditivos que hay en el mundo no están recibiendo un tratamiento, según datos de la Organización Mundial de la Salud. Una cifra muy elevada especialmente teniendo en cuenta que esos problemas se podrían solucionar de una forma sencilla acudiendo a un especialista en audición. Centrándonos en España hay que tener en cuenta que aproximadamente el 32% de las personas mayores de 55 años y más del 70% de las personas mayores de 70 años en España. Además, en nuestro país hay más de 2 millones de personas padecen hipoacusia, en mayor o menor grado, lo que equivale a un 5% de la población.
Teniendo en cuenta la tendencia actual en respecto a los problemas de audición, para el año 2050 está previsto que haya casi 2500 millones de personas con algún grado de pérdida de audición y que al menos 700 millones requieran rehabilitación.
El uso correcto de audífonos puede ayudar a paliar la aparición temprana de enfermedades cognitivas ya que gracias a su utilización una persona puede volver a oír todos los sonidos que había dejado de percibir debido a su pérdida auditiva. Por ello, acudir a un especialista lo antes posible hace que la estimulación del oído sea la correcta y que el cerebro se mantenga sano y activo, igual que de otras personas sin problemas de audición. Sin embargo, al tratar una pérdida auditiva más avanzada es muy común encontrarse con pacientes que a causa de este deterioro han desarrollado enfermedades como pueden ser Alzheimer, demencia senil, aislamiento social y pérdida de la inteligibilidad real de la palabra.
Desde hace varias décadas, se ha comprobado que el uso de audífonos es la forma más efectiva de que el oído humano recupere todos los sonidos que se han visto afectados por una pérdida auditiva y lo haga de la manera más satisfactoria posible. De esta forma, las personas pueden comunicarse con el mundo que nos rodea sin ningún tipo de problema ni deficiencia. Existen diferentes formatos de audífonos que se adaptan a todo tipo de problemas auditivos y permiten a los usuarios llevar una vida totalmente normal. En este sentido, es importante destacar que los últimos años se ha producido un gran avance tecnológico y de diseño en el mundo de los audífonos, cada vez más pequeños y con mayores prestaciones.
Por todo lo anterior, hay que tener en cuenta que la audición es fundamental para el cuidado tanto del cerebro como del bienestar físico y mental de cada individuo. Recuperar una buena audición permite una correcta relación social, así como tener la capacidad de vivir con confianza, aumentar la calidad de vida y mejorar el estado de ánimo de la persona con problemas auditivos y de su entorno. Además de prevenir el envejecimiento prematuro del cerebro.
Otro de los factores que hacen imprescindible tener una buena audición es la capacidad que ofrece a las personas de ser autosuficiente. Desde escuchar el timbre de casa, el teléfono cuando suena o ir seguros por la calle cuando se cruza por un paso de peatones, hasta poder entender cuando un médico les habla es una consulta o ir a un establecimiento y poder comunicarse correctamente con los dependientes. En definitiva, escuchar bien permite llevar una vida normal y no tener que vivir con la sensación de pena de que se tenga que repetir las cosas varias veces para que lo entiendan.
La hipoacusia ocasiona grandes dificultades para, por ejemplo, encontrarse a gusto en una reunión familiar, ya que con el paso de los días el hipoacúsico pierde interés en lo que ocurre, pues no es capaz de seguir un contexto cotidiano ni mucho menos una conversación. Al final, esto se convierte en que de la única manera que el hipoacúsico se encuentra cómodo es en habitaciones aisladas, con volumen y accesorios que no pueden compartirse con el resto de los familiares. Y entonces nos encontramos aquí, con un aislamiento social irreversible, y por consiguiente este aislamiento puede traer una depresión asociada por falta de empatía.
A medida que aumenta la pérdida auditiva la tendencia a poder sufrir deterioro cognitivo es mayor. La pérdida de audición y las enfermedades cognitivas son dos fenómenos que se retroalimentan el uno al otro. Con lo cual, con el paso del tiempo, la pérdida auditiva produce desgaste cognitivo por falta de estimulación y esto a su vez hace que cada vez la pérdida de audición sea más severa y, por tanto, el deterioro cognitivo sigue avanzando. De ahí la importancia de solucionar los problemas de audición lo antes posible, para evitar entrar en esa rueda de desgaste que puede desembocar en aislamiento, depresión, desconfianza, demencia u otros trastornos graves.
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