Un artículo de Ángel Moreno Toledo,
Creador, director y editor de Neurama, Revista electrónica de Psicogerontología
Desde las últimas décadas, el estudio en el área de conocimiento en las enfermedades neurodegenerativas ha sido intenso, siendo además auspiciado por la búsqueda y análisis de nuevas estrategias y tratamientos. Representan actualmente el mayor desafío terapéutico de nuestros tiempos. De naturaleza compleja y multifactorial, las intervenciones tienen en cuenta multitud de factores incidentes. Es importante destacar que la prevención sobre factores de riesgo y el abordaje temprano e inicial supone una medida eficaz para detener la progresión de la enfermedad.
Las enfermedades neurodegenerativas están asociadas a altas tasas de mortalidad y a graves condiciones de dependencia. Son afecciones incurables y debilitantes que provocan degeneración progresiva y muerte neuronal y afectan a millones de personas en todo el mundo. De la misma manera, su abordaje está supeditado a una gestión adecuada de conductas y comportamientos difíciles que, habitualmente, condicionan importantes reacciones de estrés y burnout.
Actualmente, no existe un tratamiento que pueda curar las enfermedades neurodegenerativas, pero sí existen muchos tratamientos sintomáticos e intervenciones fiables y exitosas en el control de conductas problemáticas y sintomatología adversa. Los comportamientos reactivos en la enfermedad de Alzheimer son el resultado de cambios en la función cerebral que afectan mayoritariamente a la memoria, el juicio, el estado de ánimo, la orientación y al comportamiento. Los comportamientos pueden ser de naturaleza impulsiva, obsesiva y socialmente inapropiados.
El énfasis en la gestión de comportamientos constituye un crucial abordaje ya que permite disipar la frustración, el estrés y aumentar la calidad de vida del cuidador, promueve una convivencia pacífica en entornos institucionales y permite mejorar el desenvolvimiento cotidiano del paciente en torno a sus AVD y a su interacción con el entorno. Es interesante, para coronar la intervención, que exista también un enfoque de comunicación centrado en el paciente y en la familia.
Los síntomas Psicológicos y Conductuales vinculados al deterioro cognitivo integran su inicio en etapas intermedias de la enfermedad de Alzheimer y están asociados a un mayor deterioro funcional, a mayor deterioro cognitivo y a una calidad de vida reducida para pacientes y sus cuidadores. La neurodegeneración conlleva, además de la pérdida de capacidades mentales, alteraciones de conducta. La recomendación exige la identificación de las causas subyacentes a los comportamientos difíciles.
El abordaje neurológico y médico está desarrollando nuevos objetivos farmacológicos y avanzando convenientemente en la comprensión biológica de la enfermedad. No obstante, desde la Psicogerontología, la intervención en deterioro cognitivo y las enfermedades neurodegenerativas busca esclarecer nuevas intervenciones que puedan revertir comportamientos difíciles. Desde síntomas psicóticos a problemas de conducta, estas manifestaciones dependen ampliamente de múltiples factores psicológicos, biológicos y ambientales.
La decisión terapéutica obedece a una intervención personalizada, suele ser una gestión ardua y compleja, habitualmente estribada en torno a la dualidad de los enfoques farmacológico y no-farmacológico. Sí es cierto que los enfoques farmacológicos ocupan actualmente un lugar destacado dentro de la confrontación de las enfermedades neurodegenerativas. Los fármacos disponibles actúan en neurotransmisores específicos, dirigiendo su desempeño en circuitos neuronales diana. Si bien, las intervenciones no-farmacológicas se encuentran exentas de efectos colaterales, requieren de recursos para implementarlas (recursos adicionales, personal), son un grueso de actuaciones muy recomendable.
Además de las intervenciones basadas en objetivos terapéuticos, hay que conceder del mismo modo, relevancia a las intervenciones educativas e instructivas. La plantilla y los equipos de intervención en centros especializados así como familiares de afectados, se benefician ampliamente de estas iniciativas. La evidencia respalda estos enfoques basados en la instrucción, la información y el afrontamiento de situaciones concretas. Orientar e instruir es un paso decisivo y necesario en el abordaje de las enfermedades neurodegenerativas.
El heterogéneo grupo de signos y síntomas producen en el individuo reacciones negativas anímicas, conductuales, perceptivas y causan un marcado impacto en la sobrecarga del cuidador. Fundamentalmente son el motivo familiar de institucionalización (en ocasiones ésta, prematura). Debido a que las enfermedades neurodegenerativas cursan con patrones de atrofia cerebral, pueden proporcionar a nivel psiquiátrico, bases neuronales precisas para el desarrollo de síntomas conductuales y emocionales en el afectado. Identificados en la patología neurodegenerativa de curso común, los cinco síntomas habituales, son: ánimo disfórico, ansiedad, desinhibición y estados anímicos oscilatorios – apatía y euforia– todos identificados en la enfermedad de Alzheimer. Ésta como paradigma, se encuentra caracterizada fundamentalmente por la afectación de cognición, comportamiento y emoción (junto con el citado patrón de atrofia asociada).
Abandonamos pues, esta visión biologicista para centrarnos meramente en la perspectiva conductual y psicológica, de por una parte, identificar síndromes que ocasionan conductas (o bien, referidos a comportamiento observable). Esos conocimientos son primordiales para continuar indagando en intervenciones basadas en la gestión.
Identificar la demencia, en su variante más prevalente – la enfermedad de Alzheimer – representa del 60-70% de los casos y ostenta una serie de desafíos inherentes a las relaciones cerebro-conducta. Éstos afectan a procesos cognitivos (lenguaje, memoria, habilidades ejecutivas y de pensamiento abstracto), a procesos emocionales (aplanamiento afectivo, embotamiento emocional, depresión, ansiedad) y conductuales (agresividad, deambulación, delirios, inquietud, vociferación entre otras muchas).
Es por ello, que deben integrarse en la investigación de la neurodegeneración, modelos de gestión de conducta que, posteriormente determinarán la estabilidad del paciente en su entorno. Destacar que estos avances contribuirán de manera notable a la comprensión fundamental de la enfermedad. Estos conocimientos compondrán un esquema integral de actuación que velará de manera adecuada aportando trascendentes beneficios prácticos y aplicados, conduciendo además al alivio de la carga y sufrimiento asociados con los problemas de conducta desencadenados.
Las altas tasas de enfermedades neurodegenerativas constituyen un enorme problema de salud pública. A consecuencia, es importante arrojar luz en torno a intervenciones eficaces, prácticas y consensuadas. Asumir su trascendencia y jerarquizar supondría elevar un lugar destacado a estas intervenciones conductuales en el marco de actuación, evitando ser relegadas a un segundo plano frente a la vertiente farmacológica.
Sobre el autor
Ángel Moreno Toledo es Licenciado en Psicología por la Universidad de Málaga (UMA). Psicogerontólogo, formador sociosanitario y escritor (autor de diversos artículos en revistas indexadas). Par evaluador en revistas científicas, experto en Gestión y Dirección de centros geriátricos y creador, director y editor de Neurama: Revista electrónica de Psicogerontología, un espacio pionero en la divulgación de contenidos específicos de la disciplina y abordaje de las enfermedades neurodegenerativas.