La genética y, sobre todo, la relación del ser humano con el ambiente a lo largo de la vida, determinan el proceso de envejecimiento y el riesgo de padecer patologías relacionadas con la edad, como Alzheimer o cáncer. En todo el mundo la comunidad científica está desarrollando intervenciones medioambientales para tratar de revertir el proceso de envejecimiento y sus consecuencias adversas, tal y como apuntan desde la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).
La gerontología ambiental es un área multidisciplinar enfocada a la comprensión, análisis y optimización de la relación entre el entorno físico-social y la persona que envejece, no supeditada en exclusiva a tratamientos químico-farmacológicos. En este sentido, la incorporación de sensores, realidad virtual, ‘bigdata’ y SIGs (Sistemas de Información Geográfica) a la gerontología ambiental permite prevenir y revertir los procesos de envejecimiento y sus riesgos, asociados a padecer patologías relacionadas con la edad.
En este sentido, el profesor Diego Sánchez González, de la Facultad de Geografía e Historia de la UNED, participa en distintas investigaciones que implementan estas tecnologías en el diagnóstico de la influencia del ambiente en el proceso de envejecimiento a distintas escalas geográficas y en el diseño de comunidades, espacios y ciudades amigables para una tercera edad con calidad de vida, activa y saludable.
«Gracias a la innovación tecnológica estamos empezando a desvelar los secretos del ambiente amigable con el envejecimiento activo y saludable. Este hecho prometedor debe implicar un mayor esfuerzo de la comunidad científica por desarrollar intervenciones ambientales en el envejecimiento, desde perspectivas multidisciplinares y longitudinales. A su vez, la divulgación de las evidencias empíricas será un factor clave para promover políticas e impulsar iniciativas público-privadas, encaminadas a propiciar procesos y soluciones sostenibles para una sociedad que envejece en un contexto de cambio climático», explica Diego Sánchez González.
Las intervenciones ambientales pueden contribuir a reducir un 40% los casos de Alzheimer
A juicionde este experto, «el ambiente físico-social como estrategia terapéutica debe ocupar un lugar destacado entre las medidas institucionales para mejorar el sector de la salud y la atención a la dependencia. Estamos convencidos que un mayor conocimiento del ambiente contribuirá a prevenir y tratar patologías asociadas con el envejecimiento«.
Según la OMC (Organziación Médica Colegial de España), se estima que las intervenciones ambientales, no farmacológicas, que promueven hábitos saludables podrían contribuir a reducir hasta en un 40% los casos de alzheimer. «Todo ello se traduciría en una significativa reducción del gasto sanitario, farmacéutico y hospitalario, y de dependencia, e importantes beneficios para la calidad de vida de las personas mayores y sus familias», señala el profesor de la UNED.
Diego Sánchez González desarrolla, desde hace dos décadas, investigaciones desde el enfoque de la gerontología ambiental y la geografía del envejecimiento. Trata de desentrañar las claves del ambiente en el proceso de envejecimiento a distintas escalas geográficas. En sus estudios se desvelar las estrategias medioambientales que promueven la prevención y la mejora de la salud y la calidad de vida en la vejez; las características físicas y sociales que determinan ciudades y comunidades amigables con el envejecimiento activo y saludable; y las implicaciones del ambiente en las capacidades de adaptación de las personas mayores al cambio climático. Todo ello apoyado en implementar evaluaciones ambientales y nuevas tecnologías, dando como resultado diagnósticos exhaustivos de los entornos y sus implicaciones a nivel fisiológico y psicológico en la vejez.
En la actualidad la mayoría de las personas prefieren envejecer en sus domicilios, pero pocos conocen como adaptarlos. A su vez, determinados entornos, como viviendas y residencias de mayores, con problemas de localización, diseño y habitabilidad, favorecen comportamientos desadaptativos y altos niveles de estrés entre personas de avanzada edad. Riesgos que se asocian con una mayor eventualidad de degeneración cerebral, enfermedad y muerte y que suelen paliarse, tanto en estadios de prevención como en terapia, exclusivamente con tratamientos farmacológicos.
«Nuestros estudios revelan que los problemas de accesibilidad a equipamientos y áreas verdes y a servicios sociales y de salud, sumados a la inseguridad, déficit de confort y estimulación ambiental, y a la falta de intimidad y apoyo afectivo, incrementan el riesgo de deterioro funcional y cognitivo para las personas mayores, institucionalizadas o no. Así, el código postal y la desigualdad económico-social determinan la forma en la que envejecemos en cada lugar», advierte el profesor Sánchez.
Un entorno amigable con el envejecimiento implica la adaptación y optimización de factores como la accesibilidad, seguridad, orientación, privacidad, control… y las funciones ambientales de apoyo, estímulo y mantenimiento, en relación con las capacidades del usuario que envejece. Así, la estimulación ambiental puede ayudar a prevenir o reducir el riesgo de deterioro funcional y cognitivo. «Nuestras investigaciones señalan que la exposición a determinados estímulos ambientales como elementos naturales, colores, texturas, sonidos, olores, presente en un paisaje natural, parque o jardín, puede contribuir al tratamiento y la recuperación de personas con demencia y con alzhéimer», indica Diego Sánchez.
Además, los beneficios terapéuticos de los ambientes naturales registrados por la aplicación de herramientas tecnológicas son mayores cuando las personas con deterioro cognitivo se involucran en actividades retadoras e inspiradoras, como jardinería y horticultura. «De hecho, la efectividad de estas intervenciones se incrementa con el tiempo y proporciona beneficios, como desarrollo de las funciones cognitivas y motoras: atención, memoria, creatividad y movilidad y autonomía. Se genera un mayor bienestar psicológico; se limitan los riesgos de estrés y depresión; se establecen relaciones sociales satisfactorias y se incrementa la concienciación medioambiental. A la vez, observamos que el deterioro del paisaje natural, asociado al crecimiento urbano y la contaminación, tiene efectos adversos para la salud y el bienestar de las personas mayores».
El investigador de la UNED asegura que el mundo científico empieza a comprender la gran influencia del estilo de vida y las características físicas y sociales del entorno en aumento de la longevidad y, sobre todo, en el número de años sin enfermedades y con vida independiente en el envejecimiento. En este sentido señala que «es necesario redoblar los esfuerzos en investigación para contribuir al diseño de programas de prevención, basados en propuestas terapéuticas, donde el ajuste ambiente-persona y el enriquecimiento ambiental puedan estimular la plasticidad cerebral, y reducir el riesgo de demencias».
Sánchez ratifica el pensamiento generalizado de que la humanidad se enfrenta al desafío del envejecimiento demográfico, cuyos efectos económicos, sociales y sanitarios podrían desbordar la capacidad de los gobiernos. Pero también se muestra convencido de que «podría suponer una extraordinaria oportunidad de desarrollo. Por ello, será necesario analizar el proceso de envejecimiento de la población y sus implicaciones socioespaciales a distintas escalas geográficas. Asimismo, será esencial favorecer la adaptación de espacios y la planificación de servicios para promover la salud y la calidad de vida en la vejez, así como reducir la desigualdad, que afecta especialmente a los más vulnerables».
Los resultados de estas investigaciones han sido publicados en revistas, como International Journal of Environmental Research and Public Health y BAGE, y libros, como Handbook of Active Ageing and Quality of Life (Springer), y Envejecimiento de la población y cambio climático (Comares). En la actualidad Diego Sánchez participa en distintos proyectos de investigación sobre envejecimiento, colaborando con grupos de investigación nacionales, como GIE-CSIC del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, e internacionales, como CIALC-UNAM y FARQ-UANL.