Un artículo de Antonio Palomino Alarcos,
Director Comercial de Essence Group en España y Portugal
Nos encontramos inmersos en pleno apagón de las redes de comunicación analógicas en todo el mundo. Las operadoras han decidido acabar con la telefonía fija tradicional y la realidad es que existen múltiples argumentos: ahorro de costes, eficiencia energética, mejora en el servicio… Más allá de considerar que en ningún caso este proceso debería poner toda la presión sobre los ciudadanos en general y sobre los mayores en particular (todos conocemos casos de personas que de repente han de pasarse al teléfono móvil o que se ven obligados a contratar más servicios para poder mantener su número de teléfono), la realidad es que el fin de las redes analógicas está empujando a los servicios y tecnologías de teleasistencia hacia un nuevo modelo más completo, más holístico.
La digitalización de las tecnologías de teleasistencia ha traído como primera derivada el aumento de la transversalidad de los servicios que permiten cubrir, de modo que hoy en día tiene mucho más sentido hablar de tecnologías de servicios de proximidad. Y es que lo primero en lo que debemos pensar al hablar de digitalización de servicios es en el empleo de datos.
Aquí haré un inciso; es un error muy común pensar que la digitalización de un servicio viene determinada por la infraestructura que soporta dicho servicio, como por ejemplo las actuales redes móviles. No obstante, si el servicio que se presta no se acompaña de datos, es decir, de información sobre el usuario y sobre su entorno, dicho servicio seguirá siendo tan analógico como lo era hace 30 años.
Pero volvamos a centrarnos en las capacidades que las tecnologías pueden ofrecer a los servicios de proximidad. Tras más de 30 años ofreciendo al usuario una misma solución basada en un botón de emergencia sin importar su edad o condición, la digitalización permite ahora desarrollar soluciones y servicios adaptados a las personas. Abre la posibilidad de acondicionar su entorno y adecuarlo a sus necesidades en cada etapa de la vejez, desarrollando soluciones tecnológicas evolutivas que se van adecuando a sus condiciones.
Esto tiene un impacto directo en los usuarios, permitiéndoles sentirse acompañados y protegidos sabiendo que su seguridad está garantizada de un modo proactivo. Son innumerables los ejemplos que se nos podrían ocurrir y que ilustran estas nuevas capacidades: desde enfermedades detectadas en fases tempranas por cambios en sus rutinas diarias, a prevención de riesgos en personas con deterioros cognitivos mediante el control de salidas del domicilio, o información enviada automáticamente al personal sanitario con los datos médicos recogidos en los propios domicilios.
Desde el punto de vista de los profesionales del sector y las empresas del ámbito sociosanitario, la digitalización facilita la creación de nuevos servicios y permite mejorar la calidad de los que se prestan actualmente. Por ejemplo, mediante la creación de automatismos podemos optimizar la cantidad y la calidad del tiempo que los cuidadores dedican a los usuarios. Es posible, además, comenzar a involucrar a las familias de un modo más proactivo a través de aplicaciones móviles que les informen en tiempo real de su familiar, facilitando de este modo la coordinación con el resto de agentes involucrados en su cuidado: administración, prestadores privados, centros de salud, etc.
Toca ahora pensar en clave económica: ¿podemos como sociedad acercar todos estos avances a los ciudadanos que lo necesiten? La respuesta es rotunda: no solo podemos hacerlo, sino que es necesario que lo hagamos para garantizar la sostenibilidad del sistema. La tecnología y su aplicación a los servicios de proximidad se antoja imprescindible a la hora de alargar el tiempo que las personas permanecen en sus hogares antes de necesitar otro tipo de recursos sociosanitarios más costosos. No hablamos únicamente de las residencias, también los hospitales atienden con recursos sanitarios a muchos usuarios que deberían serlo de servicios sociales. Con un sistema de salud diseñado para tratar y curar la enfermedad y no tanto para prevenir y conservar la salud en sus distintos grados, el tratamiento de pacientes crónicos supone un desafío que arrastra más del 70% del gasto total en sanidad.
De nuevo la digitalización de los servicios de proximidad nos ofrece la posibilidad de avanzar en la integración sociosanitaria mediante la implementación de soluciones de telemedicina, incrementando de manera formidable la calidad de vida de las personas. El seguimiento de ciertos parámetros según la patología de cada usuario en su día a día (presión sanguínea, glucosa, saturación, peso, etc.), permite establecer procesos automáticos que, por un lado, anticipen deterioros en su estado de la salud evitando complicaciones en su enfermedad y, por otro, liberen a los propios profesionales de una parte de su carga de trabajo. Y por supuesto, evitaremos un gran número de desplazamientos a un perfil de ciudadano para el que esto supone un gran inconveniente. No necesitamos coordinarnos con el médico para transmitirle la información, el médico puede disponer de ella de modo proactivo.
Por último, cuando hablamos de mayores y de tecnología es inevitable hacer una reflexión sobre la brecha digital. Si bien como sociedad debemos evitar el paternalismo hacia los mayores y su capacidad de adaptarse a las nuevas tecnologías (en España la penetración delos smartphones entre los mayores es de más del 80%), es cierto que debemos minimizar al máximo la barrera de acceso a las mismas. Es aquí donde los fabricantes y desarrolladores de tecnología debemos hacer un esfuerzo por garantizar la accesibilidad de los servicios, simplificando al máximo los interfaces o incluso haciéndolos imperceptibles a los usuarios, mediante soluciones que le rodeen y actúen únicamente en el momento en el que éste lo necesite.
Y es que, si bien la tecnología es fundamental para mejorar la calidad de vida de los mayores, dicha mejora no será posible sin el factor humano. A ambos lados de una solución tecnológica nos encontraremos siempre a personas. Cualquier tecnología que se aplique al cuidado de seres humanos deberá tener como objetivo último el facilitar y enriquecer la relación entre usuario y cuidadores.
Sobre el autor
Antonio Palomino es Director Comercial de Essence SmartCare en España y Portugal. Es Ingeniero Superior de Telecomunicaciones por la Universidad Politécnica de Madrid con la especialidad de Bioingeniería en la Universidad Politécnica de Helsinki. Además ha completado su formación con un Master en Marketing y un Master en Gestión de la Tecnología y de la Salud en la Universidad de Alcalá de Henares. Durante su trayectoria profesional ha acumulado un profundo conocimiento del entorno social y sanitario y sus modelos de gestión, tras su experiencia en compañías líderes del sector.