Un artículo de la Dra. Naiara Fernández,
Directora Asistencial de IMQ Igurco
La COVID-19 deja en muchas personas mayores secuelas que afectan seriamente a su calidad de vida. Una intervención especializada puede mejorar esta situación, minimizando los efectos de la enfermedad.
Gracias a las medidas de prevención, a la atención sanitaria y, muy especialmente, a la extensión de la vacunación, existe un elevado porcentaje de personas mayores que sobrevive al contagio del nuevo coronavirus.
Sin embargo, padecer la COVID-19 de una forma moderada o grave, y precisar una estancia hospitalaria prolongada con medicación (antibióticos, corticoides, etc.) puede conllevar una pérdida importante de la capacidad funcional de la persona mayor. En estos casos, se reduce su autonomía para realizar las tareas básicas de la vida diaria, se limita su capacidad de marcha y su tolerancia a la actividad física, apareciendo la fatiga y la desnutrición como signos directos de la neumonía y la insuficiencia respiratoria que suele conllevar el coronavirus.
Las circunstancias anteriores abocan a la persona que ha superado la infección, en muchas ocasiones, a una merma importante en su calidad de vida o, en otras, a una dependencia prematura.
Además de las secuelas en la capacidad funcional del mayor, uno de los síndromes clínicos más frecuentes entre la población mayor afectada por la COVID-19 es el delirium, una alteración global de la función cognitiva.
Sin embargo, en relación a lo anterior, es necesario señalar que es posible mejorar la calidad de vida y minimizar total o parcialmente el efecto de dichas secuelas en una gran parte de las ocasiones, evitando su cronificación.
Para ello, es necesaria una intervención precoz que identifique los problemas, evalúe la situación funcional, cognitiva, afectiva y social de la persona mayor, y determine un plan terapéutico para cada situación. Todo ello, con un equipo multidisciplinar y especializado, un protocolo de trabajo específico para estos casos y las infraestructuras y equipamientos necesarios para desarrollar el tratamiento.
En los centros de IMQ Igurco, tras la realización de una valoración geriátrica integral de la persona mayor y determinar las áreas susceptibles de intervención en cada caso individual, se establece un plan de intervención de cada uno de los profesionales (médico geriatra, enfermera, fisioterapeuta, terapeuta ocupacional, psicólogo…).
Gracias a esta intervención multidisciplinar, se trabaja en el restablecimiento de las condiciones clínicas (situación nutricional, tolerancia al esfuerzo, abordaje del delirium, curación de úlceras por presión y otras), funcionales (potenciación muscular, reeducación de marcha y equilibrio y restablecimiento de autonomía para la realización de actividades de autocuidado) y psicosociales (intervención orientada a mejorar esfera anímica, terapias cognitivo-conductuales, etcétera) que permitan a la persona mayor recuperar su condición previa y regresar a su domicilio habitual. El objetivo final es que la persona mayor recupere la calidad de vida de la que disfrutaba antes de presentar la infección por coronavirus.
Sobrevivir a la COVID-19, enfermedad potencialmente grave e incluso mortal, puede tener una gran repercusión en nuestra vida tal y como la conocíamos, pero muchas de las funciones perdidas pueden recuperarse y evitar su cronificación, merced a la intervención de un equipo multiprofesional altamente cualificado y con experiencia en el abordaje de estas situaciones.