Un artículo de Guillermina Moreno, Medical Manager Enteral Nutrition de Fresenius Kabi
En las últimas décadas, la esperanza de vida ha aumentado considerablemente en España. De hecho, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística el 19,3% de la población española tiene más de 65 años. Si bien es cierto, que la pandemia de Covid-19 ha hecho que la esperanza de vida se redujera a niveles de la Segunda Guerra Mundial, según el informe ‘Cuantificación de los impactos de la pandemia de Covid-19 a través de las pérdidas de esperanza de vida‘ de la Revista Internacional de Epidemiología. A pesar de estos datos, la esperanza media de vida en nuestro país y en el conjunto de Europa, sigue siendo elevada.
En términos médicos y sanitarios, es importante remarcar que es más adecuado hablar de envejecimiento y no de vejez. El envejecimiento representa un proceso global consistente en un descenso gradual de las capacidades físicas y mentales sostenido a lo largo del tiempo, así como el aumento de sufrir comorbilidades asociadas y/o enfermedades.
La característica fundamental del proceso de envejecer es la pérdida progresiva de nuestros mecanismos de reserva, lo que lleva asociado inevitablemente un aumento de vulnerabilidad y nos expone a la fragilidad. En este sentido, la prevención e interactuación rápida y eficaz son fundamentales para detener el deterioro y mitigar las consecuencias de posibles enfermedades crónicas.
A medida que envejecemos, todos los indicativos de salud deben ser analizados, pero hay uno que juega un papel esencial: el déficit de proteínas. Se trata de un aspecto primordial para favorecer un envejecimiento saludable.
La alimentación es un factor condicionante en todos los seres humanos, pero especialmente en las personas mayores, debido a la relación existente entre los hábitos dietéticos, el estado nutricional, la capacidad funcional de cada persona y la calidad de vida. Unos hábitos alimentarios inadecuados, ya sea por defecto o exceso, sumados a otras conductas como el sedentarismo, incrementan el hecho de sufrir una serie de enfermedades crónicas que deterioran la salud de nuestros mayores.
La malnutrición constituye uno de los grandes problemas geriátricos, así lo estima la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología. No es solo un síntoma de enfermedad, sino que su presencia aumenta la morbilidad, alarga las estancias hospitalarias y la mortalidad por enfermedades crónicas
Sarcopenia: el papel fundamental que juegan las proteínas para evitar la pérdida de masa muscular.
La sarcopenia se caracteriza por la pérdida excesiva de masa muscular esquelética. Precisamente, una nutrición inadecuada es una de las causas más importantes en el desarrollo de la sarcopenia. La sarcopenia puede originar dependencia física e incapacidad en la senectud, por lo que preservar la salud nutricional es relevante para preservar la independencia y el bienestar durante el envejecimiento.
El principal objetivo en la prevención de la sarcopenia es retrasar el desgaste y pérdida de masa muscular asociada al envejecimiento. El ejercicio aérobico y el entrenamiento de la fuerza, sumados a requerimientos nutricionales adecuados, mejoran la capacidad funcional y pueden revertir y/o disminuir la sarcopenia en adultos mayores.
Ahora bien, ¿cómo conseguimos un aporte proteico adecuado? Es frecuente, sobre todo en aquellos mayores que padecen enfermedades previas, que se reduzca la ingesta calórica total y, en consecuencia, el aporte de proteínas resulte insuficiente.
La heterogeneidad del colectivo de personas mayores es muy amplia, por lo tanto, el primer paso requerirá saber qué requerimientos nutricionales necesita el paciente. Las necesidades nutricionales de cada paciente serán diferentes en cada caso, por ello se deberá realizar una valoración nutricional. Una vez obtenida, se puede modificar la dieta habitual buscando precisamente alimentos que contengan un alto valor proteico, por ejemplo, los alimentos de origen animal.
En este contexto, es importante tener en cuenta que la mitad de las calorías proteicas deberán ser de origen animal, porque son más completas (tienen un mayor valor biológico). Los lácteos, pescado y la clara de huevo son buenas fuentes de proteínas de origen animal, son fáciles de digerir y además se pueden preparar fácilmente.
El uso de suplementos para mejorar el estado nutricional del paciente
En los pacientes de edad avanzada, suele no ser suficiente la modificación de la dieta y el ejercicio aérobico para mejorar los efectos de la sarcopenia y evitar el déficit calórico-proteico. Por este motivo, es frecuente y recomendable el uso de suplementos orales hiperproteicos. Éstos pueden contribuir a mejorar notablemente los parámetros nutricionales y biométricos, reducir infecciones, disminuir el riesgo de la aparición de ulceras por presión y favorecer el envejecimiento saludable.
Los suplementos orales son preparados farmacéuticos que se deben asociar a la dieta habitual del paciente. Hoy en día, existen suplementos cuya composición cubre todas las necesidades de la persona. Además, estos se presentan en diversas opciones de consistencia, por ejemplo, líquida o semisólida, pensadas precisamente para aquellos pacientes que puedan padecer disfagia o algún tipo de dificultad al tragar. Los suplementos orales, modificaciones en la dieta y el ejercicio aérobico contribuirán de manera eficaz a no padecer malnutrición y reducirán el riesgo de padecer sarcopenia u agravar otras enfermedades.
En ciertas patologías, como la insuficiencia renal, hepática, la enfermedad inflamatoria intestinal o la EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica) el peso de la malnutrición proteica es lo que marca la evolución clínica a corto o medio plazo. La pérdida de la proteína corporal se asocia a numerosas alteraciones patológicas y aumenta la morbimortalidad.
Detectar la malnutrición en nuestros mayores se constata como un gran desafío. Es vital para evitar complicaciones a corto plazo y poder llevar a cabo un envejecimiento saludable.