La dieta mediterránea y algunas de sus derivadas, como la Dash o la Mind, son eficaces para proteger el cerebro y contribuyen a prevenir y frenar demencias como el Alzheimer y otras enfermedades, como el ictus, tal y como se expuso en el seminario web ‘La nutrición en el Alzheimer. El camino desde la prevención hasta la última etapa de la enfermedad’, organizado por la Fundación Alzheimer España (FAE).
Álvaro Corral, neuropsicólogo de la Fundación Alzheimer España y moderador del webinario, señaló en su intervención en este encuentro online que “cada vez hay una mayor evidencia sobre la relación entre los hábitos alimenticios saludables y la reducción del riesgo de padecer Alzheimer”.
En este sentido, la Dra. Araceli Alonso, neuróloga de la Unidad de Trastornos del Movimiento del Servicio de Neurología del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid y vicepresidenta de la Asociación Madrileña de Neurología, recalcó que las tres dietas neuroprotectoras que mejores resultados aportan son la mediterránea, la Dash, basada en la primera, pero más enfocada a pacientes hipertensos, con más vegetales, más frutas, lácteos desnatados, menos sal y menos alcohol, y la Mind, un compendio de las dos anteriores dirigida a prevenir el deterioro cognitivo.
“Se ha demostrado que las tres dietas son capaces de mejorar la cognición en sujetos sanos, prevenir el deterioro cognitivo asociado a la edad y a enfermedades como el Alzheimer, además de la progresión y la atrofia cerebral”, afirmó la Dra. Alonso. Se trata de dietas centradas en el consumo de vegetales, carotenos, flavonoides y polifenoles. En este sentido, la neuróloga matizó que “estos beneficios se obtienen cuando provienen de la alimentación, no cuando se consumen complementos alimenticios añadidos en forma de pastillas”.
Entre los alimentos más importantes para prevenir el Alzheimer o para mejorar el rendimiento en las personas que ya están afectadas por alguna demencia están las verduras crucíferas y bulbos (como la rúcula, el brócoli, las coles de Bruselas, el repollo, la coliflor o el nabo), las verduras de hoja verde, el aceite de oliva, los tubérculos, la granada, las cerezas, las manzanas, las naranjas, las uvas, las fresas, las nueces, el cacao y el café (consumidos de forma moderada) y los pescados grasos ricos en omega-3 y omega-6.
Por el contrario, deben evitarse otros que están asociados a un empeoramiento de la cognición, como las carnes rojas, los alimentos procesados, las grasas de origen animal y los azúcares. “Además, las personas que ya tienen algún problema neurocognitivo han de abstenerse de beber alcohol, que no es beneficioso en ningún caso”, advirtió la vicepresidenta de la Asociación Madrileña de Neurología.
Como resumen, la Dra. Alonso concluyó que “la dieta debe ser saludable de forma global, no hay un único alimento o suplemento capaz de cambiar cómo envejece el cerebro, y también deber ser parte de una intervención completa en el estilo de vida, que incluya -sobre todo- ejercicio físico, evitar el tabaco y controlar estrictamente los factores de riesgo vascular como la hipertensión, la diabetes y el colesterol”.
Un 80% de pacientes con Enfermedad de Alzheimer presentan desnutrición
Por su parte, la Dra. Julia Álvarez, jefe de Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares (Madrid) y presidenta de la Sociedad Española de Nutrición Clínica y Metabolismo (SENPE), señalo que hasta un 80% de los pacientes con Enfermedad de Alzheimer presentan desnutrición, lo que afecta a la evolución de su enfermedad, aumentando las complicaciones, infecciones y la mortalidad.
La Dra. Álvarez recordó que “una alimentación y una suplementación nutricional adecuada es también una terapia no farmacológica para los pacientes con Alzheimer en riesgo de desnutrición o desnutridos, por lo que debería haber una adherencia terapéutica como parte del tratamiento”.
Esta especialista destacó como los principales cambios fisiológicos del envejecimiento que influyen en una pérdida de apetito, y que afectan al estado nutricional, son la pérdida paulatina de los sentidos y los cambios hormonales y en la cavidad oral, en el tracto gastrointestinal y en el sistema inmunitario. Además, disminuye la capacidad de almacenar agua, unido a la pérdida de sensación de sed, hay un aumento de la grasa y una disminución de la masa muscular.
“En el caso de los pacientes con Alzheimer, en una primera fase es habitual la pérdida del gusto, de la sensación de sed y de habilidades para comprar o cocinar. Más tarde se detectan olvidos, tanto de que hay que comer como de que ya se ha comido, además de disfagias, problemas al tragar. Y en las últimas fases de la enfermedad se añaden la apatía, negación a la ingesta y la incapacidad para utilizar cubiertos e incluso para comer”, Una serie de características que pueden desembocar en la desnutrición del paciente, una mayor fragilidad y un aumento del riesgo de mortalidad, resaltó la endocrinóloga del Hospital Príncipe de Asturias.
Técnicas para mejorar la disposición del paciente con Alzheimer a comer
Para mejorar la disposición del paciente con Alzheimer a comer, la Dra. Julia Álvarez explico diversas técnicas, como involucrarle en el proceso de cocinado a modo de entrenamiento (siempre que se pueda) y fraccionar las comidas. También recomendó preparar platos atractivos y variados (de diferentes colores), utilizar hierbas aromáticas para estimular el gusto y el olfato, y cambiar el sabor del agua añadiendo una pequeña cantidad de zumo de naranja o limón. Además, aconsejó intentar comer con el paciente para que imite los movimientos y recuerde cómo utilizar los cubiertos, y comer en familia para mejorar su socialización, con unos horarios ordenados para evitar los olvidos.
Por otra parte, para evitar los temidos atragantamientos, la endocrinóloga aconsejó comer en un ambiente relajado y tranquilo (sin distracciones, como la TV), dar órdenes sencillas y concretas, no hablar con comida en la boca, no dar una nueva cucharada hasta que tenga la boca vacía, modificar la consistencia de los alimentos, utilizar espesantes, cepillar los dientes antes y después de cada comida, utilizar menaje especializado y asegurarse de que el paciente coloca la cabeza ligeramente inclinada hacia abajo (ni hacia atrás ni hacia los lados).
“También es importante en los atragantamientos evitar los alimentos pegajosos (miel, puré de patata, etc.), alimentos que desprenden líquido al morderse (como casi todas las frutas, a excepción del plátano), alimentos con doble textura (sopas de fideos o arroz, legumbres caldosas, leche con cereales, arroz con leche, etc.), alimentos que pueden resbalarse en la boca (guisantes, habas, uvas, etc.), alimentos que en la boca pasan de estado sólido a líquido (helados, gelatinas, etc.), alimentos que se desmenuzan en la boca (galletas, biscotes, pan con semillas, etc.), alimentos que se esparcen por la boca sin formar bolo alimenticio (arroz, guisantes, etc.) y alimentos duros (colines, frutos secos, etc.)”.
Con estas recomendaciones concluyó la Dra. Julia Álvarez su intervención en el web ‘La nutrición en el Alzheimer. El camino desde la prevención hasta la última etapa de la enfermedad’, organizado por la Fundación Alzheimer España (FAE).