Un artículo de Mª Almudena Sánchez Vicente (terapeuta ocupacional)
e Isabel Ochoa García (fisioterapeuta), ambas del Hospital Fundación San José
El mundo está expuesto a un cambio continuo. La forma de vivir, trabajar, relacionarnos o incluso la forma de morir hoy en día no es la misma que hace años. Estos cambios se reflejan en la tendencia epidemiológica global. Poco a poco las enfermedades infecciosas y parasitarias están siendo sustituidas por enfermedades degenerativas y crónicas.
Aunque las mejoras en los sistemas sanitarios contribuyen a posponer la muerte, en muchos casos prolongan la discapacidad. Este aumento de supervivencia nos plantea varias cuestiones: ¿Cómo vivimos esos años? ¿Las mejores condiciones de vida retrasan la muerte? ¿Vivimos más gracias al avance de la ciencia, pero con enfermedades crónicas? ¿Estamos cambiando mortalidad por discapacidad?
Mantener la autonomía y la independencia en el proceso de envejecimiento debería ser un objetivo primordial en las políticas de desarrollo comunitario y promoción de la salud. Por esto, sería necesario invertir en programas de prevención, convirtiendo el envejecimiento en un proceso positivo que debe ir acompañado de oportunidades de salud, participación y seguridad.
El cambio de terminología de envejecimiento saludable a envejecimiento activo amplió la visión sociosanitaria y reconoció la influencia de la actividad en el proceso de mejora de calidad de vida de las personas. Este término no solo hace referencia a la actividad física sino a la participación continua dentro del sistema social, económico, político, cultural y de ocio.
Para este fin, los programas de rehabilitación han demostrado ser eficaces y eficientes, favoreciendo la participación activa en el autocuidado. Es por ello que queremos abordar en este artículo sobre cómo la fisioterapia y la terapia ocupacional juegan un papel clave en la rehabilitación y, con ello, el bienestar de las personas.
Hablemos de fisioterapia
La fisioterapia promueve el ejercicio activo mejorando las capacidades motoras y funcionales, así como la salud mental. Por un lado, el ejercicio terapéutico pone de manifiesto su efecto beneficioso para personas con enfermedades crónicas. En las revisiones sistemáticas de (Smidt et al., 2005) y (Taylor et al., 2007) encontramos referencias que lo consideran una herramienta de primera elección en alteraciones músculo-esqueléticas y cardiopulmonares.
Estos estudios concluyen que los programas de ejercicio terapéutico provocan una mejoría sin apenas efectos negativos. Además, mejoran su efectividad cuando son individualizados e incluirán ejercicios aeróbicos, de fuerza y equilibrio. Por otro lado, los programas de actividad física adaptada centrados en el equilibrio muestran mejoras de hasta un 46% (Thomas et al., 2019) con respecto al grupo control. Promover la actividad física y los ejercicios de equilibrio son una herramienta fundamental en la prevención de caídas en anciano.
Hablemos de Terapia Ocupacional
La Terapia Ocupacional es una disciplina que trabaja desde un punto de vista holístico: el ser humano es un todo y no debemos olvidar que somos un engranaje complejo donde cualquier ‘pieza’ es fundamental para un buen funcionamiento. Los fundamentos y los modelos de referencia de la Terapia Ocupacional permiten ayudar a las personas a recomponer sus vidas, logrando así un estado de equilibrio interno y externo que facilita la participación en actividades diarias y comunitarias contribuyendo así al bienestar saludable.
Reilly (1969) fue una de las primeras terapeutas ocupacionales que propuso la hipótesis de que la participación en una ocupación contribuye a la salud e influye sobre ella. Reilly definió el comportamiento ocupacional como el “continuum del desarrollo de actividades y trabajo completo” y sugirió que los terapeutas ocupacionales intervienen y se ocupan del continuum del desarrollo de trabajo y la actividad dentro del contexto de un rol social determinado llamado rol ocupacional. (Hopkins y Smith, 2001).
Al desempeñar una tarea o actividad es fundamental e interesante evaluar las destrezas, ya que permitirá elaborar un perfil de habilidades, así como un perfil de discapacidades. Las destrezas nos proporcionarán el grado de independencia y seguridad que una persona posee para realizar una tarea. Los hábitos se refieren al desempeño de las tareas habituales o rutinas. La evaluación de los hábitos nos aporta una descripción de la frecuencia con que la persona utiliza sus habilidades. Cuando asociamos y evaluamos estas 2 dimensiones del desempeño ocupacional podemos conocer el estado funcional del individuo y, por lo tanto, nos permitirá planificar la intervención y establecer recomendaciones.
En conclusión, en el proceso de envejecimiento se observa que las destrezas y hábitos se ven comprometidos por lo que una intervención eficaz desde la Terapia Ocupacional y la Fisioterapia, aportando cada disciplina su método de trabajo específico y complementario, garantizarían el equilibrio de la persona, restaurando, incrementando o manteniendo su salud. Es importante involucrar al individuo en actividades (ocupaciones-ejercicios) que promueven los roles deseados socialmente y que son considerados fundamentales para la restauración y mantenimiento de la salud.
Es una evidencia que la esperanza de vida actual se está incrementando; las personas mayores viven más y con mejores expectativas sobre su futuro. El deterioro funcional que va asociado al proceso de envejecimiento se puede ralentizar mediante la creación de una serie de hábitos de vida saludables gracias a estos perfiles profesionales teniendo en cuenta factores fundamentales de carácter físico, cognitivo, social y emocional.
La Terapia Ocupacional y la Fisioterapia cumplen un papel fundamental en la promoción de la salud a través de programas terapéuticos que permiten mejorar la calidad de vida. Si pensamos en las personas de edad avanzada el objetivo será que estas puedan envejecer en las mejores condiciones y continúen el mayor tiempo posible desarrollándose como miembros activos de la sociedad.
Las personas mayores tienen derecho a disfrutar de un envejecimiento saludable y participativo sintiéndose útiles en la sociedad durante toda su vida. Por ejemplo, en el caso de los programas de fisioterapia contribuyen a este reto manteniendo y mejorando la calidad de vida hasta el momento de la muerte, disminuyendo costes sanitarios propios del proceso de envejecimiento.
Vivimos en una sociedad cada vez más envejecida en la que debemos favorecer oportunidades con programas que fomenten el empoderamiento y aprendizaje. En definitiva, promocionar un envejecimiento activo es responsabilidad de todos y requerirá de un gran compromiso.