Hasta el 45% de los supervivientes de un ictus padecen disfagia durante el ingreso hospitalario, cuyas complicaciones pueden aumentar los costes sanitarios anuales hasta en 12.000 euros por paciente, tal y como revela el estudio ‘Coste económico de la disfagia y sus complicaciones después de un ictus’, elaborado por Nutricia, marca de nutrición clínica del grupo Danone.
Esta investigación realizada entre 395 pacientes del Hospital de Mataró, pone de manifiesto que la disfagia orofaríngea (DO) aumenta el riesgo de infecciones respiratorias y desnutrición, lo que incrementa la duración y la probabilidad de un reingreso hospitalario del paciente con ictus. Las graves consecuencias de la disfagia y de sus complicaciones tienen una repercusión directa en el aumento del gasto sanitario, lo que supone una importante carga económica para los pacientes y los sistemas sanitarios.
En este escenario, las directrices clínicas hacen hincapié en la importancia de la detección temprana de la disfagia tras un ictus agudo para ayudar a reducir el riesgo de complicaciones mortales y recomendar la vía más adecuada de nutrición médica. Además, los datos demuestran que un diagnóstico precoz de la disfagia puede suponer resultados de mejora para los pacientes y un importante ahorro de costes (cercanos al 50%).
Tal y como señala el Dr. Pere Clavé, director de Investigación del Hospital de Mataró, Consorci Sanitari del Maresme (Barcelona), Coordinador del Área 2 del Centro de Investigación Biomédica en Red de Enfermedades Hepáticas y Digestivas, y presidente Fundador de la Sociedad Europea de Trastornos de Deglución enfatiza «la necesidad de incorporar a los Planes Directores de Ictus las recomendaciones de un reciente guía clínica europea en la que ha participado que recomienda el cribado sistemático de disfagia orofaríngea en todos los pacientes postictus para reducir el riesgo de deshidratación, malnutrición y neumonía aspirativa en estos pacientes».
Mejorar la evaluación y el manejo nutricional de la disfagia en pacientes postictus
Con el objetivo de proporcionar a los profesionales sanitarios una orientación práctica en caso de ictus agudo, Nutricia colabora con el proyecto Angels, que busca ayudar a los profesionales sanitarios y a los centros de ictus a mejorar la evaluación y el manejo nutricional de la disfagia y optimizar la calidad del cuidado en todas las unidades de ictus. Este proyecto cuenta con el aval de la Organización Europea de Ictus, (ESO, por sus siglas en inglés), de la Organización Mundial de Ictus y de más de 50 sociedades nacionales de ictus, apoyadas por Boehringer Ingelheim.
La iniciativa Angels incorpora módulos educativos, guías y metodologías para la detección precoz de la disfagia y el manejo nutricional, en colaboración con neurólogos, endocrinos, enfermeras y logopedas. En concreto, la colaboración de los especialistas en ictus (neurólogos o enfermeras de neurología) con los endocrinos es fundamental para la creación conjunta de protocolos de actuación que sirvan para detectar la desnutrición en pacientes que han sufrido un ictus.
«El desarrollo de la iniciativa Angels ayuda a protocolizar una actuación consensuada a nivel nacional e internacional, poniendo en auge la importancia del trabajo en equipo interdisciplinar. Es primordial integrar las unidades de disfagia (equipos interdisciplinares formados por endocrinos, nutricionistas, enfermeras de neurología y de nutrición, geriatras, logopedas, neurólogos y terapeutas ocupacionales) dentro del circuito de atención al ictus. Por ello, desde Nutricia queremos ofrecer todo nuestro apoyo a los profesionales médicos para minimizar el impacto de secuelas, como la disfagia y la desnutrición, en pacientes que han sufrido un ictus», comenta Gonzalo Zárate, Director Médico de Danone Specialized Nutrition.
Disfagia, una patología habitual en los pacientes postictus
Cada año se producen 71.780 nuevos casos de ictus en España, de manera que actualmente hay más de 650.000 personas afectadas, con su consecuente carga social (expresada en discapacidad y dificultades en la vida diaria) y económica (expresada en consumo de recursos sanitarios y pérdidas de productividad laboral por discapacidad).
Se prevé que dicha incidencia se incremente un 35% entre 2015 y 2035 debido, en gran parte, al aumento de la esperanza de vida de la población. Además, se estima que 2 de cada 3 personas que sobreviven a un ictus presentan algún tipo de secuela, en muchos casos discapacitantes, lo que implica una pérdida de productividad, una necesidad de rehabilitación y de cuidados, y un mayor consumo de recursos.
La disfagia es una patología habitual en los pacientes postictus. Las personas que padecen disfagia pueden toser o atragantarse durante el proceso de beber e ingerir alimentos, sintiendo que la comida se queda atascada en la garganta o el pecho, hecho que incrementa el riesgo de que puedan regurgitar el alimento. Estas dificultades al tragar hacen que el momento de comer pueda resultar estresante y complicado para los pacientes, y puede ser problemático para ingerir la cantidad suficiente de comida y bebida.
Como resultado, la disfagia se asocia con un mayor riesgo de deshidratación y un estado nutricional pobre. La presencia de esta desnutrición empeora el pronóstico vital, aumenta las complicaciones y disminuye la recuperación funcional.