Un estudio gerontológico llevado a cabo por investigadores de la Universidad Pompeu Fabra (UPF) y de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) determina que haber alcanzado un nivel de estudios más alto aumenta las probabilidades de haber tenido una trayectoria familiar menos tradicional –matrimonio e hijos– y protege ante la sensación de soledad tardía en determinados casos.
Esta investigación, liderada por Celia Fernández – Carro, investigadora del Departamento de Sociología III de la UNED y Jordi Gumà Lao, vinculado al Departamento de Ciencias Políticas y Sociales de la UPF y miembro del Grupo de Investigación en Sociodemografía (DEMOSOC), y publicada recientemente en la revista Social Indicators Researc«, analiza por primera vez los factores asociados a la soledad durante la vejez, examinando las interdependencias entre las diferentes esferas vitales.
Previamente, diversos estudios habían demostrado que los altos niveles de educación tenían un efecto protector contra la soledad durante esta etapa tardía de la vida, pero no se habían explorado los mecanismos y razones que hay detrás de esta asociación.
Y es que, la soledad se ha convertido en un tema central en los estudios gerontológicos, puesto que influye sobre la salud física y mental de las personas mayores y sobre su calidad de vida en un sentido amplio. Entender los factores que condicionan los sentimientos de soledad de este colectivo es de gran importancia, puesto que representa una oportunidad única para mejorar el bienestar durante la etapa de la vejez.
Los investigadores destacan que los resultados de esta investigación ayudan a entender cómo la consecución educativa y la formación de la familia en diferentes etapas individuales durante el curso de la vida interaccionan para impactar en los niveles de sensación de soledad en la vejez de las mujeres europeas.
Un trayectoria familiar no tradicional protege contra la soledad
Con el fin de analizar cómo la interacción entre la educación y la trayectoria familiar posterior (sobre todo en cuanto al papel de la pareja y la maternidad) pueden dar lugar a resultados diferentes en relación a estos sentimientos de soledad, los autores han combinado datos biográficas y transversales de la encuesta «Survey of Health, Ageing and Retirement in Europe» y seleccionaron 10.615 mujeres de 65 o más años, de once países europeos.
A partir de ocho trayectorias familiares diversas: matrimonio precoz con hijos; matrimonio tardío con hijos; madres que se separaron o divorciaron pronto; mujeres en convivencia sin hijos; mujeres solteras sin hijos; madres que se quedaron viudas pronto; madres solteras, evalúan el efecto mediador de estas trayectorias en cuanto a la relación entre educación y soledad.
El análisis ha confirmado plenamente una primera hipótesis que se habían planteado los autores: existe un efecto de selección de la educación por el tipo de trayectoria familiar, que influye posteriormente en la sensación de soledad durante la vejez. Así, a medida que el nivel de estudios es mayor, aumentan las probabilidades de haber entrado en una trayectoria familiar no tradicional, diferente del patrón de formación familiar predominante, caracterizado por estar casada y con hijos.
Una diversidad más amplia de roles a lo largo de la vida puede haberles dado más oportunidades de ampliar sus relaciones sociales más allá de la familia, compensando el efecto negativo de no haber tenido pareja e hijos”
Según los autores, “los efectos de la interacción entre la educación y la trayectoria familiar sobre la soledad podrían intensificarse para aquellas mujeres que no se casaron, no tenían hijos o no hicieron estas transiciones siguiendo las normas sociales más tradicionales”.
La trayectoria familiar, educación y sensación de soledad tardía
La segunda hipótesis que se plantearon los autores, era que la trayectoria familiar hace de mediadora de la interacción entre la educación y la sensación de soledad tardía. En ese caso, sólo se confirmó para una subpoblación femenina muy concreta: las mujeres con un nivel educativo medio (estudios de secundaria) que no estaban casadas y no tuvieron hijos. El hecho de no haber podido acceder a una educación superior, y al mismo tiempo, formar parte del grupo de mujeres que habían seguido una vida «no estandarizada», hizo que el efecto positivo que en principio les daba la educación recibida, en cuanto a la sensación de soledad, quedará neutralizado.
En cambio, las mujeres que pudieron acceder a una educación superior, a pesar de ser solteras y sin hijos (trayectoria familiar menos tradicional) mostraron una menor probabilidad de declararse solas en comparación con las que tenían niveles de estudios más bajos.
“Es probable que la trayectoria ‘soltera sin hijos y con una educación elevada’ fuese resultado de priorizar otros proyectos personales, como su carrera profesional, por encima de la formación de una familia. Una diversidad más amplia de roles a lo largo de la vida puede haberles dado más oportunidades de ampliar sus relaciones sociales más allá de la familia, compensando el efecto negativo de no haber tenido pareja e hijos”, concluyen los autores.
Las personas interesadas pueden acceder en este enlace al estudio.