Un artículo de Mayte Vázquez Resino,
Psicóloga Sanitaria y Psicogerontóloga
“Desprenderse de una realidad no es nada; lo heroico es desprenderse de un sueño”
Rafael Barret
La alteración del sueño constituye un síndrome geriátrico de gran relevancia al ser una de las fuentes de incapacidad funcional y social en la persona mayor. La edad es una variable relevante, tanto en la cantidad como calidad del sueño, de ahí que los mayores se vean afectados por diferentes tipos y manifestaciones del sueño, como veremos a continuación. También se repasarán algunas investigaciones que muestran la afectación en este tipo de desorden y las consecuencias en los mismos, haciendo hincapíe en la prevención, diagnóstico y tratamiento en geriatría.
El sueño y sus manifestaciones clínicas
Las alteraciones del sueño son frecuentes en los mayores, se estima que entre las personas mayores de 65 años, la mitad de los que habitan en su propia casa y el 60% de los que viven en residencias padecen algún trastorno del sueño; de ellos, la dificultad para iniciar y mantener el sueño y la somnolencia diurna son más frecuentes en los ancianos que en otros grupos de edad.
Las dificultades del sueño, no solo proceden como consecuencia de otras patologías como estrés, ansiedad, depresión, trastorno bipolar, consumo de sustancias o su retirada, etc. sino que también puede ser una entidad primaria, es decir, un trastorno en sí mismo, que origine malestar en la persona en su vida diaria y que puede derivar también en otras patologías, fobias, bajada del estado de ánimo, etc.
Se estima que la cantidad de sueño necesaria para que una persona se encuentre descansada está alrededor de las 7-8 horas diarias, teniendo en cuenta la presencia de diferencias individuales. Las disomnias son alteraciones en la cantidad, calidad y horario del sueño. El insomnio se considera una disomnia y se define como la dificultad para iniciar (insomnio de conciliación) o mantener el sueño (insomnio de mantenimiento), así como la sensación de ausencia de sueño reparador. Estas dificultades se producen frecuentemente y provocan malestar significativo en el individuo (a diferencia del sueño corto pero reparador).
Como decimos, la alteración clínica más frecuente es el insomnio. El insomnio es un problema de salud que afecta aproximadamente a 1/3 de la población en general y al 6-10% de la población adulta (Roth, 2007). Se define por la presencia por problemas en la iniciación y/o mantenimiento del sueño, y/o por la presencia de un sueño no reparador, lo que produce un deterioro importante en la vida diaria (Thorpy, 1990; Summers et al., 2006).
Frecuentemente tiene importantes efectos para la vida de la persona que lo soporta y de las personas que le rodean. Para realizar el diagnóstico de insomnio es necesario que estos problemas de sueño deriven en consecuencias durante el día a día como fatiga, problemas cognitivos (atención, memoria, concentración), y en mayores sobre todo, consecuencias a nivel social. (Sateia et al., 2000; Krystal, 2004).
Factores determinantes de la calidad del sueño
Las causas por las que se producen las alteraciones del sueño responden a componentes multifactoriales. Una de las más importantes es la puesta en marcha de una estrategia de higiene del sueño inadecuada, que consiste en un desorden de los ciclos del sueño vigilia, ya sea por requerimientos irrechazables del entorno o por voluntad propia.
Sea cual sea la causa, los sistemas afectados son los de promoción y mantenimiento del sueño y del orden de los ciclos sueño-vigilia. La descoordinación del núcleo supraquiasmático, encargado de regular el ritmo circadiano, produce alteraciones en la liberación de la melatonina, hormona que nos indica ‘cuándo’ tenemos que dormir si no contáramos con las referencias del ambiente.
Con respecto del insomnio, éste se produce frecuentemente por la presencia de depresión o ansiedad. La depresión está más ligada al insomnio de mantenimiento y la ansiedad al insomnio de conciliación. El consumo de sustancias y otras enfermedades psiquiátricas también producen alteraciones en la calidad del sueño.
Prevención e intervención psicológica en los trastornos del sueño en personas mayores
Las intervenciones disponibles para la prevención de los trastornos del sueño son múltiples y se organizan en tres grandes grupos: las estrategias para la obtención de una higiene del sueño adecuada, las técnicas pertenecientes al enfoque conductual y las que forman parte de la terapia o reestructuración cognitiva.
Es primordial mantener una actividad física y una dieta equilibrada. Igualmente, el abuso de sustancias excitantes como café, té, refrescos con cola y fármacos estimulantes del SNC se suman a este inconveniente.
Los hábitos del sujeto relativos a la higiene del sueño inciden en su buen o mal funcionamiento. La irregularidad de los ciclos de sueño-vigilia, con ausencia de horarios estables para acostarse y levantarse, junto con variaciones en las costumbres sociales, horarios de desayuno, comida y cena, etc., provocan la desincronización biológica del ritmo circadiano.
Bajo esta circunstancia, la adopción de unos hábitos saludables, como por ejemplo horarios razonables de sueño-vigilia y ordenación de las actividades de la vida diaria: marcar unas rutinas y programación diaria, son suficientes para acabar con los problemas de sueño.
También son de gran ayuda los ejercicios de Relajación, como la Respiración Diafragmática y Mindfulness. Se trata de técnicas para rebajar tanto la ansiedad como las respuestas vegetativas, fomentando la sensación de autocontrol y autoeficacia.
Algunos estudios realizados en personas mayores, sobre el sueño
El Dr. Cruz y cols. (2008) realizaron una investigación de tipo observacional, descriptiva, transversal, con aspectos analíticos, en pacientes adultos mayores pertenecientes a los Consultorios 44, 45 y 46 de la Policlínica Hermanos Cruz de Pinar del Río, seleccionados de forma aleatoria del total de Consultorios del Área de Salud. En dicho estudio se trataban una serie de problemas que, aunque no exclusivos de las personas mayores, inciden especialmente en este período de la vida y repercuten en el sueño, entre ellos situaciones emocionales muy perturbadoras como jubilación, hospitalización y viudez o duelos, que generalmente causan cambios en la calidad de su sueño.
En dicho estudio se reporta una asociación significativa entre los trastornos de sueño y el estado psicológico de las personas mayores, ofreciendo una prevalencia del 52.6%, en algún trastorno de sueño. Al estudiar la variable del género, encontró que las mujeres son tres veces más propensas a padecer un Trastorno del Sueño que los hombres. Dentro de los tipos de Trastorno el insomnio resultó ser el más frecuente y dentro de él, el mixto.
Más reciente en 2018, Vanesa Ibáñez de la Universidad de Valencia, realizó un estudio en población mayor relacionando variables como el género y horas de sueño, entre otras. Este estudio revela que el tiempo medio de sueño es inferior a 5 horas y media, con una eficiencia del sueño superior al 95%. Estos valores son ligeramente inferiores a la media [Ohayon et al., 2004], y muy por debajo de la recomendación de los expertos (p.e., en la American National Sleep Foundation) de 7-8 horas cada día para personas mayores de 65 años. También, al estudiar las diferencias entre géneros pudo determinar que la duración total de los despertares para hombres y mujeres son muy diferentes.
Conclusiones
El sueño es sin duda un excelente indicador del estado de salud general y el bienestar y calidad de vida de las personas mayores. El diseño y aplicación de estrategias preventivas que consigan optimizarlo es importante no sólo por preservarlo sino por las múltiples y graves consecuencias que ocasionan, como hemos tratado de explicar, tanto desde el punto de vista psicológico como desde una perspectiva física o médica.
Mejorar la calidad del sueño redundará sin duda en una mejor calidad de vida. Es un desafío promover un envejecimiento exitoso, aumentando con ello, la esperanza de vida activa y la calidad funcional de los mayores en la sociedad.
Referencias Bibliográficas
Caballo, V.E. y Buela-Casal, G. (1991). Tratamiento conductual de los trastornos del sueño. En V. E. Caballo, J. C. Sierra y G. Buela- Casal (Eds), Manual de psicología clínica aplicada. Madrid: Siglo XXI.
Cruz, E., y cols. (2008). Trastornos del sueño en el adulto mayor en la comunidad. Revista de Ciencias Médicas de Pinar del Río , 12 (2), 121-130. Recuperado de: http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1561-31942008000200014&lng=es&tlng=es.
Ibáñez, V. (2018). Trastornos del Sueño en Personas Mayores. Universidad de Valencia [Tesis]. Recuperado de: https://roderic.uv.es/handle/10550/67640
Pérez, M. (2003). Guía de tratamientos psicológicos eficaces II. Madrid: Pirámide.
Sobre la autora
Mayte Vázquez Resino es miembro del grupo de Buen Trato a las personas Mayores del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid. Voluntaria y miembro en activo del Equipo de Acción Específica de Personas con mayor vulnerabilidad (EAE + Vulnerabilidad) de “Grandes Amigos”.
Formadora y experta en intervención en desarrollo cognitivo y emocional, Mindfulness, Montessoriy Psicología Positiva en personas mayores.
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