Un artículo de Fernando Sánchez Luque,
Content & Communication Manager Essence Group
Las caídas son un problema de salud pública importante. Representan la segunda causa principal de muertes por lesiones accidentales o no intencionales en todo el mundo y, a pesar de que a veces puede parecer un asunto algo descuidado por parte de las autoridades competentes en cada caso, es obvio que los propios datos y estadísticas muestran por sí solo el impacto desproporcionado que las caídas tienen en los adultos mayores, razón por la que se han convertido en un tema prioritario de investigación y discusión a nivel mundial.
El riesgo de caída es mucho más alto entre las personas mayores de 65 años y se ha convertido en la principal causa de lesiones y muertes tras lesión. Además, el riesgo de caídas aumenta con la edad. De hecho, aproximadamente entre el 28-35% de las personas mayores de 65 años sufren caídas cada año, aumentando este porcentaje al 32-42% para los mayores de 70 años. Esta tendencia persiste para cada período adicional de cinco años.
Por lo tanto, los adultos mayores son más propensos a lesiones y hospitalizaciones debidas a caídas, que también están en aumento. La incidencia de lesiones por caídas, como fracturas y lesiones de la médula espinal, ha aumentado notablemente en un 131% durante las últimas tres décadas. Cada año, 37,3 millones de caídas en el mundo de personas mayores de 65 años son lo suficientemente graves como para requerir atención médica.
Además de la edad, el tiempo y el contexto de las caídas también influyen en la prevalencia y el grado de lesión. Por ejemplo, el 80% de las caídas ocurren durante el día y la mayoría de las que ocurren por la noche se producen cuando las personas mayores usan el baño. Por otro lado, otro estudio demostró que en los países que experimentan cambios pronunciados en las temperaturas estacionales, es durante las temperaturas más frías cuando más aumenta el riesgo de caídas, especialmente entre las mujeres mayores.
En definitiva, a mayor edad más vulnerable te conviertes a las caídas fatales. La tasa de mortalidad ajustada por edad debido a caídas aumentó en un 31% entre 2007 y 2016 y la tasa de más rápido crecimiento fue entre las personas de más de 85 años.
Además de estos datos que ya exponen este enorme problema, la pandemia de Covid-19 ha empeorado la calidad de vida en este sector de la población. Los períodos de confinamiento, con restricciones de movilidad, los han convertido en más sedentarios y aislados que nunca. En un estudio de 2021 en los Estados Unidos, los investigadores encontraron que, para los adultos de 50 a 80 años, la pandemia de Covid-19 se asoció con un empeoramiento del funcionamiento físico que degeneró en caídas, con el mayor efecto en las personas con actividad física reducida y aislamiento social.
Otro informe de Japón indica que los investigadores también encontraron que debido al confinamiento y la pandemia los adultos mayores que viven en la comunidad nipona redujeron significativamente su actividad física. La dependencia y el miedo a caerse conducen a un mayor riesgo de caída futura y este círculo vicioso de comportamiento sedentario y menos interacciones sociales es extremadamente problemático.
Este problema se vuelve especialmente grave para las personas mayores que viven solas. El tiempo de respuesta a estas víctimas de caídas es un área con mucho margen de mejora en nuestra industria. De hecho, el tiempo de respuesta después de una caída es un factor crítico en la supervivencia de los mayores. Telecare Cardiff publicó algunos estudios que demuestran que cuando un usuario permanece en el suelo durante más de una hora, tiene más del 50% de posibilidades de morir en los próximos seis meses.
La industria de la teleasistencia se está orientando en dos factores clave para mitigar este gran problema en los mayores. Trabajar la prevención y mejorar en la detección y la respuesta tras las caídas. Esto es, mejorar la precisión de cuándo y dónde se producen y aumentar la eficacia en la verificación de caídas reales, porque las falsas siguen siendo un gran porcentaje y está haciendo que los usuarios no solo dejen de confiar en los sistemas de detección, sino que también pueden estar provocando que los usuarios desconecten estos dispositivos.
Los avances en tecnología se transforman en avances para este sector. Es decir, la precisión de algunos dispositivos que aprenden los hábitos y rutinas de los usuarios en sus domicilios para lanzar notificaciones de alerta en caso de desviaciones, que potencialmente podrían ser provocadas por una caída, son magníficas noticias en este sector,.
Como también lo son los avances obtenidos gracias a la incorporación de la Inteligencia Artificial a los modelos avanzados en la detección de caídas que analizan, comprenden y estudian la postura humana en una variedad de posiciones en situaciones normales en contraposición con posturas después de una caída para poder determinar, con un grado muy alto de precisión, si la posición actual de la persona en particular se clasifica como una postura caída o «no caída».
Las caídas representan una crisis de salud devastadora que afecta desproporcionadamente a los adultos mayores. Desgraciadamente, hoy todavía no estamos en una posición de poder vislumbrar su fin mientras sigan existiendo los factores biológicos, conductuales, ambientales o socioeconómicos que las posibilitan, pero sí estamos avanzando mucho en el camino de mejorar su prevención y detección, lo que está significando una mejora en la independencia y la calidad de vida de las personas mayores.
En ese sentido, la innovación tecnológica que ha posibilitado la aparición de este tipo de soluciones para facilitar la vida de los mayores ya está jugando un papel esencial para ayudarnos a lograr esta aspiración.
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