Expertos y expertas de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) han identificado los nueve retos principales para lograr un envejecimiento activo y saludable y garantizar el bienestar de las personas mayores.
Son profesores y profesoras de distintos ámbitos (genética, neurociencia, geriatría, cuidados, comunicación digital, política, bienestar social, etc.) que este año participan en el ciclo de seminarios ‘Los retos del envejecimiento: una mirada interdisciplinaria a la vejez’, organizado por los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC, con el apoyo del eHealth Center. Los 9 retos del envejecimiento activo y saludable son los siguientes:
1. Frenar el ritmo del envejecimiento
En el futuro, ¿será normal vivir más de 110 años? ¿Esto supondrá una mejora de la salud en la vejez o simplemente significará vivir más años en un estado de salud deteriorado? El profesor de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC y profesor de la Universidad de Leicester, Salvador Macip, señala que «sabemos que el envejecimiento es inevitable, pero todavía no sabemos por qué unas personas envejecen peor que otras y qué hace que los órganos vayan degenerándose progresivamente con el tiempo. Cada vez vamos descubriendo más detalles de las bases biológicas del envejecimiento y de los cambios moleculares y celulares que definen los procesos relacionados con la edad».
Para este experto, el reto reside entender todos estos aspectos para poder manipularlos en el futuro. En este sentido, Macip, junto con otros investigadores internacionales, ha diseñado unos anticuerpos para destruir células viejas y frenar el envejecimiento. Además, actualmente está implicado en una investigación para averiguar si el ayuno intermitente retarda el envejecimiento en mujeres posmenopáusicas.
Para este experto, el reto reside entender todos estos aspectos para poder manipularlos en el futuro. En este sentido, Macip, junto con otros investigadores internacionales, ha diseñado unos anticuerpos para destruir células viejas y frenar el envejecimiento. Además, actualmente está implicado en una investigación para averiguar si el ayuno intermitente retarda el envejecimiento en mujeres posmenopáusicas.
2. Revertir la fragilidad y retrasar la discapacidad
Tal y como señala Marco Inzitari, experto en geriatría y profesor de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC, el 10 % de las personas mayores de 65 años son frágiles y, «a pesar de ser relativamente autónomas, las personas mayores pueden ralentizarse, pueden disminuir de peso de forma involuntaria o pueden perder memoria, entre otros. La fragilidad aumenta el riesgo de sufrir acontecimientos adversos de salud, como caídas, demencia en el futuro próximo o discapacidad».
Para Inzitari, también investigador del Parque Sanitario Pere Virgili y del Vall d’Hebron Instituto de Investigación (VHIR), el reto es revertir la fragilidad y retrasar la discapacidad ante el envejecimiento acelerado de la población. Y eso pasa por practicar ejercicio físico, mantener una dieta saludable, cuidar el sueño, revisar la medicación (para que realmente sea la que corresponde) y fomentar las relaciones sociales.
«La ciencia demuestra que con esta fórmula se puede lograr el reto y, desde el Parque Sanitario Pere Virgili y el Instituto Catalán de la Salud, hemos aportado evidencias de que es posible implementar estas intervenciones de forma estable e integrada con los recursos de la comunidad, con el programa +Ágil Bcn, que aporta una mejora sostenida de la función física de las personas mayores«, añade.
3. Conseguir un envejecimiento saludable del cerebro
Como indica Diego Redolar, neurocientífico de la UOC, la salud cerebral es una pieza clave para mantener las capacidades cognitivas, para prevenir enfermedades neurológicas y para minimizar el impacto en caso de que se den. «Mantener el cerebro en buenas condiciones es imprescindible para promover una salud integral del organismo y, por lo tanto, conseguir una buena calidad de vida», advierte.
En este sentido, identificar las variables que velan por una buena salud y un buen envejecimiento del cerebro es muy importante. Entre estas variables, Redolar, que es investigador del Cognitive NeuroLab y profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, destaca especialmente el hecho de minimizar el estrés, tener una buena calidad del sueño, practicar ejercicio físico, hacer entrenamiento cognitivo y actividades mentales a lo largo del ciclo vital, y disponer de apoyo social.
4. Combatir la soledad y la gerontofobia
La soledad no deseada es uno de los mayores riesgos para el deterioro de la salud de las personas, y un factor determinante que favorece su entrada en riesgo o situación de dependencia. De hecho, como alerta el experto en envejecimiento, política y bienestar social de la UOC, Daniel Rueda, «es una nueva forma de maltrato y de abandono en la sociedad actual, a la que hay que unir la falta de cuidados en el entorno familiar e institucional».
La prevalencia del maltrato en las personas mayores a escala mundial ofrece cifras preocupantes, según datos recogidos por las denuncias de la gente mayor y por los profesionales: en torno al 15,7 % en el ámbito comunitario y en torno al 64,2 % en el institucional. Para Rueda, una forma de abordar estos problemas es formar a los profesionales en la detección de la gerontofobia y concienciar a la ciudadanía en la prevención.
5. Poder vivir en un «hogar»
«Aunque envejecer en la propia casa es un aspecto muy importante para las personas mayores, existe también el riesgo de que esto no siempre sea posible», apunta Lluvi Farré, investigador del grupo Care and Preparedness in the Network Society (CareNet) del IN3 de la UOC. En muchos casos, quedarse en casa no es una solución, porque las viviendas no se adaptan a las necesidades de los cuidados de la gente mayor o pueden acabar transformándose en «jaulas de oro» de las que no pueden salir, y por lo tanto, desvincularse de la comunidad.
El propio hogar puede convertirse en sinónimo de aislamiento y soledad no deseada. Y para evitarlo, «hay que pensar y desarrollar propuestas y alternativas que eviten el desarraigo de las personas mayores de su entorno y permitan mantener intacto el derecho a decidir sobre la propia vida, ya sea allí donde han vivido toda la vida o en un sitio nuevo. Sobre todo, hay que ofrecer alternativas que permitan a la gente mayor seguir llamando ‘hogar’ el lugar donde viven», explica Farré.
En este sentido ya se está trabajando en respuestas que intentan aportar soluciones, como el senior cohousing, que se consolida como una alternativa comunitaria para vivir la vejez de forma autogestionada, con servicios compartidos y apoyo entre iguales.
6. Cuidados dignos, tanto para las personas mayores como para las personas cuidadoras
La tecnología juega un papel cada vez más importante en el cuidado de las personas, especialmente en las personas mayores: teleasistencia domiciliaria, dispositivos de rastreo, todo tipo de apps y también robots de compañía y cuidadores, nuevas arquitecturas de viviendas y residencias etc. Según Daniel López, profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, estas tecnologías están transformando la organización de los cuidados, pero normalmente buscan reducir o externalizar sus costes.
«No está claro de qué manera ayudan a dignificar y dar valor al trabajo de cuidados tanto por las personas que los reciben como por las personas que los dan. Éste sigue siendo un trabajo feminizado, que no genera derechos, que empobrece y disminuye la salud de las personas que la hacen, y que se da en condiciones precarias. Asimismo, estas condiciones hacen que no se vele por los derechos de las personas mayores a decidir cómo quieren vivir esta etapa de la vida, y por tanto cómo quieren ser cuidadas», explica López, investigador principal del grupo CareNet.
Por todo ello, el investigador reivindica«situar el derecho a los cuidados dignos y la dignificación de los cuidados en el centro de la política pública. La tecnología debe contribuir de forma decidida y efectiva. Para ello debemos cambiar la manera de entender y diseñar la tecnología. No puede ser que el argumento tecnológico sea la reducción y externalización de los costes del trabajo de cuidados».
7. Abordar el edadismo y las desigualdades digitales
La experta Mireia Fernández-Ardèvol, investigadora principal del grupo Communication Networks & Social Change (CNSC) del IN3 y profesora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC, incide en que «existe una idea generalizada sobre el envejecimiento y la digitalización que no le hace ninguna justicia a este colectivo. Estos mitos nos perjudican como sociedad y crean estereotipos que dificultan la comprensión de las necesidades específicas de la gente mayor».
Y como muestra indica, por ejemplo, que las estadísticas oficiales europeas sobre la vida digital no incluyen a las personas mayores de 75 años, por lo que es difícil analizar completamente las prácticas digitales de la gente mayor.
Además, en España, el porcentaje de personas mayores que utilizan banca en línea no llega al 40%, una cifra muy inferior al 65% de la media de la población en general. «La pandemia y la reestructuración del sector han acelerado el cierre de oficinas y cajeros, además de la digitalización intensiva del sector bancario. La reducción tan drástica de la atención presencial tiene un efecto desigual que, comparativamente, afecta más a las personas mayores», asegura Mireia Fernández-Ardèvol.
«Si bien una posible solución del problema es contribuir a reforzar las competencias digitales de la población que resulta digitalmente discriminada, otra es reconocer y hacer efectivo el derecho a disponer de canales alternativos al digital en todos los servicios básicos», concluye.
8. Combatir el «tecnooptimismo»
La tecnología no siempre es buena para todo. «Las personas mayores a menudo levantan la voz contra el ‘tecnooptimismo’ imperante, tanto en la esfera privada como en la pública», comenta Andrea Rosales, investigadora del grupo CNSC del IN3 y profesora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC.
Para esta experta, la solución no siempre es que las personas se digitalicen. «La sociedad debería prestar más atención a la opinión de la gente mayor sobre cómo estamos haciendo evolucionar la sociedad, devolverlos el lugar del sabio que tiene mucho por compartir y reflexionar», señala. Hoy en día, las personas mayores no se queja siempre porque no sepan utilizar la tecnología, sino porque consideran que hay ciertos valores y principios que son más importantes.
Por ello, por ejemplo, «prefieren una carta de restaurante en formato papel a una de digital, obtenida a través de un código QR, porque, más allá de las molestias de leer el menú en una pequeña pantalla, el proceso de acceder y abrirla interrumpe una posible conversación», comenta Rosales.
9. Ofrecer y garantizar oportunidades de aprendizaje y formación de calidad a lo largo de la vida
Para facilitar una educación y formación de calidad para todas las personas, «es necesario dotarnos de un marco normativo y económico, las instituciones adecuadas, profesionales formados, y una oferta de calidad. Sólo así se podrán establecer las condiciones que darán respuesta a las necesidades educativas y garantizarán las posibilidades de acceso de la persona en los distintos momentos vitales», explica Eulàlia Hernández, profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación e investigadora principal del grupo PSINET de la UOC.
«La formación a lo largo de la vida es un aspecto directamente relacionado con la salud y la calidad de vida de las personas», señala la experta, resaltando que “existe una amplia oferta formativa (cursos organizados por centros y equipamientos locales, programas universitarios oficiales, etc.) dirigidos únicamente a las personas mayores, ¿es esto lo que se necesita? ¿Cómo damos respuesta a las personas mayores y activas que buscan un desarrollo personal y participar en su comunidad de forma significativa?”.